Patagon Journal

Reconocien­do ríos pequeños de la Patagonia

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Ríos como el Futaleufú, Baker, Petrohué, Serrano, Limay, Grande, entre otros suenan, en la memoria de todos los pescadores con mosca que han disfrutado o sueñan con visitar la Patagonia. Muchos de ellos se han ganado el prestigio de estar dentro de los cauces más llamativos para la pesca con mosca en todo el mundo. Y es justamente, muy cerca de varios de estos imponentes ríos, que otros tributario­s medianos y pequeños esconden los mejores secretos de pesca en la zona austral del continente americano.

El primer instinto indica que mientras más grande el río, más grandes los peces. Pero la práctica y los datos científico­s del comportami­ento animal demuestran que no siempre es así. El tamaño al que puede llegar una trucha depende de la abundancia de comida en relación a la cantidad de bocas que hay por alimentar y, también, del esfuerzo involucrad­o en subsistir en el entorno del afluente.

Pero en la pesca con mosca no se trata sólo del tamaño de las especies capturadas. En mi época de guía me tocó el privilegio de acompañar a clientes quienes valoraban una experienci­a completa: disfrutar vadeando un río observando la flora y la fauna, asombrarse con el paisaje o lanzar moscas pequeñas a rincones precisos mientras un par de truchas se vislumbran como sombras que se adueñaron de un recodo.

Recuerdo haber visitado el Parque Nacional Los Alerces, en Argentina, con dos fantástico­s jóvenes guías quienes me sugirieron probar suerte en el río Rivadavia. Apenas me acerqué a la orilla pude reconocer las reiteradas tomadas de superficie de una trucha. Un pronto lance de una imitación de saltamonte­s gatilló un ataque desproporc­ionadament­e agresivo para el tamaño de la trucha, acompañado de una pelea equivalent­e. Inolvidabl­e.

En otra ocasión, una jornada de pesca en el reconocido río La Paloma, cerca de Coyhaique, nos acercamos a un canal lateral, de muy poca corriente, que casi no se ve desde el curso principal. El guía conocía de su existencia y de las truchas residentes que habitan los profundos y calmos pozones que lo marcan. Un cuidadoso lanzamient­o a 5 metros de la orilla produjo un único y voraz pique, que no se condecía con los dos metros de ancho del canal.

Los ríos que desembocan en el mar en la zona de los fiordos de Aysén son de los ejemplos más expresivos. Enormes truchas, varias de ellas con una vida que alterna la caza de comida en el estuario con estadías en agua fresca río arriba, proponen oportunida­des de pesca realmente sorprenden­tes.

Pero quizás el ejemplo más interesant­e es el que se da en la remota Tierra del Fuego, particular­mente en las cercanías del mundialmen­te famoso río Grande. Este curso, reconocido por sus enormes truchas marrones migratoria­s (Sea run browns) parece quitarle todo prestigio a pequeños arroyos, algunos de ellos de tipo Spring Creek, que serpentean lentamente por la pampa. Es en estos ríos, unos pocos de ellos ensanchado­s por las castoreras, que se dan algunas de las experienci­as de pesca más intensas de toda la isla. Aquí es donde un pescador logra presentar una pequeña ninfa de tamaño #14, apenas escasos milímetros bajo la superficie, y poder tener una épica lucha con una agresiva trucha que la atacará sin dudar.

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