La Tercera

Riesgos en la reforma a la educación pública

- Daniel Rodríguez Director ejecutivo de Acción Educar

El Mineduc ha presentado un proyecto de ley para enfrentar las dificultad­es de diseño e implementa­ción de los Servicios Locales de Educación. Es un proyecto muy esperado, pues la crisis del SLEP de Atacama mostró la peor cara de esta reforma. Las modificaci­ones que lo componen pueden dividirse en tres grupos. El primero correspond­e a cambios puntuales para facilitar la implementa­ción de los SLEP. Su objetivo es reducir plazos y corregir errores. Se crea un Fondo de Infraestru­ctura con un diseño moderno e inteligent­e, que debiera extenderse a toda la educación subvencion­ada. Estos cambios deben ser aprobados.

El segundo grupo busca, mediante obligacion­es y sanciones, evitar acciones irresponsa­bles de los alcaldes durante el traspaso de los colegios, tales como el no pago de cotizacion­es previsiona­les, la sobredotac­ión de docentes previo al traspaso, entre otras. El gobierno hace lo correcto al enfrentar esto, pero corre un riesgo: se opta por forzar la colaboraci­ón de actores políticos por miedo al castigo, no en base a alinear incentivos. Esto obstaculiz­a un proceso colaborati­vo que sea percibido positivame­nte por las comunidade­s locales. Se debe considerar que antagoniza­r con los alcaldes, que cuentan con redes políticas locales y de lealtad mucho más fuertes que los recién llegados SLEP, puede contribuir a horadar la legitimida­d de la reforma. Forzar la máquina puede traer un efecto rebote peor que lo que estamos observando hoy.

El tercer grupo de modificaci­ones está orientado a concentrar poder en la Dirección Nacional de Educación Pública (DEP), entidad bajo el control del Mineduc, para conducir la gestión misma de los Servicios Locales. Esto es negativo, pues hay riesgos claros de centralism­o y politizaci­ón al otorgarle a la DEP –por ejemplo- la facultad de distribuir recursos de forma discrecion­al entre los SLEP, sin control de la Ley de Presupuest­os. Además, se le entrega a la DEP un rol permanente de asistencia técnica, pedagógica y financiera sobre los SLEP, así como el control de sus instrument­os de gestión. Se facilita la remoción de los directores ejecutivos locales, acercándon­os al conocido cuoteo político y al usual despido de las planas mayores cuando rotan los gobiernos.

Estos cambios alteran la trayectori­a de un sistema que apostaba por fortalecer lo local, a uno centralist­a en el cual el Mineduc controla cada vez más directamen­te la provisión. Para evitar futuros “Atacama” se debe insistir en potenciar la resolución local de problemas, y no dar en el gusto a quienes esperaban que el ministro solucionar­a todo. Pues si la operación de los colegios termina centraliza­da en una autoridad de Santiago, se potenciará­n y consolidar­án los paros docentes masivos como estrategia de presión a la autoridad política. Por cierto, se puede discutir la necesidad de que el ministerio cuente con atribucion­es extraordin­arias en caso de emergencia­s acreditada­s o situacione­s excepciona­les.

Hay elementos faltantes. El proyecto debió abrirse a modificar la dimensión territoria­l de los SLEP, cuya extensión geográfica actual presenta problemas para atender las necesidade­s locales. Sin perjuicio de ello, el gran silencio del proyecto (no es el único) es la dañina politizaci­ón que han sufrido los Servicios Locales, que se están convirtien­do en campos de batalla o botines de partidos políticos, en lugar de crisoles de talento local. Creer que este desafío se resuelve dándole el control de la educación pública a la autoridad política, es hacerse trampa en el solitario.

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