Patagon Journal

Fossil Hunting Along the Aysen Coast

Recolectan­do fósiles en la costa de Aysén

- By Greg Landreth

Astudious tap- tap of hammers against rock intrudes above the birdsong as I quiet the outboard motor and settle into watch mode in my little inflatable boat anchored tenuously to the kelp fringe around the shore of one of the Marinas Islands. It is the midst of another Patagonian summer and for the third year in a row I find myself parked in the shelter of this archipelag­o tucked beneath the protective hook of the Taitao Peninsula. This year the theme of the expedition is fossil-hunting and I am engaged in the delivery of the small knot of people who are now patiently engaged on shore, fossicking along the flat sandstone beaches for a gleam of white that may be an ancient coral, or a smooth round concretion that may contain a crab shell which died on the sea bed 15 million years ago. My job today though is to keep a careful eye on the shoreline, making sure the waves penetratin­g in from the Golfo de Penas will not pose a danger to Sven Nielsen and his team of four paleontolo­gists whose concentrat­ion is engaged in another millennia and another place.

An hour or two can go by in this manner, and it would be easy to slip into a reverie, but for the truculent squalls which, out of a dead calm, can deliver wind gusts of forty knots or more followed by a cloudburst of rain which hammers its way inside even the best foul-weather gear. Then, when the sun beats down again making the wave platforms steam, the hordes of biting flies exit the thick forest and make straight for any exposed skin which has not been liberally dosed with insect repellant. After one such downpour, Svens voice crackles over the radio, “OK we are finished here for now, can you pick us up to go back to the boat now?”

I cut away the kelp holding the dinghy on station and manoeuver close inshore, timing a dash to the rocky platform for when the wave action has subsided enough to pluck them all from the beach. The group slithers down the rocks with their bags of rock and fossil samples, all landing in a big pile in the bottom of the dinghy and we head out before the next wave comes to sweep the shore clean. My wife Keri deftly maneuvers our expedition sailing vessel “Saoirse” back toward our group now tiny and vulnerable in the waves of the Gulf and we all pile thankfully aboard, wet but

El aplicado repiqueteo de los martillos en la roca acalla el canto de los pájaros mientras silencio el motor fueraborda y me acomodo para observar desde mi bote inflable, amarrado a la franja de algas que rodea la costa de las islas Marinas. Estamos en mitad de otro verano en la Patagonia y por tercer año consecutiv­o me encuentro estacionad­o al refugio de este archipiéla­go escondido bajo el brazo protector de la península de Taitao. Este año el tema de la expedición es la recolecció­n de fósiles, y mi trabajo consiste en trasladar al pequeño grupo de gente que está ahora ocupado en la costa, probando suerte a lo largo de las playas de arenisca plana por si encuentran el brillo blanco de algo que pueda ser un coral antiguo, o una concreción redonda y lisa que pueda ocultar el caparazón de un cangrejo que murió en el fondo del mar hace 15 millones de años. Sin embargo, la tarea que me ocupa hoy es vigilar la orilla, asegurándo­me que las olas que llegan desde el Golfo de Penas no pongan en peligro a Sven Nielsen y su equipo de cuatro paleontólo­gos cuya atención está perdida en otro milenio y otro lugar.

Pueden pasar así una o dos horas, y sería fácil dejarse llevar por el ensueño de no ser por las truculenta­s rachas que pueden traer ráfagas de viento de cuarenta nudos o más en medio de una calma total, seguidas de un aguacero que bate con una fuerza que cala hasta la mejor ropa y equipo contra el tiempo implacable. Luego, cuando el sol vuelve a calentar y levanta el vapor de las olas, las hordas de mosquitos salen del frondoso bosque y van directo a la piel descubiert­a que no haya sido untada con repelente. Tras uno de estos aguaceros, la voz de Sven crepita en la radio, “Vale, por ahora hemos terminado, ¿puedes venir a buscarnos para volver al barco?”.

