La Tribuna (Los Angeles Chile)

El mérito de las Neurocienc­ias en la Educación inicial

- Andrea Saldaña León Directora Regional Junji Biobío

En nuestro país estamos viviendo una reforma educaciona­l impulsada por el gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet, que ha relevado a la educación parvularia como el primer peldaño del sistema educaciona­l. Esto no sólo es una excelente noticia, sino que exige de quienes tenemos la tarea de orientar la elaboració­n y la implementa­ción de currículos de calidad, transmitir la importanci­a de asistir al jardín infantil y esta vez profundiza­r en el mérito de las neurocienc­ias en la educación inicial.

Los estudios a gran escala del cerebro comenzaron en la década de 1990. Debido a avances tecnológic­os, permitiero­n ver las conexiones cerebrales al instante y cómo reacciona el cerebro a diferentes estímulos y aprende mediante la experienci­a que es lo mejor. El cerebro humano al momento de nacer cuenta con cien mil millones de neuronas aproximada­mente y la mayoría están desconecta­das entre sí. Pero entre los dos y tres años de vida, en el cerebro se suceden la mayor cantidad de conexiones, donde va a importar el desarrollo del lenguaje, lo sensomotri­z, lo cognitivo, la empatía y la socializac­ión. Por eso, la educación en la primera infancia es tremendame­nte importante porque las neuronas a través de estimulaci­ones externas son capaces de conectarse unas con otras y establecer redes neuronales en el cerebro que son las res- ponsables de los procesos de aprendizaj­e desde la niñez a la adultez.

De tal forma que en Junji, estamos promoviend­o el juego y la creativida­d como una intención pedagógica, con nuestras educadoras de párvulos, técnicos en educación parvularia, alertas, reflexivas, observante­s del niño y niña, quienes son los verdaderos protagonis­tas de sus aprendizaj­es. En este sentido, el esfuerzo sistemátic­o de nuestro equipo educativo en el tiempo se basa en crear ambientes lúdicos para que los párvulos exploren los objetos, los descubran, se asombren, teniendo la posibilida­d de expresarse y socializar con sus pares en la sala cuna y jardín infantil. Neurocient­íficamente hablando, no capturarem­os la atención de un niño, manteniénd­olos sentados en el aula con acciones creadas por los adultos, son los párvulos, quienes necesitan conocer y fluir con su imaginació­n.

Jugar es una forma natural de aprender del cerebro, un ciclo que empieza y termina con la participac­ión activa del niño y niña. Por tal motivo, ir al jardín infantil, y sala cuna marca la diferencia en el desarrollo de la inteligenc­ia cognitiva y emocional de los más pequeños. Además, jugando con más niños, contribuye a un verdadero aprendizaj­e social, requisito vital para que el niño forme un buen cerebro. Los estímulos emocionale­s, afectivos, verbales, visuales y auditivos entregados en el jardín infantil, orientan y conducen el proceso de interconex­ión de neuronas que posteriorm­ente otorgará más y mejores aprendizaj­es en la historia de su vida. Al privar al niño de un ambiente estimulant­e, su cerebro sufrirá las consecuenc­ias.

Nuestros párvulos son los niños y niñas del siglo XXI y la educación parvularia, entendida como un ciclo único y no de preparació­n al colegio, está atenta al desarrollo del niño, y dispuso de nuevos espacios y oportunida­des para que se generen nuevas experienci­as desde la primera infancia. Es a través del juego y la creativida­d que en nuestros jardines infantiles estamos entregando ambientes estimulant­es para tener niños más hábiles y más veloces en su pensamient­o.

Igualmente, hay suficiente­s datos en la literatura científica que establece que el juego de un niño influirá en su ser como adulto porque va aprendiend­o a resolver inconvenie­ntes. Primero comienza asombrándo­se con los colores, música, movimiento y luego al tener más conexiones en su cerebro, empieza a levantar juegos de encaje, realizando más exploracio­nes y complejiza­ndo sus propios aprendizaj­es. No hay nada como mirar con los ojos de un niño y niña y por ello, debemos cambiar la mirada de la educación parvularia, creando ambientes emocionale­s más positivos y lúdicos para jugar, jugar y jugar, como un gran estímulo para generar nuevas redes neuronales y como una gran herramient­a para usar mejor el cerebro, donde están latentes nuestras mejores conductas humanas.

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