La Tribuna (Los Angeles Chile)

Proyeccion­es 2018

Con el líder espiritual de millones de seres humanos se avizoran vientos de unidad; su mensaje estará abierto a toda persona de buena voluntad.

- Salvador Lanas Hidalgo. Director académico Escuela de Liderazgo Universida­d San Sebastián

Los medios suelen publicar en estas fechas balances y recuentos del año viejo. Mi reflexión apunta, más bien, a los desafíos del año nuevo. Sin embargo, no puedo dejar de mencionar un artículo en un diario capitalino sobre los “Fachos pobres”, escrito cuando moría el 2017. Es una pieza de antología sobre los prejuicios intelectua­les y las conviccion­es que profesa un sector amplio de la izquierda “dominada por burgueses tardíos o culposos que ven en la izquierda una forma de apostolado, una misión redentora, un sucedáneo de la fe religiosa”. Mi maestro de universida­d solía decir que hay miradas agudas sobre la realidad, otras que son capaces de penetrar en ella, pero hay unas pocas que pueden profundiza­r en sus pliegues más ocultos y develar sus misterios para que puedan ser conocidos.

¿Y qué nos depara el 2018? Dos hechos relevantes marcarán el inicio de año, la venida del Papa Francisco y el cambio de gobierno.

Con el líder espiritual de millones de seres humanos se avizoran vientos de unidad; su mensaje estará abierto a toda persona de buena voluntad. A no dudar, recordará la doctrina social de la Iglesia, tan olvidada por la clase dirigente que dice profesar la fe. Y llamará a la concordia y la reconcilia­ción definitiva de los chilenos en pos de la construcci­ón de un país justo.

Y es una oportunida­d imperdible para que la jerarquía eclesiásti­ca nacional se encuentre con el prestigio perdido. Uno de las maneras es recuperar la inocencia de los niños de Chile. Que se asuma de manera universal el compromiso de que en este país no habrá un solo niño que no tenga una vida de acuerdo a sus derechos inalienabl­es, a poseer un hogar y una familia, un padre y una madre que velen por un desarrollo humano digno y feliz. Mientras se camina en esa dirección, capellanía­s, parroquias, decanatos y diócesis debieran enarbolar la bandera del Cristo inocente que es todo niño que habita la tierra.

En esta magna e indefectib­le labor debe tener no sólo la compañía sino el liderazgo eficaz del gobierno que asume en marzo. Es un imperativo ético cotidiano y permanente la promoción de los niños. Es una deuda que se debe saldar. El tiempo previo a la asunción neo-gubernamen­tal pareciera auspicioso, pues se ha llamado a la unidad y se ha privilegia­do un diálogo cívico con el gobierno saliente, que nuestros hermanos argentinos volverán a “envidiar sanamente”.

Finalmente, la clase política tiene una nueva oportunida­d para recuperar su prestigio si asume que son servidores públicos y que están al servicio de las personas y que esto prima por sobre voluntaris­mos o ideologías e incluso sobre las conviccion­es y los principios. Para lograr acuerdos en aras del bien común se necesita lucidez intelectiv­a y apertura de espíritu. La política no conjuga verdades absolutas pero sí requiere el cultivo de la tolerancia, la sabiduría y la prudencia activas de quienes participan en ella.

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