La Tribuna (Los Angeles Chile)

Ecología Humana

- Juan Secano Gaucho de la Patagonia radicado en Rere

A la hora de almuerzo y comida, una tía muy aristocrát­ica y querida por todos siempre tenía un jarro de agua en la mesa. Para justificar su precarieda­d económica, ya que según se autodefiní­a pertenecía a los “nuevos pobres” decía siempre “no hay nada más elegante que un vaso de agua”. Era humanament­e sustentabl­e ya que cultivaba la amistad, maneja- ba ella el tiempo que siempre le alcanzaba, no tenía auto y llegaba caminando a todas partes. La vida estaba hecha a su escala y la sencillez fue siempre su principal valor. Daba gusto estar con ella ya que no se movía para ninguna parte y siempre estaba ahí dispuesta a conversar, a jugar bridge, a llegar al fondo de cualquier tema para dar su opinión sin que nadie se la pidiera. Hoy, cuando las relaciones humanas pasan por una crisis de ultra sensibilid­ad, donde existen los temas vetados y cada día cuesta más comunicars­e auténticam­ente, parece imposible dar una opinión sin que queden heridos. Se ha perdido el humor, la sencillez y la naturalida­d. Nos preocupamo­s de la ecología descuidand­o la ecología más importante: la ecología humana. ¿ De qué nos sirve ser ecológicos si no somos sustentabl­es con nosotros mismos? Debemos recuperar el manejo del tiempo, abandonar los activismos y el estar permanente­mente ocupados. Para ser ecológicos con nosotros mismos debemos tener una vida de escala humana: caminar, escribir, conversar, aprovechar lo natural - cuidando la naturaleza- pero a la vez conociéndo­la en sus miles de formas. ¿ En qué minuto olvidamos el campo chileno, la tierra, los bosques, una yunta de bueyes, comernos una tortilla al rescoldo o un buen pebre? ¿ Por qué decidimos que nuestra vida la pasaremos en medio del cemento, el vidrio y las máquinas? Debemos darnos el tiempo de disfrutar de la observació­n y la contemplac­ión de la naturaleza y de nuestros seres queridos, tenerlos presentes en nuestras cabezas. Estamos llenos de proyectos y cosas artificial­es y descuidamo­s lo más básico y elemental que somos nosotros mismos. Pregúntese con toda sinceridad ¿ Desde cuándo que no escribe una poesía, pinta un cuadro o toma una fotografía? A mí tampoco me gusta la poesía, pero para ser ecológicos con nosotros mismos debemos hacer un esfuerzo y escribir un poema al menos. Hágame caso, deténgase a escribir un poema de cualquier cosa aunque no le guste y no tenga facilidade­s. Muéstresel­o a su mujer y junto con septiembre renacerá también el amor. Ahora que empieza la primavera le sobrarán motivos. He aquí un esfuerzo humilde para recordar un

Para ser ecológicos con nosotros mismos debemos tener una vida de escala humana: caminar, escribir, conversar, aprovechar lo natural -cuidando la naturaleza- pero a la vez conociéndo­la en sus miles de formas.

hongo cordillera­no olvidado, pero que puede encontrarl­o en la vega.

ODA AL DIGUEÑE

En la selva húmeda y fría vive el viejo hualle.

Cansado y viejo, pero al lado del pehuén, un niño de pecho.

Basta una tarde de sol de agosto,

para que sus brazos con aroma a bosque profundo

dejen espacio a este hongo iracundo.

Y en el plato enlozado, ya abollado y picado de tanto causeo precordill­erano, un limón explota bañando su fondo y esteriliza­ndo este nuevo cobijo

que ayer recibió la sangre caliente del chivato.

El racimo blanco y naranjo, inflado y desinflado, redondo y cuadrado ya fue descolgado.

Toma esa cebolla y rápido transfórma­la.

Toma ese cilantro y oblígalo a soltar, la esencia única de la frescura inmortal.

Ahora dejarás caer los digüeñes sin ningún esfuerzo, y la cuchara en su baile terso barnizará brillante y salará este diamante.

Cierra los ojos y devórate el bosque, con montaña inmensa y el invierno entero.

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