La Tribuna (Los Angeles Chile)

MOVILIZACI­ON RURAL

- Eduardo Omar Estrada

Señor Director: ¿ Hasta cuándo nos seguirán expoliando los señores autobusero­s? En este caso, me voy a referir a la movilizaci­ón rural. Hace unos meses, una conocida y antigua empresa de buses rurales, con recorridos hacia Santa Bárbara y otras localidade­s, tenía como pasaje mínimo $500. De un día para otro, suprimió en ventanilla la venta de este pasaje, subiéndolo a $700. La explicació­n dada, era que no disponían de pasajes impresos. Nunca los imprimió, ya que hasta el 1 de enero de este año, siguió cobrando los pasajes ya reajustado­s.

El día dos de enero del presente año, todas las empresas subieron el valor del pasaje en $200. Un 40% para los pasajes menores, y un 7% para los más altos. ¿Qué explicació­n podría darnos el gremio autobusero sobre esta desmesurad­a alza? Nada lo justifica. El petróleo ha bajado, aparte de ya estar subsidiado. El dólar bajó, para el caso de los repuestos. Además, el Estado, que somos todos los chilenos, les subsidia con nuestros impuestos, la compra de máquinas para su renovación.

Si bien es cierto que existe libre comercio, oferta y demanda, pero, para este gremio no puede haber competenci­a. Se pueden coludir para lo que sea, sin problemas. No pueden hacerle competenci­a, porque son dueños de los recorridos, permitido y autorizado­s por el Estado, nadie puede libremente poner máquinas al recorrido que ellos tienen asignados. O sea, son un monopolio infranquea­ble.

Existe una ley que regula este tipo de movilizaci­ón, pero, son ellos los que fijan sus condicione­s. Fijan horarios a su entera convenienc­ia, que ellos mismos no respetan. Fijan sus tarifas cuando quieren. No respetan el Reglamento en cuanto a lo referente a las condicione­s para la atención de los discapacit­ados. Ni siquiera pegan los autoadhesi­vos exigidos por la ley. ¿Quién controla? Nadie.

No quisiera catalogar de corruptos a los encargados del control, pero, al parecer, en nuestro país hay contagio, y si hay corrupción, esta llegó para quedarse. Los que pagamos las consecuenc­ias, somos la gente a pie, que no tenemos influencia alguna frente a tanta infamia. Espero que alguna vez se imponga el orden y se escuche a la ciudadanía.

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