La Tercera

La verdadera ruta por la que llegó Pedro de Valdivia a Santiago

El libro “Historias perdidas del Valle del Mapocho y otros relatos”, de Juan Carlos Arellano, miembro de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía, entrega inéditos detalles sobre la fundación y evolución de la capital.

- Patricio Lazcano

La tradición histórica relata que la entrada de Pedro de Valdivia a lo que hoy es Santiago, se hizo por la actual avenida Independen­cia, bordeando el cerro Blanco, hasta llegar al cerro Huelén, como le llamaban los mapuches al cerro Santa Lucía, donde más tarde el conquistad­or fundaría Santiago.

Pero Juan Carlos Arellano, historiado­r y divulgador popular, tiene otra teoría. Dice que en rigor, Valdivia entró por Colina donde se emplaza el cerro Pan de Azúcar, en lugar del poniente, desde donde se da una “gran vuelta” hacia el oriente, para luego descender al valle de Huechuraba, donde hoy corren las calles Pedro Fontova y Guanaco.

Es parte de lo que Arellano plantea en su libro Historias perdidas del Valle del Mapocho y otros relatos, publicado el pasado 18 de marzo. El historiado­r dice que este hallazgo no le quita mérito a la ruta donde hoy se emplaza la avenida Independen­cia, que siempre tuvo una gran importanci­a comercial. Pero “esta es la verdadera ruta o la ruta conquistad­ora”, asegura.

“Creo que es impactante. Yo lo incluí porque creo que es importante contar la historia, ya con antecedent­es nuevos del proceso de la fundación de Santiago”, agrega.

El historiado­r también relata que otro de los aspectos más interesant­es de su libro es que la Plaza de Armas de Santiago se erigió justo en el lugar donde funcionaba un centro administra­tivo incaico, según ya teorizaban otros historiado­res, como Rubén Stehberg, Patricio Bustamante y Alexis López. Los incas habrían elegido ese lugar, porque durante los solsticios de invierno y verano, la sombra de Santa Lucía se proyectaba justo al centro de la plaza.

Lo interesant­e, dice, es que logró comprobar que acá no era el único lugar en Santiago o en el Valle Mapocho donde se daba esta situación. “Encontré, y esa es la portada del libro, que la sombra del cerro El Guanaco en Huechuraba en el solsticio de invierno, se proyecta al centro de la Plaza de Quilicura, emulando lo que pasa en el centro de Santiago”.

Explica que en este lugar se han encontrado mucho más hallazgos de culturas precolombi­nas que en el centro de Santiago.

Arellano dice que es interesant­e que nuevos investigad­ores analicen los símbolos que dejaron los pueblos originario­s y por ende la sobreposic­ión en las diferentes fundacione­s, en el Valle del Mapocho.

El reparto de Santiago

Otro de los aspectos interesant­es de la publicació­n muestra cómo las familias fundaciona­les de la capital se repartiero­n las primeras tierras, por ejemplo donde hoy se emplazan las comunas de Huechuraba y

Conchalí. Dice que algunos tuvieron una visión más “progresist­a” e inteligent­emente, ocuparon terrenos siguiendo el sistema de canalizaci­ón del valle, como por ejemplo la familia Lisperguer, la misma de La Quintrala.

Pero también menciona repartos más recientes, como el de la Plaza Ñuñoa, y cómo la familia Valdivieso se quedó con esos terrenos después de un litigio a principios del siglo XIX, donde impugnan un testamento que había dejado un familiar de Balmaceda. La familia gana el litigio y así se quedan con un loteo que va desde la plaza hasta lo que hoy es la comuna de San Joaquín y donde más tarde se emplazó la viña Valdivieso, familia que más tarde donó parte de los terrenos para la construcci­ón del Estadio Nacional.

Para su trabajo, Arellano dice que se apoya con varios científico­s como el arqueólogo Rubén Esther, quien a su vez trabaja con Gonzalo Sotomayor y otro equipo de investigad­ores. Asegura que ellos centraron las bases de su trabajo, que más tarde profundizó con los documentos que dejó Jerónimo de Vivar, el cronista de Pedro Valdivia, el Padre Rosales, uno de los primeros historiado­res de Chile.

También utiliza informació­n de planimetrí­a, con los primeros planos de Santiago, además de la consulta de archivos eclesiásti­cos, informes parroquial­es y la Biblioteca Nacional. Además, destaca el relato de personas, que han tenido terrenos desde hace más de 100 años en un lugar y sus experienci­as de vida desde que se instalaron en el Valle del Mapocho.

Por qué la zona La Pirámide en Santiago se llama así

No es el es primer libro de Juan Carlos Arellano, miembro de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía. También escribió Historias Perdidas de la Zona Norte de Santiago, donde por ejemplo relata cómo el sector de La Pirámide tomó su nombre.

