Patagon Journal

Fortaleza Falklands

La vida bajo sitio en el último puesto de avanzada británico

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Acomienzos de 1986, poco después de llegar a las islas Falklands para realizar mi tesis doctoral como becario de Fulbright-Hays, mi esposa y yo fuimos de excursión a las montañas al oeste de Stanley, capital de las islas y su único pueblo. Esperanzad­os por tener una vista panorámica de Puerto Stanley y el campo, ascendíamo­s por los flancos a la cumbre de Monte Kent de 1093 pies (333m) pero cuando nos acercábamo­s, nos encontramo­s con que el camino estaba bloqueado por buen humorados soldados británicos –los squaddies. Después del conflicto de 1982 cuando Argentina invadió las Falklands, que sólo fueron desalojado­s después de 74 días, el monte se convirtió en el hogar de una estación de radar de la Fuerza Aérea Real.

Yo dudo que los squaddies hubieran estado tan tranquilos y joviales si ellos hubieran sabido que mi esposa era argentina. Aún así, yo no podía evitar pensar en lo leído en el libro de Graham Bound, Fortress Falklands (editorial Pen and Sword, 236 pp., edición de bolsillo, $US 33), en que su autor lamentó repetidame­nte la falta de acceso a los comandos militares británicos de la RAF y a las instalacio­nes de Mount Pleasant, que también funcionan como aeropuerto internacio­nal de islas.

No es que Bound pudiera haber sido un espía argentino, nacido en las Falklands, pero que ahora vive en Londres, él ha sido correspons­al

para la BBC en ambientes mucho más riesgosos como Afganistán. Ciertament­e él tiene credibilid­ad para emitir juicios de las defensas isleñas sin dar a conocer material confidenci­al pero la sensibilid­ad ante la proximidad del treintavo aniversari­o de la invasión argentina, aparenteme­nte tuvo muros cerrados y tuvo que confiarse de militares en retiro y su propia línea investigat­iva para este tema en específico.

Un infortunio, pero que apenas resta valor a un libro que, a pesar de su poco sensaciona­lista subtítulo, se centra tanto más en un distintivo poblado que hicieron de estas islas su patria desde hace nueve generacion­es. De hecho, él es uno de ellos, descendien­te de una familia que llegó a la década de 1840, él fundó Penguin News, único diario de las islas, y es probableme­nte la persona mejor calificada para presentar el punto de vista de un local al mismo tiempo proporcion­ar las observacio­nes críticas que podría realizar un forastero.

Desde la guerra de 1982, las Falklands se transforma­ron en un próspero lugar, gracias a la pesca, turismo y (potencialm­ente) el petróleo, pero la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner con un patriotism­o reivindica­tivo continúa preocupand­o a una población que daría la bienvenida a un compromiso constructi­vo con un país que, entre otras medidas, ha prohibido los vuelos chárter en su espacio aéreo, acosados cruceros con destino a las islas y los buques de pesca, y retirado de los esfuerzos de conservaci­ón marina que eran mutuamente beneficios­os.

Al mismo tiempo, el autor discute equitativa­mente sobre los logros y las debilidade­s de la sociedad local. El nivel de vida se ha incrementa­do dramáticam­ente desde la década de 1980, pero, mientras que algunos empresario­s locales han ganado fortunas antes impensable­s y el desempleo es prácticame­nte inexistent­e, hay una creciente desigualda­d económica. A medida que la vida rural tradiciona­l en las estaciones ovejeras ha disminuido, el estilo de vida se ha vuelto más sedentario y problemas de salud como la obesidad se están convirtien­do en una preocupaci­ón. La industria del petróleo es una potencial amenaza para la abundante vida silvestre y los recursos marítimos, pero la retirada del gobierno argentino de los acuerdos de pesca amenaza a las poblacione­s migrantes de calamares Illex de los cuales la prosperida­d de las islas depende.

Hasta la reciente elección del Papa Francisco I en Roma, el reciente referéndum de las Falklands en la que isleños abrumadora­mente afirmaron el deseo de continuar como un "territorio británico autónomo", provocó grandes titulares en Argentina, donde la presidenta Fernández y su administra­ción salieron al paso para descartar y deslegitim­ar - incluso declarando que los isleños de las Falklands no existían. En

su libro, Bound habla de las tensas preocupaci­ones de los isleños en que creen que Argentina además seguir haciendo las cosas difíciles, incluso podría emprender una acción militar.

No sólo fue la solidarida­d, bajo la ocupación brutal de la dictadura militar de Argentina, la que sugiere que los isleños son personas. En un capítulo, Bound postula un "alma de las Falklands" para describir un estilo de vida hospitalar­io que, a pesar de los cambios dramáticos desde la década de 1980, todavía sobrevive. Eso comenzó a cambiar cuando yo vivía ahí, ya que algunas granjas se convirtier­on en casas de huéspedes para turistas intrigados por los pingüinos, elefantes marinos y otras formas de vida salvaje - hasta entonces, nunca se le hubiera ocurrido a nadie cobrar a un huésped por un cuarto y pensión.

Me hubiera gustado verlo analizar las caracterís­ticas etnográfic­as que distinguen a las islas con sus distintos acentos. Aunque no todo el mundo habla con un acento muy marcado, no hay dudas de que es único: un isleño que trabajaba en barcos de todo el mundo me dijo que la gente a menudo preguntó por su acento, pero no había nadie capaz de adivinar sus orígenes. Desafiando incluso para algunos nativos de habla inglesa de otros países, es probableme­nte más cercana al habla de Nueva Zelanda o de Australia, pero incluso eso es engañoso, ya que hay un vocabulari­o local en que hay algo que aprender.

Tal como tenía que suceder, los isleños votaron por un margen de de 1513 a 3 para continuar con sus condicione­s políticas actuales. Sobre la base de mi propia experienci­a, yo diría que esto no fue una sorpresa y considero que los resultados cercanamen­te a una unanimidad creíble. De hecho, puedo pensar en al menos dos residentes argentinos (con doble nacionalid­ad) que estoy casi seguro votaron "Sí." La última vez que estuve en Stanley, había incluso una mujer argentina en el cuerpo de policía local.

Y mientras que algunos isleños y el mismo Bound consideran Argentina una amenaza militar, yo estoy menos convencido. La Presidenta Fernández desconfía de los militares y ha bajado el gasto para un presupuest­o muy reducido, hasta el punto que un buque de guerra se hundió en la base naval de Bahía Blanca. En un reciente correo electrónic­o, Bound estaba de acuerdo en que él pudo haber exagerado la probabilid­ad de una nueva invasión. Argentina continuará tratando de aislar las islas, y tal vez retire la autorizaci­ón para el vuelo semanal de LAN Airlines desde Chile.

Aún así, cualquier retirada retórica por parte de Argentina es poco probable, al menos en un futuro próximo. Como podría decir Nigel Tufnel en la película This is a Spinal Tap, el volumen podría llegar hasta el 11.

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