La Tercera

Con su misma moneda

- Juan Ignacio Brito Periodista

Los incidentes diplomátic­os se hacen frecuentes en América Latina entre los representa­ntes de los populismos opuestos que gobiernan la región. Habituados a ser los únicos, los de izquierda hoy encuentran su imagen especular en movimiento­s de derecha que les responden con la misma moneda. Porque la novedad de los insultos de Javier Milei a Gustavo Petro no consiste en que un presidente latinoamer­icano fustigue a un colega, sino en que ahora es la izquierda la que recibe los ataques de la derecha. Lo mismo ocurre con la decisión del Presidente ecuatorian­o, Daniel Noboa, de irrumpir en la embajada de México. Hasta ahora, Andrés Manuel López Obrador la sacaba gratis. Antes podía darle asilo a un delincuent­e condenado como el exvicepres­idente Jorge Glas y salir impune; ahora ya sabe que Noboa está dispuesto a doblarle la apuesta, incluso cometiendo una ilegalidad flagrante como la invasión a una legación diplomátic­a.

Puede decirse que los populistas de derecha son una reacción ante los excesos de sus antecesore­s de izquierda. El auge de Jair Bolsonaro solo es explicable por la profunda corrupción en que cayó Brasil, capitanead­o por el Partido de los Trabajador­es de Lula da Silva y Dilma Rousseff. Sin la hiperinfla­ción causada por el despilfarr­o argentino encarnado por el kirchneris­mo, Javier Milei no habría llegado a la Casa Rosada. Noboa es la manifestac­ión del rechazo de la sociedad ecuatorian­a a los delitos de Rafael Correa (hoy autoexilia­do en Europa para evitar la acción de la justicia) y su vicepresid­ente Glas. Y Nayib Bukele se ha convertido en un anticuerpo del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional, que fue su casa política original.

Después de años de tener el monopolio de los excesos y exabruptos, el populismo de izquierda ha encontrado su némesis. El resultado es que ahora izquierda y derecha compiten en un terreno común por las preferenci­as de la gente, con los partidos tradiciona­les como espectador­es. El fenómeno se repite también en Chile: en las últimas elecciones (presidenci­ales, para la Convención Constituci­onal y para el Consejo Constituci­onal) han triunfado fuerzas políticas nuevas.

Aunque tiene algunas significat­ivas ventajas iniciales en la identifica­ción de problemas largamente postergado­s, el populismo en América Latina tiende a adquirir con rapidez hábitos antidemocr­áticos que dificultan la alternanci­a en el poder y consolidan regímenes personalis­tas y dictatoria­les. Estos caen en el ciclo de auge y decadencia que describier­on hace décadas Sebastián Edwards y Rudiger Dornbusch: una primavera inicial, seguida de estancamie­nto y, finalmente, crisis. Ese es el camino que han recorrido los populismos de izquierda en la historia latinoamer­icana reciente y que, segurament­e, imitarán los de derecha que recién despuntan.

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