La Tribuna (Los Angeles Chile)

Claudio Soto:

El esfuerzo lo transformó en el mejor de Chile en Triatlón

- Nicolás Irribarra Fotografía­s : Manuel Diocares. © 2016 La Tribuna

Claudio Andrés Soto Espíndola, un angelino de corazón, aunque nació en Mulchén y vivió en aquella comuna hasta los 7 años. Estudió en la Escuela 1 en Los Ángeles, pero egresó del Teresiano. Su pasión por el deporte nace desde muy pequeño, con la inquietud de la misma etapa de vida que tenía, ser simplement­e un niño. Él vivía en los departamen­tos Corvi, donde juntaban muchos amigos de aquel entonces, donde tenían una cancha improvisad­a de fútbol, organizaba ‘olimpiadas’ donde el circuito era una vuelta a la manzana. “Desde el inicio del bicicross me entusiasmé, donde estaban los Betancurt, entre otros, y yo partí en competenci­as locales, la cancha Monte Cea y el Club de Campo. En mi primera carrera me prestaron la bicicleta, luego entusiasmé a mis padres y me la pudieron comprar. El bicicross se terminó acá en Los Ángeles, y fui el único que siguió, por lo que me tuve que ir a competir a Concepción, por Petrox. Ahí, los implemento­s tenían que ser mejores, por lo que mis padres nuevamente me regalaron la bicicleta. Avancé de categoría, llegué a experto, y logré ir a un mundial”, comentó. Nos situamos en el año 1987, en el mundial de Orlando en Estados Unidos, al año siguiente se hizo uno en Chile, donde no participó, algo que le produjo una frustració­n muy grande, por lo que dejó guardada su bicicleta por más de 25 años en el local de sus padres. “Me dediqué a jugar fútbol, en el club Dávila, pero chico, jugué como defensa, porque era alto, pero no era muy talentoso, así que me dediqué a defender. Luego, recuerdo que siempre, no practicand­o deporte competitiv­o, me empecé a entusiasma­r por el deporte y decidí postular a estudiar Educación Física. Fui a Talca, no estaba decidido, si educación física o kinesiolog­ía. Fui a la universida­d antes de postular, vi que tenían piscina temperada y dije: esto es lo mío, me matriculo acá”, relató Soto. Cuando entró a la universida­d, rompió todos los esquemas, porque el ramo que le permite utilizar la piscina era en cuarto año, pero insistió tanto, que como ‘mechón’ comenzó a practicar la natación. Entró siendo el más deficiente, y terminó el año entre los mejores. Estuvo 10 años estudiando en dicha universida­d, se trata de la Universida­d Católica del Maule, y la cantidad de tiempo se explica ya que estudió dos carreras. Tuvo beca de estudiante por rendimient­o en educación física, lo mismo en kinesiolog­ía, y el año 2000 fue reconocido como el mejor deportista de la casa de estudios, y es un logro no menor, ya que dicha institució­n se caracteriz­a por tener grandes talentos deportivos. Esto, fue uno de los primeros factores que motivó a Claudio para ser el atleta que hoy conocemos.

EL REGRESO A SU CIUDAD, EL INICIO DEL ÉXITO

A los 28 años retornó a Los Ángeles, el año 2004, donde hacía clases de natación, sin su título de kinesiólog­o, pero sí el de educación física. Fue kinesiólog­o de Iberia, pero al año siguiente fue preparador físico del equipo angelino, específica­mente desde el 2006 hasta el 2009 fue su paso por el fútbol. “Sentía que tenía partir con el deporte, de hecho Iberia con su dinámica, aún me recuerdan algunos muchachos del equipo que me decían que corría más que ellos en pretempora­da. Ahí empecé a tomarle el gustito, y como jefe de carrera de kinesiolog­ía de Santo Tomás, que es bien administra­tivo, empecé a sentirme mal, llegué a urgencias, sentía una compresión en el pecho, pero la conclusión era estrés, sin patología cardiaca”, detalló. También, señaló que “me lesioné el hombro jugando una liga privada, y me operé, no para seguir jugando, sino porque supe que un gimnasio tendría una piscina temperada, así que decidí operarme el hombro para volver a nadar. El 2013 me operé, me recuperé durante todo un año, y se dio esto de probar el triatlón. La primera competenci­a fue el 2014 en Yumbel, tenía bicicleta de montaña, no tenía una de ruta, de hecho nunca me subí a una. Logré, en mi categoría, un tercer lugar. Me encantó”. Ahí dijo que ‘esto era lo suyo’. Tiempo antes, con Sergio Valdebenit­o, del club Santa María, había hecho algunas etapas del Raid Ciclo Rural, y luego, el verano del 2014 participó en otro triatlón, y ahí dijo que se tenía que conseguir una bicicleta de ruta. “Fue el propio Sergio Valdebenit­o el que me pasó una bicicleta de ruta. Ahí, se dio todo, pude ir a mi primer Pucón, me gané esa inscripció­n. Eso eran palabras mayores, apenas había estado en pocas triatlones. Lo de Pucón fue el verano del 2015”, sentenció. Para Soto, ser triatleta no ha sido un esfuerzo, ya que hace lo que le apasiona, pero reconoce que el verdadero esfuerzo, la verdadera constancia ha estado desde el lugar de su familia, específica­mente representa­do en su señora, Paula Zúñiga, que es profesora de educación física, y evidenteme­nte sus hijos. ¿La razón? La ausencia, el calendario de fin de semana, vacaciones, los pone el triatleta, por lo que el sacrificio lo deben hacer, porque limita a su familia. La Tribuna Finde acompañó a Soto durante toda una jornada de entrenamie­nto, partiendo desde muy temprano, a eso de las 05:30 de la mañana, y realizó 13 kilómetros de trote; más tarde, a las 13 horas, fue el turno de la natación, donde hizo 4000 metros; y en la tarde, desde las 18:30 horas, hizo ciclismo (60K), terminando con 4K de trote. Una dura tarea, que sin embargo, ha sido reconocida a nivel nacional, y es lo que hoy lo tiene como el mejor chileno en triatlón en su categoría.

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Soto Espíndola, reconoce en su mujer y sus hijos, los que hacen el verdadero esfuerzo en su trayectori­a deportiva.
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