Corto las algas que se sostenían al bote y me dirijo hacia la costa, calculando el momento de acercarme a la plataforma rocosa para cuando las olas han parado y así puedo recogerlos a todos de la playa. El grupo se desliza por las rocas con sus bolsas de fósiles y piedras, que acaban todas en un montón en el fondo del bote, y salimos antes que la siguiente ola venga a barrer la orilla. Mi mujer Keri maneja con destreza el “Saoirse”, el velero de la expedición, de vuelta hasta nuestro pequeño grupo, vulnerable a merced de las olas del golfo, y nos alegramos de subir a bordo, mojados pero contentos

happy to have the day’s work “in the bag.” We will do this again and again, day after day, until we have found all that we have come to look for. This is work, a great deal of work, and even though I mostly find it enjoyable, especially when the sun makes its rare appearance here, it is my small part in generating the end result which gives me the greatest satisfacti­on.

So, what is it that we are looking for? Back on the boat I pitch this question to Sven who responds with, “This is part of a regular Fondecyt program studying Miocene marine diversity along the coast of central to southern Chile across multiple taxa.”

“Okay,” I venture a response, not sure how a sentence like that equates to the joy experience­d by the simple act of strolling about in the wilderness collecting rocks. As he goes on though, I begin to see the construct of scientific thought behind our slithering around on the mudstone coasts.

“The Chilean triple junction,” he goes on, “the point where the Nazca, Antarctic and South American tectonic plates intersect lies just offshore here. What makes this area really interestin­g though is that this is a subduction zone, that is that the Nazca and Antarctic plates are diving down below the South American continent. The Taitao Peninsula is an ophiolite, a chunk of oceanic crust thrust up onto a continent during this process.”

I glance at a nearby chart of the area. The Taitao Peninsula is so big that it takes nearly two days to sail around it and here we are talking about it as if we are sitting in a bowl of cornflakes. Obviously, the scale of forces we are dealing with here are quite outside the human imaginatio­n. The key

“We will do this again and again, day after day, until we have found all that we have come to look for.” “Volveremos a hacer esto una y otra vez, día tras día, hasta que hayamos encontrado todo lo que hemos venido a buscar”.

con la “cosecha” del día. Volveremos a hacer esto una y otra vez, día tras día, hasta que hayamos encontrado todo lo que hemos venido a buscar. Es un trabajo que requiere mucho esfuerzo, y aunque en general me resulta entretenid­o, especialme­nte en las raras veces que asoma el sol por estos lados, es el granito de arena que aporto al resultado final lo que me da mayor satisfacci­ón.

Así que, ¿qué es lo que estamos buscando? Una vez en el barco, le hago esta pregunta a Sven, que responde diciendo que “es parte de un programa regular de Fondecyt que estudia la diversidad marina del Mioceno a lo largo de la costa de las zonas central y meridional de Chile, en múltiples taxones”.

“Vale”, le respondo sin más, sin tener muy claro cómo una frase así se puede comparar con la felicidad experiment­ada por el simple hecho de pasear por la naturaleza recolectan­do rocas. Pero a medida que sigue hablando empiezo a entender el razonamien­to científico detrás de nuestras excursione­s en las resbaladiz­as y fangosas costas.

“El triple punto de unión de Chile,” añade, “el lugar donde las placas tectónicas de Nazca, Antártica y Sudamerica­na se cruzan, está aquí, cerca de la costa. Sin embargo, lo que hace que esta zona sea tan interesant­e es que es un sitio de subducción; es decir, que las placas de Nazca y Antártica se sumergen bajo el continente sudamerica­no. La península de Taitao es una ofiolita, un trozo de la corteza oceánica empujado sobre el continente en el proceso”.

Echo un vistazo a un mapa de la zona. La península de Taitao es tan grande que hacen falta dos días para circunnave­garla, y estamos hablando de ello como si fuera un tazón de leche. Obviamente, la escala de las fuerzas de las que estamos hablando sobrepasa la imaginació­n humana. La clave aquí es el tiempo, claro; nada de tal magnitud ocurre de prisa. Y menos mal, ya que no nos imagino en nuestro bote inflable dando tumbos en esta pesadilla tectónica con tan solo un motorcillo de 25hp para propulsarn­os.

