La Tribuna (Los Angeles Chile)
¿Liceos mixtos o no?
Yo estudié en un liceo mixto y no entendíamos cómo podía haber liceos o colegios para estudiantes de uno u otro sexo. Aprender a socializar temprano con las niñas fue una experiencia enriquecedora y realista, ya que la sociedad está compuesta por hombres y mujeres; en mi caso, además, fue muy importante ya que soy hijo único. Las críticas eran dos: las niñas iban a adquirir conductas masculinas y perderían femineidad y viceversa en el caso de los muchachos; lo segundo era que las notas no iban a ser tan buenas comparados con los demás establecimientos. Ninguna de las dos profecías se cumplió, y terminé con compañeras cada vez más esplendorosas y bellas, y todos ingresamos a la universidad o a las escuelas normales. Era la prueba empírica que la educación mixta era mejor.
Esa educación se denominaba coeducacional, y nosotros la valorábamos por el sentido histórico. En efecto, aprendimos que el autor de la educación mixta fue Francisco de Miranda, el precursor de las ideas de la Independencia de Latinoamérica; para él la emancipación era una educación que fuera igual para mujeres y hombres, tal como para Mateo de Toro Zambrano, quien defendió el derecho a la educación de las mujeres como forma de mantener la paz social, la integración familiar y la armonía cultural.
Como quiera que sea, al apretar los argumentos se remontan al pasado donde había una educación masculina para la República, para el mundo público y los liceos femeninos educaban para ser buenas esposas o madres; si bien es encomiable que las mujeres sean buenas esposas y madres, el argumento tiene casi un siglo de antigüedad.
La realidad muestra otra cosa, el número de liceos mixtos ha aumentado permanentemente y es el 96% de los establecimientos, el resto es una reliquia que conserva una tradición que sin duda se extinguirá, pero déjenlos que mueran de muerte natural, ya bastante tienen los liceos emblemáticos, que son mayoritariamente de un sexo, con todo lo que le han hecho sus estudiantes y los ministros de educación. Rodrigo Larraín Académico de la Facultad de Ciencias Sociales U. Central