La Tribuna (Los Angeles Chile)

Alimentar, educar y construir (parte I)

- Domingo Zarate

Según un destacado profesor de enseñanza básica, el etiquetado de alimentos es “un lamentable fracaso”. Palabras textuales. Tal profesor tiene una visión matemática de la educación, siendo que él es del área humanista. Este profesor, además de ser informado en el ámbito educaciona­l y de carácter influyente, es también un alegre animador de eventos dentro del colegio. No contento con estas cualidades, es medio trabajólic­o, pues dicta clases a futuros profesores en un instituto vespertino de educación superior (sólo le falta ser scout y bombero). Todas estas cualidades hacen de él alguien respetado y valorado por a lo menos uno de tres alumnos; lo que es bastante, consideran­do que son personas más exigentes para depositar su respeto por poseer aún una naturaleza más pura, más joven. Esta alta exigencia la conocemos también nosotros, pues estos ciudadanos son nuestros hijos; los cuales están en un momento de su existencia en donde demuestran, sin mayores filtros, que tener que acatar y obedecer sin chistar, o sea, per se, no sólo parece un castigo demasiado grande por la simple condición de existir, de ser; sino que además ( y aquí doy gracias y sostengo mis esperanzas) argumentan en contra de tan ineficient­e forma de construirl­os como personas: enarbolan derechos indiscutib­les y nos dejan claro que no son respetados a cabalidad. Al final, como padres derrotados por el peso de la evidencia, les debemos hacer escuchar el argumento viejo ese de: “La fuerza de los hechos de la causa”. Y ellos, los alumnos de la vida, nuestros hijos, aprenden que la obediencia ciega, que la fe ciega, es un falso consuelo, es un consenso fraudulent­o, artificial, para estar en paz con quienes les damos la comida; o sea ¡un chantaje! Así están las cosas. Entonces, nuestros sucesores, haciendo uso de sus herramient­as, reaccionan inventando un juego, una competenci­a: se trata de que quien trae más letreritos negros en su colación logra el estatus de bacán, o sea, gana un prestigio, gana el poder de elegir si consumir o no más raciones extra grasosas o extra azucaradas que sus compañeros. Así enfrentan, así compensan, sus cuerpos y espíritus en pleno desarrollo, el gasto de energía que significa estar en colegios que tiene 45 alumnos por curso; lo que es algo del todo disfuncion­al, un atentado a la calidad de la educación, a los derechos antes mencionado­s.

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