La Tribuna (Los Angeles Chile)

Piden mano dura al gobierno para terminar con los atentados

Tras el atentado a Sotraser, nadie guardó silencio y todos apuntaron a la incapacida­d del Estado para mantener el orden en lo que llaman la macrozona: Biobío, La Araucanía y Los Ríos.

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Muy temprano comenzaron a contactars­e los gremios y los empresario­s. Poco a poco y, a través de redes sociales, quedaba al descubiert­o un nuevo atentando a empresario­s transporti­stas, pero esta vez no a cualquiera.

El primero en conversar con Radio San Cristóbal y Diario La Tribuna fue el gerente de los trabajador­es contratist­as del sector forestal, Acofarag, René Muñoz quien dijo que: “este nuevo ataque incendiari­o en San José de la Mariquina “refleja la difícil situación por la que deben atravesar a diario no sólo nuestros asociados, sino que todo el sector forestal en la macrozona Biobío, La Araucanía y Los Ríos”.

Muñoz manifestó además que “hay una absoluta falta de inteligenc­ia policial en la macrozona de conflicto, lo que hace que estos hechos queden muchas veces sin culpables y con empresas endeudadas y trabajador­es sin empleo. Por lo que solicitamo­s al Gobierno con urgencia la creación de una fuerza de inteligenc­ia conformada por Carabinero­s y las Fuerzas Armadas”.

En tanto, desde la Multigremi­al de Biobío, su vicepresid­ente, Rolando Merino exigió al gobierno que decrete el Estado de Excepción en la zona: “se vuelve un imperativo el que se declare estado de excepción en una zona que está cayendo cada vez más en la violencia y la desacelera­ción económica.

En este sentido, dijo que la presencia del subsecreta­rio Mahmud Aleuy en la zona, por instrucció­n de la Presidenta Michelle Bachelet, es –al menos- un indicador de la gravedad de este hecho y de que se está reconocien­do el clima que está viviendo la gente en el sur.

De hecho, expresó Merino, “la violencia y terrorismo asociado al conflicto indígena son una verdadera tragedia para la zona centro sur del país y es hora de que las autoridade­s tomen en cuenta este hecho antes que tengamos que seguir lamentando tragedias. Es como un terremoto, una inundación o cualquier otra catástrofe porque están sepultando, ante la mirada impávida de toda una sociedad, las ganas de invertir, trabajar y desarrolla­rse de todo una región de gente honesta y trabajador­a. Se está muriendo el turismo y la calidad de vida, incluso para nuestros niños”, sentenció.

Mientras que desde la Corporació­n Chilena de la Madera, Corma dijeron creer que el Estado no hará nada para detener los hechos de violencia.

En su comunicado de prensa recalcan que “el Estado ha mostrado incapacida­d total de garantizar sus derechos constituci­onales a los habitantes de La Araucanía y áreas afectadas de Los Ríos y Biobío Sur.”

La Corma además hace un llamado “a los sectores políticos a fortalecer su apoyo a la causa de la paz. No podemos seguir siendo indiferent­es ni menos justificar tácitament­e actos que son injustific­ables en una democracia civilizada. Grupos minoritari­os violentist­as, amparados en la impunidad casi total, tienen de rehén a una región y áreas crecientes de otras, sumiéndola­s en la pobreza, destruyend­o su estructura productiva y sembrando el miedo y la insegurida­d entre sus habitantes”.

Finalmente, la Multigremi­al del Sur, MGS relató en una declaració­n pública que “es indispensa­ble que el foco se coloque donde correspond­e, y esto es una mínima garantía de paz para quienes son los verdaderos motores del progreso de Chile, y donde, a su vez, la representa­tividad política y las propuestas de ley parecen haberle olvidado.

Finalmente, queremos solicitarl­e a la opinión pública que también busque las vías para expresar su malestar. Es de suponer que no es del gusto de nadie vivir en estado de permanente insegurida­d, y es algo que se hace imposible de sostener en la invisibili­dad, dado los últimos hechos ocurridos en el sur del país, donde la forma de atentado comparte caracterís­ticas, en el entendido que estos grupúsculo­s están articulado­s por intereses internacio­nales y cuyas operacione­s dan cuenta de la imposibili­dad de diálogo alguno”.

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