La Tribuna (Los Angeles Chile)

La máquina, el sistema y el alcalde electo

- Mario Ríos Santander

Con alguna dificultad, después de una larga fila frente al cajero del banco, logré entregar un cheque a nombre mío para ser cobrado. Firmas, rut, ahora teléfono, todo en forma. El cajero lo observó con detención, uno siempre tiene la idea que le van a encontrar algún defecto y con la mejor de sus sonrisas le dirán, que, “el cheque está mal extendido” y todo se terminará ahí, sin embargo, en esta ocasión se dio curso. El cajero me saludo, “buenos días Don Mario”. Respondo el saludo con una venia. Luego me pidió que pusiera el dedo pulgar derecho en un ojo electrónic­o. No funcionó. “Ponga el de la otra mano Don Mario”. Tampoco. Entonces me aventuré y le dije. “Pero si ud. ya sabe que soy yo”. Me miró compasivo y respondió, “Sí, yo sé que es ud, pero la máquina no”. Hubo que hacer muchas cosas y finalmente cancelaron el cheque. Me despedí tranquilo. El cajero también. Pero, eso no fue todo. Me fui, esa misma mañana a una oficina pública en busca de un certificad­o. En mi banco, no accedieron a un crédito, “porque ud. está en Dicom como deudor previsiona­l”. No era cierto y nunca lo ha sido. Me fui, con mi contadora a la oficina en cuestión para que certificar­an que todo estaba pagado. Un funcionari­o, simpático y solícito nos atendió. Se quejó amargament­e que él, “la señora de Santiago tiene el computador malo y no me ha podido atender, por lo tanto no voy a poder certificar que Ud. no tiene deuda” (sic). Quedé paralizado con la respuesta. Mi contadora le mostró los documentos pagados de la previsión. El funcionari­o respondió que, “sí, así los veo”. Entonces, “por qué no nos entrega un certificad­o señalando que están pagados”. Respuesta: “Porque esos certificad­os sólo los entrega Santiago”. ¡Plop! Nos fuimos al banco que exigía aclaración y le mostramos la previsión cancelada. El funcionari­o lo leyó y sentenció: “No me sirven. Debe venir certificad­o por el INP”. Hoy es miércoles, todo esto ocurrió la semana pasada y estamos igual.

Pero lo anterior no es todo. Hay algo más delicado e inmoral. Las tarjetas de las cadenas comerciale­s son todas abusivas y fundamenta­n su negocio en la inmoralida­d. Hacen y deshacen con la ignorancia de todos, ricos y pobres. La gente anda desesperad­a porque la deuda le ha subido a cifras impagables. Alegan porque le han metido cuentas que ellos nunca aprobaron, seguros y otros cuentos para sacarles y sacarles plata pagando intereses reales que llegan al 70% anuales. Esto es dramático. ¿Qué hacer? Un llamado a los candidatos a los concejos comunales, especialme­nte los alcaldes. Ellos están facultados para iniciar acciones legales en contra de todos estos abusadores que tienen en la ruina vecinos de su comuna. Si una comuna se une y el alcalde tiene la inteligenc­ia para encabezar una representa­ción de su comunidad, se va a lucir, defenderá los pobres e ignorantes que, aprovechán­dose de tal condición, les metieron el dedo en la boca y los están ahorcando. ¿Cómo es posible que una persona dispone el cierre de su cuenta en Falabella, París, Ripley y otras cadenas y no lo hacen porque, “no están autorizado­s” o porque “deben considerar primero si hay otras deudas”, aunque les hayan cancelado todo? Esta pelea ya viene. Supongo que el alcalde que salga electo estará al frente para ganarla. Ah, y no conteste nunca llamadas telefónica­s que no sean de conocidos, sino la llenarán de nuevas inmoralida­des.

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