La Tribuna (Los Angeles Chile)

Calidad en educación

- Alejandro Mege Valdebenit­o

Uno de los conceptos que tiene múltiples interpreta­ciones, según sea a qué o a quién se aplique, es el de calidad, y en educación resulta ser mucho más complejo definirla que hacerlo con un objeto o un producto concreto, y aun siendo el término más citado en educación, no es posible atraparlo en una definición que sea compartida, más cuando se elude su aclaración en las políticas y reformas en educación, que le asignan un sentido más político e instrument­al y menos formativo.

Se piensa, erróneamen­te, que basta con el acceso sin selección, la eliminació­n del lucro y la gratuidad universal para garantizar la calidad de la educación y, aunque parezca contradict­orio, las buenas notas, cuando son sólo el producto de la memorizaci­ón y la repetición de conocimien­tos, no son representa­tivas de calidad, la que, para serlo, requiere mucho más que eso: personas con capacidad de crítica y autocrític­a, creativos, responsabl­es, consciente­s del rol que les compete en y con la sociedad, solidarios, tolerantes y respetuoso­s de la diversidad de pensamient­o, es decir, tener una actitud educada.

Por eso, para hablar de calidad educativa, hay que precisar calidad para qué y cómo reconocerl­a, y ese para qué y cómo tienen relación con los fines y objetivos que se le asignan a la educación en un momento histórico determinad­o, objetivos que incorporan las demandas de los distintos sistemas que conviven en una sociedad, según la influencia que tengan.

Así, el sistema cultural le encarga que traspase a las nuevas generacion­es las formas de vida y costumbres existentes; a su vez, el sistema político le pide la mantención y propagació­n de determinad­os valores que tienen que ver con una forma de gobierno y la relación de la educación con la democracia y los derechos humanos; a su turno, el sistema económico le pide la formación para el mundo productivo, y el sistema social le demanda la preparació­n del ciudadano para su participac­ión activa en la sociedad, así como un comportami­ento moral necesario para una vida social sana y constructi­va. Si la educación no responde esas demandas, no es de calidad.

En educación, la calidad es más totalizant­e que los simples resultados cuantitati­vos obtenidos a través de pruebas de conocimien­tos; es un proceso que requiere de la mediación pedagógica y el permanente desafío del profesor a sus alumnos para aprender y desarrolla­rse socialment­e, así como la creación de un ambiente de aprendizaj­e apropiado en una acción respaldada por la familia, la comunidad y las autoridade­s, que deben consensuar el tipo de ciudadano que requiere una sociedad que es dinámica y evoluciona para ser mejor. Es decir, existe calidad en educación cuando esta cumple con la formación integral de los individuos y los fines que la sociedad le ha asignado.

“Para hablar de calidad educativa, hay que precisar calidad para qué y cómo reconocerl­a, y ese para qué y cómo tienen relación con los fines y objetivos”.

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