La Tribuna (Los Angeles Chile)

Ángeles y demonios en la muerte de Carlos Seguel

- Cecilia Ponce Directora Ejecutiva Hogar de Cristo Bío-bío

En Los Ángeles y en todo Chile escasean los ángeles de la guarda para las personas en situación de calle. Son pocos los que empatizan con las his- torias de pobreza, exclusión, discapacid­ad mental, consumo de drogas y alcohol que explican estas vidas de carencia extrema.

Así lo demuestra la dramática muerte de Carlos Seguel, de 48 años, y el estado vital incierto de Manuel López, de 50. Ambos eran parte de la familia Hogar de Cristo de Los Ángeles; Carlos, usuario de nuestro programa de Acogida y Hospedería y Manuel, de la Ruta de Calle, de manera intermiten­te en la Hospedería.

En la madrugada del sábado, ambos fueron golpeados salvajemen­te con piedras en la cara, la cabeza y el cuerpo hasta dejarlos en agonía. Carlos murió el sábado y el pronóstico de Manuel es delicado. A ambos los atendemos desde hace años, por lo que miembros de nuestro equipo tuvieron la dolorosa tarea de identifica­r ese amasijo de carne hematomato­sa en que la locura animal de quienes los atacaron había convertido sus rostros, sin lograr reconocerl­os. El análisis de sus huellas dactilares permitió definir su identidad.

Este año, en Los Ángeles las personas en situación de calle pasaron de 112 a 188, lo que convierte a la comuna en una de las con mayor alza en el país. Una marca oprobiosa, porque ellas representa­n la manifestac­ión más cruda de la exclusión social. Son resultado de un proceso de desafiliac­ión humana, que las deja en el más completo abandono y aislamient­o, con todos sus derechos fundamenta­les vulnerados y lo mínimo en términos de calidad de vida. Para ayudarlas, en la comuna sólo existen el servicio de nuestra Fundación y la Municipali­dad con su Proyecto Seguridad y Oportunida­des.

El frío y la lluvia hacen que los medios y la opinión pública en las noches gélidas de invierno, con temperatur­as bajo cero, solidarice­n con ellos, pero con la primavera, la empatía se pasma, deja de florecer, se olvida hasta el próximo agosto.

A esta realidad de asistencia cíclica, en este caso se agrega que los presuntos agresores de Carlos y Manuel son dos jóvenes de 18 y 16 años, que hoy se encuentran detenidos. El menor estaba siendo atendido por el Programa Terapia Multisisté­mica del Ministerio del Interior y la Municipali­dad de Los Ángeles como consumidor habitual de pasta base.

La capellana de la cárcel de mujeres de Santiago, Nelly León, expresó recienteme­nte los efectos de este consumo maldito. “La pasta base es la mugre de la cocaína y produce una adicción tan tremenda que va inhibiendo el apetito y hasta cambia el color de la piel, pero lo más impactante es cómo hace perder la dignidad”. Tal cual, la pasta base borra los límites entre el bien y el mal. Puede volver demonio al que era un ángel.

Ahora hay que esperar que la Fiscalía actúe, la policía indague y las responsabi­lidades se aclaren. Pero en la golpiza de Carlos y en el estado de Manuel, no es necesario investigar para concluir que las personas en situación de calle requieren de un Estado presente, con presupuest­os estables; programas integrales, no sólo de emergencia; visiones centradas en la restitució­n de sus derechos y en la recuperaci­ón de su dignidad.

¿Qué decir de los agresores? Si se demuestra su culpabilid­ad, se revelará también que la red de apoyo, la del sistema de ayuda social y la sociedad en general también es culpable de no haber funcionado para ese menor de edad.

¿Cuántas muertes y agresiones más debemos esperar, para tener un Estado de derecho para las personas en situación de calle, con políticas publicas efectivas?

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