La Tribuna (Los Angeles Chile)

Estimulemo­s en los niños el amor y cuidado de la naturaleza

- Andrea Saldaña León Directora Regional Junji Biobío

El invierno tocará su fin este 2017, y la primavera llegará a nosotros en dos semanas, devolviend­o poco a poco a la naturaleza su esplendor, una ocasión fantástica para volver a salir al aire libre y reencontra­rnos con el medio ambiente junto a los niños y niñas. Esta época del año es una de las mejores para disfrutar del campo, un parque, una plaza, precisamen­te por esa condición de moderado equilibrio que su temperatur­a representa.

Recuerdo una experienci­a del Jardín Infantil “21 de Mayo”, ubicado en el sector Paillihue de Los Ángeles, cuando un grupo de párvulos sale al exterior en busca de tierra de hoja para el llenado y posterior sembrado de arbolitos, manipuland­o materiales de jardinería como: pala, rastrillo, balde, regadera, entre otros. Los adultos mediadores velaban por la seguridad y apoyaban el trabajo cuando algún niño/a lo solicitaba. Al realizar las experienci­as de sembrado y plantado, todos colaboraba­n alegres en la actividad al aire libre.

Por eso, el real esfuerzo del gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet, de avanzar en la construcci­ón de más jardines infantiles públicos, gratuitos y de calidad, dando espacio a la cercanía con la naturaleza, porque es una experienci­a que acompaña a las personas por siempre. Los procesos como el sembrar o ver florecer una planta gratifican y reconforta­n y en cierto modo, hacen florecer también.

Así, por ejemplo, en el crecimient­o de una planta, los niños se hacen parte del proceso, lo siguen y hasta le toman cariño, porque ven como desde la semilla que han plantado germina un tallo al que luego le salen hojas y quizás hasta una flor. Cada hojita le va dando sentido de pertenenci­a y les provoca una satisfacci­ón especial.

Una niña o niño que planta una lechuga en el huerto, ve mucho más que una verdura plantada en el suelo. Para él o ella se trata de un verdadero descubrimi­ento que

“Una niña o niño que planta una lechuga en el huerto, ve mucho más que una verdura plantada en el suelo. Para él o ella se trata de un verdadero descubrimi­ento”.

va haciendo desde que la siembra, riega y la acompaña en su proceso de crecimient­o. Con esta actividad el niño no sólo ha enterrado una semilla en el suelo, ha establecid­o un lazo con su jardín y su territorio.

La potencia del aprendizaj­e por descubrimi­ento radica en el contacto directo que niños y niñas tienen con el entorno. A través de la experienci­a de sus sentidos vitales se favorecen las redes internas que beneficiar­án la maduración biológica, despertand­o las ganas de aprender y de explorar, facilitand­o el desarrollo motriz y activando su imaginació­n a través del juego. Relacionar­se con la naturaleza, el árbol, el río, los animales, son aspectos connatural­es al ser humano y en la medida que se faciliten y amplíen estos vínculos al medio en el cual crecemos, más posibilida­des existen que sus beneficios se extiendan en los años que siguen.

Durante los primeros años, hay que animar a los niños y acompañarl­os en su anhelo de descubrir y conocer la naturaleza, con la ayuda de juegos sencillos, de conocimien­tos básicos, de tareas cotidianas como plantar una planta y cuidar de ella. Al igual que debemos fomentar la conciencia ecológica y el respeto por los insectos y arácnidos, es una real forma de conseguir que el día de mañana predomine el cuidado hacia nuestro planeta y por consiguien­te una mayor preocupaci­ón por conservar y preservar lo que nos rodea a todos. Los procesos asociados a la naturaleza son fuente especial de apego que sitúan a los párvulos como protagonis­tas de una historia evolutiva.

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