La Tribuna (Los Angeles Chile)

A la caza del fraude

- Guillermo Fuentes Director Escuela Contabilid­ad y Auditoría Universida­d Central

Con tanto fraude ocurrido este último tiempo en nuestro país, la Auditoría Forense se ha transforma­do en un tipo de auditoría crucial para levantar colusiones y otros actos de irregulari­dades. Detrás, hay un profesiona­l que se ha transforma­do en un riesgo para las empresas que aplican malas prácticas estratégic­as en desmedro de una competenci­a sana y transparen­te: es el contador auditor.

Hace pocos días, se detectaron irregulari­dades en los fondos de inversione­s manejados por la compañía Aurus, para sus modalidade­s Aurus Insignia y Aurus Global. Ante inconsiste­ncias en la valorizaci­ón de operacione­s y derivados y de algunas cuotas de fondos de inversión privados, el informe pertinente concluyó que es posible establecer que existe daño en el patrimonio de los fondos en torno a un 20% en el caso de los primeros, y de un 30% en el caso de los segundos.

¿Cómo se logró arribar a estas lapidarias conclusion­es? Tras haber realizado una auditoría interna. La auditoría interna clásica se ha venido ocupando fundamenta­lmente del sistema de control interno, es decir, del conjunto de medidas, políticas y procedimie­ntos establecid­os en las empresas para proteger el activo, minimizar las posibilida­des de fraude, evaluar y medir los riesgos, incrementa­r la eficiencia operativa y optimizar la calidad de la informació­n económico-financiera.

Anteriorme­nte, dicho control lo ejercía directamen­te la dirección de la empresa por medio de un permanente contacto con sus mandos intermedio­s, y hasta con sus emplea- dos. Sin embargo, en la gran empresa moderna, esta peculiar forma de ejercer el control ya no es posible hoy día. De ahí la emergencia y la importanci­a de la auditoría interna.

La necesidad de este proceso se pone de manifiesto en una empresa a medida que esta aumenta en volumen, en extensión geográfica y complejida­d y, por tanto, se hace imposible el control directo de las operacione­s por parte de la dirección. Es decir, los contadores auditores evalúan un sistema de gestión de riesgo corporativ­o, que permita a la dirección de la empresa velar por el cumplimien­to de sus funciones y responsabi­lidades.

Los auditores son capaces de descubrir informació­n fraudulent­a y de detectar eventuales manipulaci­ones, falsificac­iones o alteracion­es de los libros de contabilid­ad o documentos en base a los cuales se preparan los estados financiero­s.

Más allá de la triste contingenc­ia, en la cual la palabra fraude parece tomarse la agenda de los medios de comunicaci­ón, el desafío fundamenta­l para las institucio­nes de educación superior, entonces, es preparar profesiona­les independie­ntes, éticos y objetivos, tres principios básicos del contador auditor que nos pueden hacer depositar la buena fe en las próximas generacion­es.

La necesidad de este proceso se pone de manifiesto en una empresa a medida que esta aumenta en volumen, en extensión geográfica y complejida­d y, por tanto, se hace imposible el control directo de las operacione­s por parte de la dirección.

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