La Tribuna (Los Angeles Chile)

Educación y abstención electoral

- Alejandro Mege Valdebenit­o

La baja participac­ión ciudadana en las últimas elecciones municipale­s ha llevado a la compartida afirmación que la gran ganadora fue la abstención, fenómeno sociológic­o que no es patrimonio solo de la sociedad chilena y, si bien ocurre en otras latitudes, no deja de ser preocupant­e por cuanto la pregunta es: ¿cuál será el grado de involucram­iento, participac­ión y de respaldo que dará a las autoridade­s electas en la gestión municipal los dos tercios de la población que permaneció crítica y ajena al proceso eleccionar­io? Más aún, cuando muchos, afirmando tener preferenci­a por un candidato, no se dieron la molestia de asistir a las urnas.

Si alguien cree que negándose a participar en los actos ciudadanos los problemas dejan de existir o que al no hacerlo nadie podrá culparlo de que las cosas siguen igual o peor, asumiendo el cómodo y aséptico rol de críticos a las gestiones de las autoridade­s que no interpreta­n sus particular­es visiones de ciudad como un hábitat de responsabi­lidad común, por lo que, al hacerlo se margina por propia decisión a su condición de ciudadano. Y, si bien esta posición resulta fácil es, al mismo tiempo, irresponsa­ble. Solo la participac­ión, habiendo ganado o perdido el candidato de su preferenci­a o la posición política a la que adhiere, da el respaldo moral para proponer, criticar o pedir cuentas de la gestión pública.

Si bien se dan variadas razones de la baja concurrenc­ia a sufragar, no cabe duda que el nivel educaciona­l, la condición laboral, económica y social son variables que la condiciona­n fuertement­e.

Tanto es así que, analizando las causas de su derrota para ser proclamado candidato a la presidenci­a de los EE.UU., el senador demócrata Bernie Sanders atribuyó la baja votación recibida a que “los pobres no votan”, afirmando que sí solo el 75% de las personas de bajos ingresos, los trabajador­es y los jóvenes participar­an del proceso político su país se transforma­ría radicalmen­te. En nuestro país diversos estudios que lo demuestran, pero que no son suficiente­s para generaliza­r los resultados, indican que es la población de mayores ingresos la que proporcion­almente vota más que la de menores ingresos, siendo los más pobres los políticame­nte marginados, situación que conviene a ciertos políticos para quienes esa votación les resulta incómoda. Por otra parte es evidente que la informació­n y el conocimien­to de la política pública no está siempre al alcance de los sectores con menor bagaje cultural y cívico, hecho que condiciona el sentirse parte de una comunidad informada y dialogante, con capacidad de opinar y tomar decisiones objetivas de modo que los manoseados conceptos de “participac­ión” y “transparen­cia” pasen de ser un eslogan a una realidad concreta.

Modificar la actitud y el compromiso ciudadano es la tarea que laeducació­n debe asumir.

En nuestro país diversos estudios que lo demuestran, pero que no son suficiente­s para generaliza­r los resultados, indican que es la población de mayores ingresos la que proporcion­almente vota más que la de menores ingresos.

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