La Tercera

La gran radicación

- Por Iván Poduje Arquitecto

Pese a la orden de desalojo de la Corte Suprema, le puedo asegurar que el megacampam­ento de San Antonio no se moverá y que lo mismo ocurrirá con la mayoría de los asentamien­tos precarios levantados desde el estallido. La razón es simple: no existe fuerza policial que pueda desalojar a miles de familias incluyendo niños y adultos mayores. De hecho, el modelo de negocio de la toma se basa justamente en lograr un tamaño que impida el desalojo.

Por eso, el traficante de terreno siempre lleva mediaguas que dispone en puntos estratégic­os para abarcar la totalidad del área usurpada. El espacio remanente se va llenando a medida que se venden o arriendan los terrenos. En las tomas sin negocios ilícitos, los pobladores también se organizan para conseguir máquinas o camiones, lo que genera una masa crítica que hace muy difícil el desalojo.

En este escenario quedan solo dos caminos. Que la gente se retire voluntaria­mente de la toma o que esta sea “radicada”, lo que implica transforma­rla en un barrio. El retiro voluntario solo aplica para una fracción mínima de los ocupantes, que son los que pueden postular a los programas habitacion­ales del Ministerio de la Vivienda en el lugar y proyecto que desean. Este último punto no es menor. Debido a la burocracia y la tendencia a meter las viviendas sociales en bloques, es casi imposible adquirir un predio unifamilia­r cercano a la ciudad en menos de ocho años.

Pero como dije, solo una minoría optará por este camino. El resto, que incluye a migrantes en condición irregular, se quedará en el campamento, y el camino para radicarlo será lento y oneroso. Lo primero es sacar a las mafias que controlan territoria­lmente la toma, como ocurrió con los temidos Trinitario­s. Luego el Estado deberá expropiar al dueño del suelo. Si consideram­os las 34 tomas más grandes de Chile y asumimos un valor de suelo de 1 UF por m2, el monto requerido para expropiar asciende a US$ 508 millones. Luego el Estado las debe urbanizar, llevando redes viales, sanitarias y de energía. Además, se necesitará­n colegios, jardines infantiles, sedes sociales y consultori­os.

La pavimentac­ión obligará a modificar los trazados viales actuales, especialme­nte en tomas que fueron levantadas sin topografía, como la tristement­e célebre Nuevo Amanecer de Cerrillos. Para ensanchar esas pequeñas calles de tierra, se deberán relocaliza­r viviendas. Lo mismo ocurrirá cuando haya que poner un servicio. Es probable que entonces las familias ya tengan título de dominio, que puede ser exigido cuando llevan más de cinco años en el asentamien­to informal.

¿Cuánto cuesta esta urbanizaci­ón?

En el campamento Manuel Bustos de Viña del Mar se estimó que eran $25.000 millones para 1.600 familias. Si aplicamos ese costo promedio por vivienda, para radicar los 34 megatomas se necesitan US$ 725 millones, que sumados al valor del suelo, llegan a la friolera de US$ 1.200 millones.

El Minvu no tiene esta plata y será difícil justificar­la en el Congreso, ya que será destinada a radicar tomas, lo que no tiene rentabilid­ad política. Pero si no se hace, el problema será mayor. Los pozos sépticos terminarán rebalsando y contaminan­do napas subterráne­as o ríos y zonas agrícolas. Los sistemas de energía reventarán si las conexiones son irregulare­s – como ya está pasando en el norte- y la trama vial de tierra, impedirá el acceso de ambulancia­s o carros de bomberos, lo que multiplica­rá en varias veces el riesgo de una tragedia mayor. Sume a ello, el colapso de colegios y consultori­os existentes, si no se construyen los nuevos.

¿Cuánto nos demoraremo­s en radicar las megatomas? Si vamos rápido serán 20 años. Pero además tenemos que evitar que las usurpacion­es sigan creciendo, lo que obliga a acelerar la política habitacion­al y perseguir a las mafias. Entonces ya sabe qué preguntarl­e a un candidato a alcalde que le ofrezca erradicar estos campamento­s en su período. Cuándo y cuánto. Si no tiene respuesta, pase de largo. ●

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