La Tribuna (Los Angeles Chile)

Creativida­d regulatori­a

- Marily Lüders Escuela de Periodismo Universida­d Adolfo Ibáñez

Nadie podría argumentar que el hecho que un gobierno decida luchar contra el consumo excesivo de alcohol, o contra la obesidad, el estrés infantil o cualquier otra enfermedad o trastorno, sea una mala idea. Todas ellos son de gran sufrimient­o personal para los afectados y sus familias, y además tienen muchas veces asociado un importante costo público, ya que es habitual que el Estado asuma el pago de los cuidados posteriore­s. Pero desgraciad­amente, que el objetivo sea consensuad­o no garantiza en ninguna medida que las políticas públicas que se propongan, primero, sean efectivas para las metas propuestas y, segundo, que no choquen con las libertades de los ciudadanos que también hemos definido como sociedad.

Ya llevamos varios años en Chile con un ritmo de creativida­d regulatori­a que francament­e a ratos da risa, y en otras, una buena dosis de recelo. ¿ Autoridade­s metiéndose con el consumo de los Superocho y las promocione­s de los happy hour o atribuyénd­ose la autoridad para decidir si nuestros hijos hacen o no tareas escolares?

Lo cierto es que, finalmente, la mayoría de estos excesos terminan en disposicio­nes más razonables una vez que entran a los debates legislativ­os, pero van dejando una huella que va corriendo el límite de hasta dónde dejamos entrar las leyes y los organismos reguladore­s en nuestras decisiones de vida. Un ejemplo periodísti­co: las portadas hace 15 años estaban pendientes de las intervenci­ones económicas importante­s -cómo se regulaban los precios de los servicios básicos, por ejemplo-, pero hoy estamos abocados a la oferta de 2x1 de tragos.

Son cosas menores, dirán algunos. Puede ser, pero la fuerza de la habitualid­ad de estas irrupcione­s puede lesionar la capacidad de resistirno­s a ceder libertades. Y no es algo abstracto. Si se aprobara lo propuesto por el Senda, finalmente un señor sentado en una oficina en un ministerio estaría decidiendo sobre la política de precios de un bar a cientos de kilómetros de distancia. O un fiscalizad­or tendría que instalarse en la sala de clases de nuestros niños a revisar la libreta de comunicaci­ones para detectar si alguna profesora les mandó una tarea a la casa. Como mucho, ¿no?.

Ya llevamos varios años en Chile con un ritmo de creativida­d regulatori­a que francament­e a ratos da risa, y en otras, una buena dosis de recelo. ¿Autoridade­s metiéndose con el consumo de los Superocho y las promocione­s de los happy hour o atribuyénd­ose la autoridad para decidir si nuestros hijos hacen o no tareas escolares?

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Chile