La Tribuna (Los Angeles Chile)
Grandeza o miseria
El resultado que consagró presidente electo a Sebastián Piñera ha posibilitado múltiples interpretaciones y ha mostrado las grandezas y miserias que puede tener la condición humana.
Una de las buenas noticias es que finalmente se ha horadado el corazón mismo del falso paradigma de un Chile dividido en dos, ya sea de derecha o izquierda, de buenos y malos; de aquéllos que se sentían con superioridad moral por sobre el resto de chilenos, en fin, de ese maniqueísmo tan nocivo para la convivencia ciudadana.
El triunfo y la derrota son dos lados de una misma moneda y muestran dos rostros humanos de emociones distintas, pero esencialmente transitorias. El fracaso es uno de los hechos que más desnuda el alma de una persona. Guillier, a pesar de haber incurrido en excesos de todo tipo en su campaña, tuvo una actitud a la altura de lo que se espera de alguien que aspira a la primera magistratura; aceptó tempranamente la derrota y visitó al triunfador. Sin embargo, caminó en una desconcertante soledad; quienes tenían la obligación de acompañarlo, es decir, los presidentes de los partidos de la NM, no lo hicieron; carecieron del temple de espíritu que se espera de quien tiene una responsabilidad mayor.
Por otra parte, la obsesión de algunos por torcer la realidad no hizo más que desnudar su propia miseria. Que un parlamentario irrespete a los ciudadanos, sólo denota la falta de coraje viril para encajar la derrota sin lloriqueos. Algo similar sucede con la parlamentaria de los rubiecitos de Recoleta o de su compañera de ruta que se escudó en la consigna revolucionaria de café y de dudoso contenido, “la derrota sólo existe si dejamos de luchar”. No hay que pasarse de listos; no siempre es lo mismo inteligencia que espíritu. De otro lado, no le queda bien al Frente Amplio rasgar vestiduras; sufrieron una derrota tan real como la NM que ellos apoyaron.
¿Y el triunfo? Es un momento más difícil que la derrota, es más placentero y si no se tiene el temple y la entereza moral requeridos, difícilmente se acertará en el mensaje de la ciudadanía. Pero hay gestos esperanzadores. Más allá del saludo protocolar del Presidente electo con la Presidenta, se vio una sana aceptación de la realidad, no obstante la tristeza o alegría imperantes. Se llamó a la unidad y a pensar en el bien común, a pesar de las diferencias. Puede ser una oportunidad para un nuevo impulso con los temas pendientes que tiene Chile en el ámbito social y que es una deuda grande que arrastra la coalición ganadora.
Otro signo esperanzador es que no hay deseos refundacionales y esto lo enseñaron hace 25 siglos los griegos; dependemos de las obras de otros. Mi preocupación mayor sigue siendo las niñas y niños del país; una subsecretaría está lejos de ser una solucionan adecuada. Quienes en el sector triunfante lo tenían como prioridad no lo han vuelto a erigir, espero que sea un olvido momentáneo, porque una sociedad desarrollada y que valga la pena de ser vivida tiene a sus infantes en primerísimo lugar de su mirada y sus afanes.
¿Y el triunfo? Es un momento más difícil que la derrota, es más placentero y si no se tiene el temple y la entereza moral requeridos, difícilmente se acertará en el mensaje de la ciudadanía.