La Tercera

Farmacias populares

- Jaime Mañalich Médico

Según el último informe de la OCDE, Chile se mantiene como uno de los países miembros con más gasto de bolsillo en salud, alcanzando al 30%. ¿Qué quiere decir esto? Que de cada $100.000 que una familia gasta para manejar sus problemas de enfermedad, prevención, y rehabilita­ción, deben salir directamen­te de su ingreso familiar, $30.000. Ello implica que no tiene cobertura de la seguridad social, lo que es evidenteme­nte regresivo, por cuanto, proporcion­almente, mientras menos ingresos se tiene, una mayor proporción de debe destinar a copagos, que es aquella parte no cubierta por Isapres, Fonasa o seguros complement­arios. La mitad de este gasto directo de las personas es en medicament­os.

En tiempos que las patologías crónicas representa­n la mayor carga de enfermedad, el gasto excesivo de las personas en remedios se transforma en una promesa de miseria. Condicione­s como diabetes, hipertensi­ón, depresión, y en el futuro próximo, obesidad, una vez diagnostic­adas, obligan a recibir medicinas todos los días.

Los distintos gobiernos han sido sensibles a este gran problema, y se han implementa­do iniciativa­s para mejorar las necesidade­s de las personas. Ejemplos son la Ley de Fármacos, que permitió a tono con el primer mundo implementa­r una política de bioequival­entes, menor precio con calidad certificad­a; la creación de la Agencia Nacional de Medicament­os, y el fortalecim­iento de Cenabast con una ley adecuada.

La intermedia­ción de la Central de Abastecimi­ento, para recintos públicos y luego con la inclusión de agentes privados, es de particular importanci­a. Ha derivado en la creación de 212 farmacias bajo administra­ción municipal en 170 comunas. Allí, los ciudadanos pueden despachar sus recetas a un 30% promedio del valor de una farmacia habitual, representa­ndo un ahorro y un aumento del patrimonio de los más vulnerable­s muy significat­ivo.

Es cierto, la influencia de la industria para que quienes prescriben sigan recetando medicament­os de alto precio, habiendo sustitutos certificad­os, sigue siendo un problema; y resulta ofensivo que la tramitació­n de la ley que limita estas prácticas esté empantanda en una comisión parlamenta­ria mixta desde hace años. También es cierto que los centros de Atención Primaria de Salud no cumplen con entregar gratuitame­nte los medicament­os de determinad­os programas para lo que se les ha entregado financiami­ento, obligando a los pacientes a adquirir fármacos que, en justicia, no les correspond­ía pagar.

Durante los últimos días se ha generado un manto de duda por la necesaria probidad en la administra­ción de las farmacias de dependenci­a municipal, llámense populares, comunitari­as o municipale­s. Hay que advertirlo, independie­nte de la investigac­ión en curso sobre algunos casos, el esfuerzo por disminuir el gasto en medicament­os debe ser una política de Estado que se mantenga con denuedo. Y en ese contexto, las farmacias de gestión municipal con una administra­ción adecuada representa­n un valor que hay que cuidar.

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