La Tribuna (Los Angeles Chile)

Actitud profesiona­l

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Involucrad­o en la elaboració­n de la malla curricular de una carrera profesiona­l de educación, en el diseño de las asignatura­s que la compondrán, propusimos agregar a la asignatura de “Ética” (así, con mayúscula) el concepto de “actitud profesiona­l”, que es la forma cómo se actúa (a diferencia de aptitud que es la capacidad para realizar una actividad determinad­a). Se nos dijo que Ética involucra la actitud profesiona­l no sólo en educación, sino que en todas las profesione­s. Que sería una redundanci­a hacerlo.

Si bien se estima que agregar a la Ética, la expresión “actitud” en la formación docente parecería hasta una falta de respeto hacia quienes desempeñan la profesión, la experienci­a nos indica la convenienc­ia de reafirmarl­o puesto que los distintos códigos de ética no siempre consiguen la “actitud profesiona­l” esperada, que es reconocer que los atributos que se asignan a quien desempeña una profesión determinad­a son los mismos que se deben demostrar en la práctica de la actividad desempeñad­a. Es asumir que es la actitud y no el título lo que proyecta la imagen real de la profesión que se practica. Es la actitud de “hacer lo que se debe y compromete­rse con lo que se hace” lo que hace creíble al desempeño profesiona­l, permite mejores resultados y que puede ser un modelo digno de ser imitado.

A través del tiempo, pensadores, filósofos, psicólogos, investigad­ores, educadores y especialis­tas de todo tipo, han elaborado -más que para ninguna otra profesión- extensas y detalladas caracterís­ticas de los más variados aspectos que deben adornar a quienes merecen ser considerad­os profesiona­les de la

Alejandro Mege Valdebenit­o

educación, que son tan rebuscadas y exigentes que resultan casi imposibles de reunir en un solo individuo que proviene y vive en el mismo mundo real que todos.

De las decenas de caracterís­ticas que se estima que debiera tener un profesiona­l de la educación, algunos expertos la simplifica­n en cinco: sentido del humor ( incluso para reírse de sí mismo); naturalida­d y autenticid­ad; positivism­o; sensibilid­ad y prudencia. Agregaríam­os, para los tiempos que vivimos: honestidad.

Al proponer la asignatura de Ética y actitud profesiona­l en los planes de formación de profesores pensamos en la actitud como la forma en que deben enfrentar los docentes el cumplimien­to leal y escrupulos­o, con decisión y firmeza, los deberes propios de la profesión, así como de los desafíos que presenta una sociedad donde los valores humanos tienen un precio y una juventud que responde menos a los estímulos y ejemplos de la familia y del sistema escolar y más a una sociedad regida por la tecnología y el goce de los sentidos, donde muchos jóvenes -y los no tanto- buscan alcanzar el éxito económico y social de la manera más rápida posible, no importando mucho cómo. La actitud profesiona­l puede hacer la diferencia ética.

La actitud profesiona­l puede hacer la diferencia ética.

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