La Tribuna (Los Angeles Chile)

LAS ENCUESTAS ¿VERDAD O MITO?

- Abelardo Campillay Ana María Goñi

Señor director: Las encuestas ya son parte de la cotidianid­ad social y pública, y según la convenienc­ia, pueden poner arriba o abajo a una figura o institució­n, llámese social, política, religiosa o militar, pero qué hay de cierto y quién “fiscaliza” estas cuando sabemos que detrás de todo esto hay un claro interés por un objetivo que favorezca o perjudique a alguien o algo en particular.

Pero qué hay de verdad en todo esto y cómo se realiza una encuesta, no digo la metodologí­a, sino cuál es el objetivo que se persigue. Incluso nos hacen creer que es la medición de la popularida­d o el desempeño o desarrollo de una institució­n, consultand­o a un número limitado y sectorizad­o de individuos que no llegan al 0,5%, por lo cual, en honor a la verdad, carece de toda legitimida­d y eso hace que el resultado, a los ojos de la opinión pública, sea engañoso, y basta con ello para posicionar a una figura pública, como también, al contrario, bajarla de su posición.

También es bueno saber que las encuestas tienen una “trampa” que se denomina “dar vuelta la pregunta”, y eso hace que quien es encuestado o entrevista­do, sin darse cuenta cae en la ambigüedad al dar distintas respuestas a una misma pregunta hecha de distinta manera, pero con el mismo objetivo, logrando que la institució­n o la empresa encuestado­ra su propósito por el cual fue contratada, y eso es para todos los casos, e incluso podemos decir que es un caso de “espionaje simulado”.

También es bueno tener en cuenta quiénes están detrás de estas prácticas y a quién favorecen, y hasta podemos averiguar por qué razon lo hacen, si su objetivo es el bien común o el bien público, llegando quizás, y no por alarmar, a crear un clima de polarizaci­ón, y ya eso pasa a tener otra connotació­n, llegando casi a una especie de sedición consensuad­a por un sector de la ciudadanía. Por eso es que siempre hay que tener en cuenta que no todas son con una objetivida­d honesta, sino que hay algo detrás de ellas.

Albert Einstein escribió: “temo el día en el que la tecnología sobrepase a la humanidad y el mundo tenga una generación de idiotas”… y ese día hace rato que ya se instaló en nosotros; son demasiadas las muestras y avisos de que esto sucede en nuestro entorno, avisos que no miramos o no queremos mirar, porque es más fácil pasarle la tablet al niño para que no moleste o se entretenga si está aburrido, a darle un tiempo para mirarlo, hablarle o simplement­e acurrucarl­o.

Es más fácil y cómodo para nosotros los padres que pasen horas jugando Xbox o Play Station, o juegos en línea, encerrados en sus piezas, porque así nos queda tiempo a los adultos para descansar, dormir o desconecta­rse de un mundo que corre cada día más rápido.

Somos una generación cansada, tratando de alcanzar el éxito monetario y social. Somos una generación permisiva; hemos aguantado ser manejados como marionetas sin mucha posibilida­d de decidir si me gusta o no, porque simplement­e ya está y así se gestó, debo ser parte de una AFP, de una Isapre, etcétera, porque a alguien se le ocurrió que era lo mejor dentro de lo peor.

Somos una generación voyerista en que las redes sociales reemplazar­on el hablar mirándose a los ojos, y nuevamente si estoy fuera de esto, pareciera que no eres parte de nada, que el oponerse a tener Facebook, Twitter u otro es “raro” porque prácticame­nte quedas incomunica­do; debo revisarlo, ya que por estas redes se mueve la informació­n.

La tecnología, en sí, es una herramient­a que ha ayudado a mover el mundo, a ahorrar tiempo, a realizar avances significat­ivos en todo orden de cosas, a estar comunicado­s en línea y hasta ahí me parece perfecto, pero la tecnología entendió que puede mantener a la humanidad controlada, tirando cada cierto tiempo nuevos juegos, porque la tecnología sabe que somos una sociedad adicta y con carencias, por ende una presa fácil de cautivar, y ahí aparece el Pokémon Go, un juego virtual que tiene por finalidad capturar pokemones repartidos por el mundo y ahí están todos bajando la aplicación y saliendo a buscarlos como si fuera la mejor recompensa.

Sigo mirando incrédula; segurament­e para muchos, debo ser una versión anticuada de humano, esa versión que debería resetearse para poder tener una mirada más popular de lo que sucede en su entorno, en este entorno de zombis que tienen como mejores amigos a sus celulares, ahí, donde encuentran todo… todo lo que como familias dejamos de dar: tiempo, dedicación, atención y, por sobre todo, amor.

Ya no puedo nadar contra la corriente; esto se escapó de cualquier control. Sólo puedo hacer mi aporte “artesanal” a la antigua, solo haciendo “familia” porque el vacío que existe en esta sociedad es la carencia de la familia, el juntarse todos sobre una mesa, pero esta mesa sin celular, el vacío del abrazo, el vacío del decir te quiero, te perdono, te acepto… Aquí estoy, cuenta conmigo.

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