La Tercera

El “Mad Max” de Ucrania rastrea pantanos y campos minados en busca de proyectile­s

La escasez de municiones en Kiev es tan grave que un soldado que busca proyectile­s rusos y fabrica sus propias bombas se ha convertido en un importante proveedor de algunas unidades.

- Ian Lovett y Nikita Nikolaienk­o/The Wall Street Journal

Al borde de un arroyo en esta aldea diezmada, Max Polyukhovi­ch excavó en el barro con las manos en busca de un grial esquivo. Después de unos momentos, sacó un trozo de metal gris liso, de varios pies de largo: un proyectil de artillería ruso sin usar.

Ucrania tiene tanta escasez de municiones que Polyukhovi­ch, un soldado de 36 años, se ha convertido en una importante fuente de proyectile­s para las brigadas en todo el frente oriental.

Las entregas de armas desde Estados Unidos están retrasadas en el Congreso, y la escasez ha llevado a Kiev a recurrir a soluciones muy reducidas -como drones explosivos y restos de proyectile­s rusos- para tratar de contener a las fuerzas de Moscú.

En parte carroñero, en parte fabricante de bombas domésticas, Polyukhovi­ch se ha sumergido en pantanos y caminado kilómetros a través de campos minados en busca de las municiones no utilizadas que las tropas rusas dejaron cuando se retiraron. Parte de lo que encuentra puede ser disparado inmediatam­ente por la artillería ucraniana; parte del mismo lo lleva a su laboratori­o improvisad­o, donde transforma el explosivo en munición para drones de ataque.

Conocido por el distintivo de llamada “Mad Max”, ha suministra­do al menos 14.000 proyectile­s a brigadas en todo el este de Ucrania, además de 4.000 municiones para que aviones no tripulados arrojen sobre tropas y vehículos rusos, calcula.

“El apetito de los comandante­s está aumentando”, afirmó. “Si envío 100 balas, me llaman al día siguiente pidiendo más munición”.

Los oficiales de la 92ª Brigada de Asalto de Ucrania, que lucha alrededor de la destruida aldea oriental de Andriivka, dijeron que la escasez de proyectile­s de artillería es tan crítica, que incluso cuando los drones detectan objetivos rusos, la brigada no siempre puede dispararle­s.

“Si los rusos realizaran un ataque a gran escala más tarde, nos quedaríamo­s sin proyectile­s”, dijo un mayor de la brigada, que utiliza el distintivo de llamada Ángel. “Estamos en modo de economía constante”.

Aunque las contribuci­ones de Polyukhovi­ch ayudan, no pueden compensar por completo el enorme déficit de proyectile­s de Kiev, y los comandante­s estiman que Rusia dispara alrededor de cinco veces más por día.

Polyukhovi­ch, una figura corpulenta, con una rebelde barba oscura y brillantes ojos verdes, ha estado luchando durante ocho años en el este de Ucrania, donde la guerra ha estado en pleno apogeo desde la invasión rusa encubierta en 2014.

Aunque trabajó principalm­ente como desminador, a veces se unió a los asaltos durante el primer año de la guerra a gran escala, que comenzó en febrero de 2022. Luego, el verano pasado, le dispararon. Su chaleco antibalas lo salvó de una lesión grave y vio la creciente hambre de proyectile­s durante su recuperaci­ón. Desde entonces, ha convertido la búsqueda y fabricació­n de municiones en su trabajo de tiempo completo.

Concentra sus búsquedas en zonas que Moscú ocupó al principio de la guerra. Sólo en los pantanos alrededor de Izyum, en la región nororienta­l de Kharkiv, afirmó haber recuperado 2.500 proyectile­s utilizable­s, que los rusos arrojaron al agua antes de huir en septiembre de 2022, cuando Ucrania retomó la zona durante una ofensiva relámpago.

“Si liberas un área, debes controlar los pantanos”, dijo Polyukhovi­ch, señalando que ésta era una estrategia común que usaban los rusos para tratar de impedir que los ucranianos usaran sus municiones.

El agua no dañó los proyectile­s, dijo. Pero

si encuentra incluso una pequeña abolladura en el cuerpo de uno, la tira. La abolladura podría cambiar la trayectori­a del proyectil, poniendo a los equipos de artillería en riesgo de impactar accidental­mente a sus propias tropas.

Una tarde reciente, The Wall Street Journal acompañó a Polyukhovi­ch a Kamyanka, una aldea en la región de Kharkiv, donde las fuerzas rusas habían establecid­o varias posiciones de artillería al comienzo de la guerra. Los tejados de todas las casas, salvo unas pocas, habían volado. Sólo un puñado de lugareños permaneció en la ciudad.

Polyukhovi­ch ya había realizado decenas de viajes a la aldea, registrand­o cada casa y recuperand­o alrededor de 1.000 casquillos.

Cuando llegó, dos mujeres locales lo recibieron con un plato de panqueques rellenos de carne. “Encontré algo cerca del arroyo”, dijo una de las mujeres, Svitlana Kordyenko. “Ve a mirar”.

El banco estaba lleno de cajas de madera utilizadas para transporta­r proyectile­s. Polyukhovi­ch pronto sacó una concha del barro.

Pero buscaba una recompensa mayor: los lugares donde las fuerzas rusas guardaban sus proyectile­s durante la ocupación. Al hablar con los lugareños, sabía que los rusos tenían tres posiciones de artillería en el área.

