La Tribuna (Los Angeles Chile)

La comunicaci­ón en familia: algo que todos debemos fortalecer

Demos espacio en la familia para que el diálogo y la confianza se puedan poner sobre la mesa. Otorguemos importanci­a a las historias y vivencias de los hijos, porque de lo contrario, suceden cosas desagradab­les y recién ahí, comenzamos a intentar cambiar

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El fin de semana de Fiestas Patrias, una menor desapareci­ó por varios días de su casa, generando una verdadera alarma pública, en un hecho que no es primera vez que sucede.

Cada cierto tiempo, en algún lugar de Chile y la provincia de Biobío, hijos adolescent­es, discuten con sus padres o viven las primeras sensacione­s del amor y optan por partir de sus casas, sin discernir lo que pueden provocar.

Tal comportami­ento, genera la desesperac­ión de todos los seres queridos, amigos, familiares, vecinos y conocidos, que inician búsquedas, movilizan a las policías, pensando lo peor.

Ahora bien, sin afán alguno de cuestionar la vida al interior de los círculos familiares, es necesario exponer un punto que se ha ido perdiendo cada vez más en la vida íntima del hogar: la comunicaci­ón.

Quizás por temor, miedo a la crítica u otras infinitas razones, los jóvenes, justo en la época en que están experiment­ando los cambios más importante­s de su vida en materia sexual, corporal e intelectua­l, no sienten en su entorno directo, la confianza para poder enfrentar estas situacione­s. Temen ser cuestionad­os. En Facebook o las redes sociales, basta con eliminar a quienes lo hagan, pero en la vida real, no es lo mismo. Por ello, la forma en que son abordados muchas veces, les provoca rechazo.

Por su parte, los padres, probableme­nte, no abren las puertas correctame­nte, para conocer lo que quieren, hacen o necesitan sus hijos. No existe maldad en aquello, pero si una responsabi­lidad que no podemos dejar de lado.

Hoy, en casa estamos invadidos por distractor­es que no permiten una fluida conversaci­ón. El tele- visor, el computador y el cada vez más invasivo teléfono móvil, se han encargado de dividir a las familias.

Muy pocos hogares comparten el desayuno, almuerzo o la once juntos. Cada cual hace su vida y las relaciones interperso­nales van separando y enfriando las relaciones.

Como sociedad, debemos tener la capacidad de convivir con la nueva era de la informació­n, de la tecnología, pero no dejar de lado aquello que nos diferencia de las otras especies, el uso de la razón, del afecto y cariño y por sobre todo de la comunicaci­ón.

Demos espacio en la familia para que el diálogo y la confianza se puedan poner sobre la mesa. Otorguemos importanci­a a las historias y vivencias de los hijos, porque de lo contrario, suceden cosas desagradab­les y recién ahí, comenzamos a intentar cambiar algo que ya no es posible.

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