La Tribuna (Los Angeles Chile)

Entre la predicción y la sorpresa alemana

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Los pronóstico­s se cumplieron. Ángela Merkel obtuvo su cuarto mandato como Canciller. Eso sí, con menos apoyos que en elecciones anteriores, pues la Unión Cristiano-demócrata descendió del 41.5% al 33,1%, según los resultados conocidos. Los Socialdemó­cratas, anteriores aliados, hoy pasan a la oposición, aunque con una notable pérdida electoral y sólo un 20,5% de las preferenci­as, según la tendencia ya evidenciad­a en Francia. Ahora serán oposición. Los Liberales con resultados parejos, obtuvieron un 10,8% y los Verdes, mantienen alrededor de un 8,9%, dentro de lo esperado. Sin embargo, aumenta y logra llegar al Parlamento, la Alternativ­a Para Alemania (AFD) que logra un histórico 12,6%, y aquí está la sorpresa, ya que constituye un partido que basó su campaña en los cuestionam­ientos a la Unión Europea, al Euro, islamistas, y en consecuenc­ia, contra las migracione­s, con una xenofobia declarada

Migracione­s abiertas que fueran apoyadas por Merkel, que deberá buscar alianzas nuevas, segurament­e con Liberales y Verdes, pero que también tendrá que ceder en aspectos importante­s de su programa gubernamen­tal. Es seguro que presionará­n por mayores exigencias, ya que de ellos depende la mayoría requerida para gobernar. Segurament­e la habilidad política de la Canciller lo logrará, no sin antes hacer un balance autocrític­o de los resultados y escuchar los electores.

No hay riesgos de inestabili­dad para Alemania. Pero no es igual para el proyecto de la Unión Europea si se observan señales y tendencias en varios de sus miembros. Los nacionalis­mos escépticos y críticos, reflejados en movimiento­s y partidos ultraderec­histas, aumentan y ganan fuerza. Están en Francia, con resultados evidentes en las elecciones pasadas. Triunfó Macron, pero hoy encuentra una creciente oposición a sus reformas, no sólo encarnadas en la izquierda tradiciona­l, sino en el Partido de Le Pen, coincident­e con la AFD alemana, con simila- res ideas anti-unión. Sumemos otros que por poco, como en Países Bajos, pelearon voto a voto el triunfo. Los tendremos en Austria, en pocas semanas, con parecidas agrupacion­es y finalidade­s. Cunden los intentos segregacio­nistas en España (Cataluña), y se anuncian en Italia. Y está el Brexit, demorado pero en curso, al que se agregan los intentos de Escocia, controlado­s pero no extinguido­s.

Europa con razón, ha visto tanto en Francia, primero, como en Alemania ahora, las bases de la continuida­d de la Unión Europea política y de la Comunidad Económica. Sin Gran Bretaña, les correspond­e. los papeles más significat­ivos. No hay duda de que el peso internacio­nal europeo no es el de antes, frente a potencias crecientes como China, cuyo liderazgo se afianza, y también Rusia, que a pesar de sus amenazas a Ucrania, recuperaci­ón de Crimea y clara injerencia electrónic­a en las elecciones norteameri­canas y otras, ha pasado a ser un actor indispensa­ble en Siria, Irán o Corea del Norte, aunque esté sancionado. Una paradoja, pues hay certeza de sus conductas indeseable­s. Y queda Estados Unidos, entre las diatribas, giros inesperado­s, amenazas verbales e impopulari­dad de Trump, cuyos enemigos no le perdonan lo que haga, debilitánd­olo.

Alemania, con todo lo predecible en las últimas elecciones, ha ratificado el triunfo de Merkel, del que ahora depende más que antes, el relanzamie­nto de Europa y la contención de tendencias que podrían amenazar la Unión. Tiene una responsabi­lidad de mayor alcance, pues si fracasa frente a los nacionalis­mos, compromete­ría el futuro equilibrio de la UE y también mundial.

“Es seguro que presionará­n por mayores exigencias, ya que de ellos depende la mayoría requerida para gobernar”.

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Samuel Fernández Académico Facultad de Derecho U.central

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