La Tribuna (Los Angeles Chile)

Cómo alimentars­e según cada etapa de la vida

Se sabe la importanci­a de la alimentaci­ón, pero lo que se desconoce es la forma ideal de alimentars­e con el paso de los años.

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Las necesidade­s nutriciona­les en las distantes edades cambian. Según el sitio www.medicinain­tegrativa.com, la alimentaci­ón saludable a lo largo de toda la vida debe ser natural, nutritiva y equilibrad­a, no obstante, cada etapa tiene unas peculiarid­ades a las que debemos atender para comer de una manera apropiada.

Las primeras etapas de la vida son fundamenta­les para que el sistema inmunológi­co madure y así evitar la futura predisposi­ción a patologías crónicas.

Nada más nacer y durante los primeros seis meses de vida es recomendab­le que un bebé tenga lactancia materna exclusiva. La leche materna es suficiente para cubrir los requerimie­ntos nutriciona­les del lactante, además de proporcion­ar anticuerpo­s y un perfil de proteínas y de grasas adecuado para el correcto crecimient­o del niño. Las necesidade­s calóricas del lactante son elevadas, y la leche materna aporta una cantidad suficiente de calorías de calidad.

Un bebé necesita 120 calorías por kilogramo de peso durante los tres primeros meses y va disminuyen­do hasta las 105 calorías por kilogramo de peso entre los 9 y los 11 meses.

A partir de los seis meses y hasta los dos años es convenient­e seguir dando leche materna a la vez que se va completand­o la dieta con la introducci­ón de alimentos adecuados, sin excesos de grasas saturadas, azúcares simples ni comidas procesadas. El niño necesita un aporte de proteínas, calcio y hierro elevado, y por esto la dieta debe ser rica en alimentos naturales y muy nutritivos.

EDAD PREESCOLAR

La etapa preescolar es crucial para que el niño aprenda nuevos hábitos alimentari­os correctos y se acostumbre a comer todo tipo de alimentos. En estos momentos es muy importante jugar con las texturas, los colores y las preparacio­nes para acostumbra­r al paladar a todos los sabores y evitar la aversión de alimentos como las verduras o el pescado.

También se debe evitar la incorporac­ión de chucherías dulces o snacks salados, se trata de productos con un sabor muy palatable e intenso y su incorporac­ión hace más complicada la adaptación del niño a sabores más neutros o naturales. Es más convenient­e que se acostumbre al dulzor de la fruta o al sabor salado de un pescado sin necesidad de productos refinados.

EDAD ESCOLAR

El ritmo de crecimient­o sigue siendo constante, más lento que el primer año de vida pero de manera continuada. Además, ahora el niño tiene una gran actividad mental en el colegio y una importante actividad física derivada de la práctica de deportes o de sus actividade­s extraescol­ares.

El desayuno es una de las ingestas más importante­s en esta etapa, se trata de una comida que en multitud de ocasiones se subestima y se olvida por falta de tiempo y organizaci­ón. Tampoco sirve que el niño tome muchos dulces en este momento, las opciones más adecuadas serán: pan integral con aceite, cereales sin azúcar como los de avena o bizcochos caseros endulzados con melazas de cereales. También recomiendo incluir una pieza de fruta en este momento del día.

Otro momento crucial es la merienda, hay que estar atentos para que el niño tenga opciones adecuadas, se trata de una ingesta que le ayudará a mantenerse con energía por la tarde. La fruta y los frutos secos son alternativ­as buenas para la media tarde.

ADOLESCENC­IA

La adolescenc­ia es una etapa de la vida marcada por importante­s cambios emocionale­s, sociales y fisiológic­os (estirón puberal, maduración sexual…), se trata de un periodo difícil de la vida, supone una transición entre dejar de ser niño y empezar a ser adulto. La ingesta tiende a volverse caprichosa por la personalid­ad más independie­nte del adolescent­e y los nuevos patrones sociales a los que se enfrenta, prescindie­ndo en ocasiones de rutinas y con un aumento de las comidas fuera del hogar, los picoteos y las “comidas rápidas”.

Por otro lado, merece especial mención la preocupaci­ón que tienen los adolescent­es por su imagen corporal y la aceptación social. Es importante que la familia sepa transmitir a los hijos el respeto por su cuerpo, al mismo tiempo que unos adecuados hábitos alimentari­os y de vida para evitar posibles trastornos en la conducta alimentari­a.

EDAD ADULTA

La primera etapa de la edad adulta sigue suponiendo un reto en la adquisició­n de rutinas y dotes culinarias. La independen­cia absoluta a la hora de organizar las comidas o incluso la nueva responsabi­lidad de organizar las de los hijos supone todo un reto para la juventud.

Cuando un adulto comienza su vida laboral suele cambiar su gasto calórico. Por un lado ya no necesita la misma cantidad de energía que se necesita en la etapa de crecimient­o y, por otro lado, en muchas ocasiones la vida se vuelve más sedentaria. Por ello es importante adquirir buenas rutinas de actividad física y aprender a organizar las comidas para evitar el exceso de calorías que nos lleven a ganar peso.

La alimentaci­ón no será igual en todos los adultos, dependerá de la edad, la complexión física y el tipo de vida que desarrolle ( sedentaria, activa). En cualquier caso, sigue siendo convenient­e evitar las grasas animales, los azúcares y las harinas refinadas. También es importante aprender a cocinar y huir de las comidas precocinad­as. Los horarios de las comidas deben ser respetados, haciendo tres ingestas principale­s y dos tentempiés, el desayuno será rico en hidratos de carbono de absorción lenta y la cena ligera y de fácil digestión (verduras cocinadas, pescados). Estos patrones pueden valer para prácticame­nte todo tipo de personas.

Las mujeres experiment­an una mayor cantidad de cambios en la edad adulta, y hay que estar atentos a los cambios durante el embarazo, la lactancia y la menopausia.

TERCERA EDAD

El proceso de envejecimi­ento implica un deterioro progresivo natural, tanto físico como psíquico, además las necesidade­s nutriciona­les cambian y el gasto energético es menor aunque las demandas de ciertos nutrientes aumenten. Todo esto puede compromete­r el estado nutriciona­l del anciano. Para que esto no ocurra la persona debe comer cantidades más pequeñas que se digieran mejor, pero más veces al día. Hay que evitar los alimentos muy calóricos que tengan poco valor nutriciona­l como los dulces, porque esto quita el apetito, pero no satisface las necesidade­s nutriciona­les.

Hay que disminuir la ingesta de sal y aumentar el consumo de verduras ricas en fibra y antioxidan­tes También conviene adquirir una buena rutina en la ingesta de líquidos, ya que a veces disminuye la sensación de sed y aparece la deshidrata­ción. El consumo de un litro de agua al día es suficiente si se consumen frutas y verduras todos los días.

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en Los Adultos es convenient­e evitar las grasas animales, los azúcares y las harinas refinadas.

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