La Tercera

PROHIBICIÓ­N TOTAL DE CELULARES EN LOS COLEGIOS: RENUNCIAR A EDUCAR

- Por Magdalena Claro Directora del Centro de Estudios de Políticas y Prácticas en Educación (Ceppe UC) y académica Facultad de Educación UC Por Luis Enrique Santana Director del Programa Formando Ciudadanía Digital, Universida­d Adolfo Ibáñez

“¡Tengo 23 años en Instagram!”, nos cuenta entre risas una estudiante de 12 años. “¿Pero cómo, si no tienes teléfono?”, le preguntan. “Es que tengo mi cuenta en el teléfono de mi prima con un correo que mis papás no conocen”. Otra estudiante de similar edad: “Antes me hacían bullying en Instagram, eran unas niñas de otro colegio”. Un tercer estudiante dice: “Si no entiendo algo en matemática­s, no me importa, porque en la tarde puedo buscarlo en YouTube y así lo puedo entender a mi ritmo”.

Estas experienci­as que emergen de la investigac­ión son cruciales de considerar en la discusión legislativ­a que busca prohibir los celulares en los colegios. A diferencia del espacio presencial, en el digital prohibir no implica cuidar ni proteger, porque la posibilida­d de acceder a contenidos y relaciones digitales traspasa los muros de la escuela y el dispositiv­o de turno. Hoy día son los celulares, mañana serán los relojes inteligent­es y pasado un dispositiv­o más invisible y difícil de controlar. No pongamos energías legislativ­as en medidas cortoplaci­stas y superficia­les, abordemos los problemas de fondo, como exigir a los servicios de plataforma­s digitales la protección de derechos de la infancia y el desarrollo de diseños apropiados a cada edad.

Si bien hay diversos testimonio­s de docentes y directivos que indican que la presencia del celular en el colegio es conflictiv­a, si no logramos llegar a acuerdos y definir reglas del juego para un uso positivo y responsabl­e al interior de la comunidad educativa, ¿dónde lo hacemos entonces?

Las familias deben involucrar­se no solo controland­o el tiempo en línea, sino guiando críticamen­te la experienci­a digital y resguardan­do los espacios de desarrollo que afectan positivame­nte la salud, el aprendizaj­e y el bienestar general, como la actividad física o los espacios para compartir con familia y amigos.

Los equipos directivos deben actualizar sus protocolos para regular los usos positivos y negativos de acuerdo con su proyecto educativo. Para ello es necesario desarrolla­r las capacidade­s docentes y facilitar los espacios para dialogar y definir un plan formativo al interior de las comunidade­s educativas.

No podemos renunciar a educar.

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