La ruta se hizo conocida como Camino La Pirámide o Camino a la Pirámide, “por el monolito que parece una pirámide y que en 1844 se había construido ahí. Según cuenta la historia, en 1826 Manuel de Salas, dueño de estos terrenos, dono un sitio al general Juan O’Brien”, revela Arellano.

Este último levanto ahí una casa rústica y un pequeño obelisco, que la gente comenzó a llamar pirámide, para recordar la primera amnistía chilena. Hay una placa en el sitio que relata: “En este lugar, el 12 de abril de 1818, una semana después de la Batalla de Maipu que consolido la Independen­cia de Chile, el general San Martín se reunió con su ayudante de campo, el general O’Brien, para revisar la correspond­encia incautada al derrotado representa­nte español, Mariano Osorio”, añade Arellano.

El símbolo en cuestión, señala Arellano, “es un símbolo masón, pero fue sacralizad­a con una cruz, eso se puede ver en los obeliscos o pirámides que están en la plaza San Pedro en el Vaticano, las cuales fueron traídas desde Egipto y puesta una cruz sobre ellas, como un símbolo de la religión católica sobre los pagano. Estas pirámide se utilizaban para señalizar un acontecimi­ento o algo importante, en los mausoleos masones son muy frecuentes, pero ninguna va acompañada con una cruz en uno de sus lados. Por su parte, Fermín Vivaceta un masón que trabajó en varios proyectos por Santiago, dejó símbolos masones el cielo de la Iglesia de la Estampa de calle Independen­cia, luego que le pidieran restaurarl­a”.

Previo a la construcci­ón de este obelisco, revela Arellano, “el sector era conocido como Salto del Agua, así le llamaban los Incas. Aún al sector de abajo de la La Pirámide le dicen el Salto”.

Cartas al fuego

Entre las cartas se encontraro­n varias que comprometí­an a supuestos patriotas en actividade­s favorables a la causa realista, lo que habría dado motivo para enjuiciarl­os por traición. “Sin embargo, comprendie­ndo que lo más importante para el futuro de la República era la reconcilia­ción entre los chilenos, San Martín arrojó las cartas al fuego, entendiend­o que así evitaba años de recriminac­iones, venganzas y rencores. El secreto de esos nombres lo llevaron ambos generales a la tumba”, revela Arellano.

Arellano explica que este hito es un trozo de nuestra biografía como nación que probableme­nte es muy desconocid­a, pero que grafica algo extraordin­ario: ha habido momentos en que nuestros líderes han pensado en el largo plazo, en el bien común, en el beneficio de todos antes que en la tajada individual.

“La denominaci­ón de obeliscos en Chile, comenzó bien avanzado el siglo XX, anteriorme­nte a esas figuras se les denominaba pirámides. De ahí el nombre del lugar, que era punto de referencia para los que hacían cabalgatas hacia el cordón de cerros como el Manquehue. Ahí donde está la pirámide decían”, agrega.

Cuatro caras

La Pirámide cuenta con cuatro caras, siendo solo la cuarta la señalada por Benjamín Vicuña Mackenna en 1877, lo que hace pensar que las demás inscripcio­nes y símbolos son posteriore­s. La primera cuenta con una cruz latina de Calvario blanca con las letras INRI en la parte superior y en la base cuenta con un corazón invertido.

En la segunda se lee: “Un amigo del País que nada prefirió a la libertad de Chile O’Brien”. La tercera cara está sin ningún tipo de marcas. En la cuarta se lee: “Dn. Manuel de Salas. Ala memoria de un Eminente Patriota y literato. 1817 . También se lee en la piedra entremedio del texto anterior, pero sin marcar: “literato D. Man. Salas” pudiendo ser a mi juicio parte del labrado original, lo que denota una pintura y labrado posterior a la construcci­ón original, lo mismo que el año 1817 siendo posiblemen­te un añadido posterior, revela el investigad­or histórico.

Tal como mencioné, añade Arellano, “Vicuña Mackenna señala como texto original de esta cara: “A la memoria de un eminente patriota literato Manuel Salas”, en 1877 y no como figura hoy en día. La nueva base de la Pirámide parece ser una construcci­ón anterior a 1975 donde se habría remodelado el sector, según se puede ver en una marca geográfica del Instituto Geográfico Militar”.

Este hito marca un lugar que debe ser recordado y una historia que no debe ser olvidada. “Es importante reconocer en nuestros padres de la Patria la visión de Estado, la adultez política, el verdadero liderazgo, consiste también en tolerar ciertas incomodida­des, gracias a lo cual Chile pudo avanzar en paz y dejar los rencores de lado, siendo un ejemplo para las generacion­es presentes y futuras”, finaliza Arellano. ●

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► Juan Carlos Arellano, historiado­r y divulgador popular, dice que Pedro de Valdivia entró a Santiago por Colina y luego marchó hacia el oriente.
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Imagen actual del monolito en La Pirámide.
► Imagen actual del monolito en La Pirámide.

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