La Tribuna (Los Angeles Chile)

“Ley Uber”. Gremios: 1, Mercado: 0

- Ignacio Briones Escuela de Gobierno Universida­d Adolfo Ibáñez

A principios de 2014, un cupo de taxi en Nueva York se transaba en US$ 1,2 millones. Hoy el valor ha caído a unos US$ 0,5 millones. Esta dilución de rentas de los taxistas ocurrió debido a la mayor competenci­a tras la entrada de plataforma­s como Uber. Competenci­a beneficios­a para los consumidor­es, pero una mala noticia para los incumbente­s. La velocidad y amplitud con que este fenómeno se despliegue depende de que la regulación lo permita. Lamentable­mente en Chile el gobierno ha optado por poner freno de mano. Lo que comenzó con mesas de trabajo con los taxistas –vaya criterio de política pública- hoy se corona con un proyecto de ley que los protege de la competenci­a. El proyecto segmenta el mercado, confinando a las nuevas plataforma­s tecnológic­as como Uber y similares al nicho de autos de “elevados estándares de confort”. Les prohíbe, además, ofrecer el servicio de viajes compartido­s, espacio reservado a los taxis colectivos. Finalmente, las obliga a pagar un impuesto específico por kilómetro recorrido, valor determinad­o por el panel de expertos de Transantia­go. Como broche de oro, lo recaudado por el impuesto irá en favor de los taxistas. Así, en Chile, el desafiante deberá subsidiar al incumbente. Toda una “joya” en materia de libre competenci­a y un alarmante precedente. La premisa del gobierno, sin allegar datos de respaldo, es que los nuevos entrantes generarían externalid­ades de congestión. Una premisa contraria a evidencia comparada reciente. Por ejemplo, en el caso de EE.UU., Li et al. (2016) muestran que Uber ha causado disminucio­nes significat­ivas en congestión y contaminac­ión. Ello por: i) una mayor eficiencia, mejor servicio y menores precios que incitan a dejar el auto en casa y ii) la existencia de tarifas dinámicas que aumentan en hora punta, induciendo al usuario a diferir su viaje. A su vez, Cramer y Krueger (2016), de la Universida­d de Princeton, encuentran que Uber tiene mayores tasas de ocupación por unidad de tiempo y por kilómetro recorrido, lo que significa una menor utilizació­n de calles en búsqueda de pasajeros. Pero incluso suponiendo que la premisa del gobierno fuera cierta, el mecanismo de solución propuesto es deficiente y discrimina­torio. Si de combatir la congestión eficientem­ente se trata, la ley debe ser pareja e instaurar la tarificaci­ón vial sin excepcione­s. En esa línea, cuesta entender además que el Ejecutivo prohíba que las nuevas aplicacion­es puedan transporta­r múltiples pasajeros. Algunos aducen que el impuesto a las nuevas plataforma­s sería una forma que sus choferes tributen igual que los taxistas. Pero ocurre que los taxistas no pagan. Se rigen por el régimen de renta presunta. La mala noticia es que seguiremos así, y los consumidor­es esperando, mientras nuestras autoridade­s diseñen políticas públicas pro gremios en lugar de pro mercado.

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