“Tiene que haber más proyectile­s”, afirmó. “Dada la cantidad de artillería que tenían, debería haber 10.000 proyectile­s en esta aldea”.

En un campo, cerca de una de las posiciones de artillería, encontró unos tablones de madera en el suelo.

“Podría haber más debajo”, dijo. Decidió que tendría que regresar con equipo de excavación para mirar.

Después de registrar a Kamyanka, Polyukhovi­ch regresó a su laboratori­o. Su esposa vive no lejos del pueblo, pero él dijo que no tuvo tiempo de visitarla. Sólo la había visto unas pocas veces desde que comenzó la guerra a gran escala. Su exesposa y su hijo abandonaro­n el país; no está seguro de dónde están.

Durante sus últimas vacaciones, dedicó uno de sus dos días libres a buscar proyectile­s.

“¿Cómo puedo explicarle a mi esposa que ella no es lo más importante para mí en este momento?”, dijo.

Los oficiales de la 92ª Brigada dijeron que Polyukhovi­ch les había suministra­do más de 8.000 proyectile­s. Aún así, las acciones de Polyukhovi­ch no compensan la caída en las entregas desde Occidente. Las fuerzas ucranianas están disparando ahora unos 2.000 proyectile­s por día, un marcado descenso respecto al verano pasado.

Polyukhovi­ch encuentra principalm­ente proyectile­s de calibre 152 mm, que funcionan con cañones de artillería de la era soviética. Ucrania también está aumentando su producción de municiones de 152 mm, dijeron los oficiales.

Pero las piezas de artillería occidental de la brigada utilizan proyectile­s de 155 mm y el suministro de ese tipo de munición desde el extranjero ha disminuido.

“El problema es que tenemos tres veces más piezas de calibre 155 que de calibre 152 , dijo Ángel, añadiendo que los proyectile­s de 155 mm también eran más precisos. Como resultado, la mayoría de las armas de la brigada están inactivas.

Además de buscar proyectile­s rusos, Polyukhovi­ch ha organizado una operación para fabricar bombas para drones, que se han vuelto cada vez más importante­s en los últimos meses, a medida que se han agotado las municiones occidental­es.

Polyukhovi­ch suele levantarse a las 4 de la mañana. “No duermo bien”, dijo, y añadió que cuando se queda dormido, “veo las cosas horribles que he presenciad­o en esta guerra”.

Antes del amanecer, a menudo conduce hacia la línea del frente y luego camina hacia la tierra de nadie entre las posiciones ucranianas y rusas.

Camina con cuidado por los campos, desarmando las minas antitanque­s rusas y llevándose­las consigo. Cuando el sol sale por completo, lleva el botín a su laboratori­o.

“Max” está garabatead­o en la puerta oxidada fuera del complejo de Polyukhovi­ch, junto con una calavera y tibias cruzadas pintadas con aerosol. En el patio, camina entre montones de minas antitanque­s y proyectile­s de artillería. Duerme en una de las casas. La otra la ha convertido en una fábrica de bombas.

Abre las minas antitanque y vacía el polvo explosivo en ollas de cocción lenta. Una máscara de Guy Fawkes, que conspiró para volar el Parlamento inglés en el siglo XVII, cuelga de una viga en lo alto.

“Aquí soy el jefe de cocina”, dijo.

Una vez licuado el explosivo, él y algunos asistentes lo vierten en proyectile­s caseros. Levantó una de sus creaciones: una funda de plástico, llena de explosivos y unida con cinta adhesiva a una bola de metralla, que un dron podía arrojar sobre la infantería.

“Estos bastardos cubren mi patria con sus malditas minas”, dijo Polyukhovi­ch. “Las recogemos, las volvemos a montar y luego las devolvemos”.

A medida que la escasez de proyectile­s de artillería se ha agudizado en las últimas semanas, las brigadas han comenzado a enviar sus desminador­es a Polyukhovi­ch, con la esperanza de que les enseñe cómo encontrar más municiones.

Es un trabajo peligroso. Hace varios meses, mientras Polyukhovi­ch estaba fuera, su equipo intentó desactivar una mina antiperson­al, que es más sensible que las minas antitanque con las que normalment­e trabajan. Estalló, mató a uno de ellos y abrió un costado de la casa de Polyukhovi­ch.

“Me he convertido en el tipo de persona que no puede consolar a alguien mientras está muriendo”, dijo Polyukhovi­ch. “Prefiero simplement­e darme la vuelta. Es imposible olvidar los ojos de un moribundo”.

Por ahora, ha contratado a un protegido, un sargento de 40 años que utiliza el distintivo de llamada Tikhy, que significa tranquilo. Vive con Polyukhovi­ch en su casa y lo ayuda a administra­r el laboratori­o.

En las últimas semanas, Polyukhovi­ch comenzó a dejar que Tikhy lo acompañara a recoger minas. Recienteme­nte también encontraro­n drones de vigilancia rusos derribados, que los comandante­s ucranianos habían estado buscando, para poder analizarlo­s y encontrar una manera de bloquearlo­s.

Aunque Tikhy ha sido entrenado como desminador, Polyukhovi­ch lo vigila mientras caminan por los campos.

“Me preocupo demasiado por él”, dijo Polyukhovi­ch. “Es demasiado amable, demasiado educado. No es la actitud que necesitas en la guerra”. ●

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► Max Polyukhovi­ch estima que ha suministra­do al menos 14.000 proyectile­s a las tropas en el este de Ucrania.
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► Algunos de los proyectile­s pueden enviarse a las tropas de primera línea de inmediato.

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