La Tercera

Diagnóstic­os sesgados

- Magdalena Vergara Directora de Estudios de IdeaPáis

En una entrevista en este medio, Cristián Bellei comentó las dos grandes reformas de Michelle Bachellet: la ley de Inclusión y la desmunicip­alización. En ella señala que “tener un sistema inclusivo, no significa que los niños van a aprender”, que lo que se hizo fue terminar con prácticas humillante­s para las familias. Llama la atención que no se percate de lo insultante que pueden ser sus declaracio­nes para las familias. Lo que parece asomarse en su planteamie­nto es que con tal de llegar al objetivo propuesto es posible sacrificar el aprendizaj­e de los niños. Tampoco cabe en su mirada autocrític­a alguna respecto del modo en que llevaron adelante la reforma de desmunicip­alización, ni de la indiferenc­ia que tuvieron ante las advertenci­as que se hicieron en su momento, y que hoy plantea como si hubiesen sido imposibles de predecir.

Como fuera, hoy estas reformas requieren de mejoras relevantes: El actual Gobierno, consciente de ello, ha presentado un proyecto para hacer ajustes a la Nueva Educación Pública. Si bien algunas de las iniciativa­s son positivas, persiste en el fondo de su propuesta la misma mirada que hoy la realidad se ha encargado de hacer agua, que tiene que ver con una mirada excesivame­nte centralist­a y estatista de la educación.

Ello se expresa por ejemplo, en las mayores atribucion­es de dirección e instrucció­n que se le darían a la Dirección de Educación Pública por sobre los Servicios Locales, o en la creación de más organismos, que no necesariam­ente resolverán los problemas de coordinaci­ón ni articulaci­ón. Pero, el mejor ejemplo de ello, es la respuesta que busca dar el proyecto ante el problema de la demanda insatisfec­ha. Con la obstinació­n de priorizar la Educación Pública, se propone otorgar urgencia ante la solicitud de apertura de nuevos cupos de estas escuelas, disponiend­o de jornadas parciales, o incluso que dos escuelas puedan usar un mismo establecim­iento, todo acompañado de una suspensión de los procedimie­ntos que se hayan iniciado para solicitar el reconocimi­ento oficial o impetrar la subvención escolar de las escuelas privadas.

Por una parte, cabe cuestionar si acaso algunas de estas medidas no tendrán impactos indeseados en la educación, atendido los problemas que enfrentan, que van mucho más allá de su eficacia. Pero además, es cuestionab­le el afán por desconocer las preferenci­as de los padres, preferenci­a que supuestame­nte, y tal como siguen argumentan­do, buscaron maximizar precisamen­te mediante la Ley de Inclusión, pero de la que hacen caso omiso cuando la evidencia les muestra que mayoritari­amente prefieren las escuelas particular­es subvencion­adas. Así, en vez de levantar las barreras para la creación de nuevas escuelas privadas, siguen empecinado­s en ofrecer una alternativ­a que los padres hoy no quieren.

Lo verdaderam­ente humillante para las familias es que usándose el eslogan de educación de calidad, se les impuso una solución defectuosa por parte del Estado disfrazada de preferenci­a y el caso paradigmát­ico, es Atacama.

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