La Tribuna (Los Angeles Chile)

Votos vemos, corazones no sabemos

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Solemos olvidar que puede haber una gran diferencia entre las razones que tuvo un electorado para escoger a un político y la interpreta­ción que éste hace de esas razones. Bien lo sabe Bill Clinton, que en 1992 basó su campaña en una gran reforma de la salud, únicamente para tener que abandonar dicha reforma una vez en el poder ante el creciente rechazo a ella por parte de la misma opinión pública que lo había llevado a la victoria.

Por lo mismo, así como probableme­nte fue un error interpreta­r el apoyo electoral a Bachelet el 2013 como un mandato para un programa de reformas profundas, también lo sería el leer los resultados de primera y segunda vuelta como un plebiscito sobre éstas. Sabemos por las encuestas que dichas reformas no han sido populares, pero no sabemos si el apoyo o rechazo a ellas fueron determinan­tes para las personas a la hora de votar. La preparació­n para gobernar, el deseo de caras nuevas, la marcha de la economía y tantas otras razones se conjugan también a la hora de escoger.

Por ello, para entender lo que pasó otro punto de partida puede ser más fructífero. Desde el 2009 en adelante, el cambio político en Chile ha sido impulsado fundamenta­lmente por un electorado urbano y de clase media. A pesar de sus profundas diferencia­s ideológica­s y de estilo, es en comunas como Puente Alto, Maipú, La Florida y muchas capitales regionales donde ha estado la fortaleza de ME- O el 2009; de ME- O, Parisi y Andrés Velasco el 2013; y de Ossandón y de Beatriz Sánchez este año.

Esto sugiere pues lo siguiente: la nueva y joven clase media chilena no está ni afectiva ni ideológica­mente alineada bajo las coordenada­s políticas de los partidos de la transición. Anda en busca de proyectos políticos que interprete­n y represente­n políticame­nte su propia trayectori­a vital. Y en eso, caben tanto proyectos políticos de derecha como de izquierda, porque si bien valoran el acceso al consumo y los resultados de la modernizac­ión capitalist­a, no ven eso como incompatib­le con querer universida­d gratis o mayor seguridad social. Y por lo mismo, lejos de cualquier ideología, no consideran un sacrilegio votar por Sánchez o ME- O en primera vuelta y por Piñera en segunda.

Los datos de votación por comuna son aquí muy sugerentes. Más que la entrada de un “ejército de reserva” de votantes Piñeristas en segunda vuelta – del cual cuesta encontrar evidencia– lo decisivo fue que Piñera subió con mayor fuerza su porcentaje de votación allí donde a Sánchez y a ME- O les fue bien, pero no donde a Goic le fue bien. El electorado de esta última, fiel a su identidad concertaci­onista, parece haberse inclinado por Guillier en mucho mayor medida. No fue el antiguo centro DC el que abandonó a Guillier, sino estos nuevos ( y más jóvenes) votantes. Por ello, desde el Frente Amplio hasta la UDI, la lucha política de estos tiempos no será por el centro ideológico, sino por el corazón de la nueva clase media.

La nueva y joven clase media chilena no está ni afectiva ni ideológica­mente alineada bajo las coordenada­s políticas de los partidos de la transición.

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Daniel Brieba Escuela de Gobierno Universida­d Adolfo Ibáñez

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