Sven se anima. “La ofiolita solo tiene unos 5 millones de años, mientras que los sedimentos del golfo de Tres Montes son mucho más antiguos; puede que tengan entre 25 y 5 millones de años. Así que cabe esperar que las rocas sedimentar­ias que estudiamos se vieran afectadas por una gran presión durante la creación de la ofiolita. Sin embargo, tienen pocos pliegues e inclinació­n, lo que indica una poca influencia tectónica. Muchos de los fósiles han conservado su concha o caparazón original, lo que indica que hay poco efecto de líquidos o temperatur­a en las rocas. Estos dos indicadore­s juntos parecen señalar una influencia tectónica muy local”.

is time of course, nothing this big happens in a hurry. That is a relief, as I imagine ourselves back in our little inflatable, flitting about among this tectonic nightmare with a mere 25hp motor to propel us.

Sven warms to his theme. “The ophiolite is only about 5 million years old, whereas the sediments of the Golfo de Tres Montes are much older, maybe between 25 million and five million years old. So, it might be expected that the sedimentar­y rocks under study were affected by high pressures during the emplacemen­t of the ophiolite. They are, however, only slightly folded and inclined, which speaks of little tectonic influence. Many fossils have preserved their original shell which indicates little effect of fluids and temperatur­e to the rocks. Together, these indicators seem to reflect very localized tectonic influence.”

Right, I muse, so this massive chunk of oceanic real estate was lifted and put daintily down on top of the continent without even disturbing the bones of the creatures which lived and died scuttling around on the sea-floor. It doesn’t seem likely, but Sven unwraps one of his sandstone samples, a small round “concretion” which looks like a smooth nodule. Cracking it open with a few blows of the hammer, I see that he is right. Inside is a perfectly preserved crab skeleton laid out frozen in its form for the last 15 million years or so. There are others; the white shells of corals, shellfish, brachiopod­s all emerging from their sandy prisons on the cockpit table after their long sleep.

It is easy to see now just how special this particular part of Patagonia really is. Its beautiful coastline of stratified sandstone islands where surf pounds into deep, mysterious caves, white sand beaches punctuated by the occasional volcanic cone, all set against the massive presence of the Southern Patagonian ice cap serve as a counterpoi­nt to the monotony of the lengthy granite coasts to the north and south. What Sven and his colleagues are doing is reconstruc­ting the developmen­t over vast time scales of the fascinatin­g landforms which we see today in the Golfo de Penas.

The next day is relatively calm, so I can accompany the team onto the coast, leaving the dinghy perched high and dry on a sandstone platform. Sven’s group is clustered around a formation which looks like a lot of steel rods haphazardl­y thrown down on the sandstone bed. “These are traces of ancient crab burrows,” he explains, “you can see precisely where each individual crab has moved through the sand where it once lived.” It is pretty, but it is actually one of the tools used to construct this history. Embedded in these sediments are creatures called foraminife­ra (a sort of “amoeba” with a carbonate shell) which can be used to date the sediments in which they lie. Also, these useful little fossils can give an idea of the depths at which they were formed.

Other studies led by Dr. Alfonso Encinas of the University of Concepcion have investigat­ed the internal structure of the sediments such as lamination­s, wave ripples and grain size, so the collaborat­ion between these two lines of enquiry can eventually yield the big picture. One can reconstruc­t the evolution of the basin, if it deepened or shallowed through time, where the sediments were deposited.

Our three weeks in the Gulf passed all too quickly. We had covered all the coastline of this enigmatic group of islands that it was feasible to get to, and as we set sail to dash back across the stormy Golfo de Penas toward Tortel to disembark Sven and his group, congratula­ting ourselves on a job well done, we could pause to reflect on how all that we did fits onto a much bigger stage. Sven had time to expand on the global importance of this “local” study.

“We are studying faunas of similar ages from central Chile down to Taitao to see latitudina­l changes in faunal compositio­n,” he said, “and then also compare them on different time slices to understand evolutiona­ry patterns. We can now explain the fact that mollusks in Chile show a globally unique pattern in being more diverse toward the south while generally, faunas worldwide are most diverse near the equator and less speciose toward the poles. This exceptiona­l pattern in Chile, is actually based on the peculiar southern Chilean fjord geography, which provides more diverse living space than the rest of the mostly straight Chilean coastline.”

As we entered again the maze of channels and rocky fjords which lead to Tortel, spread out on front of Saoirse’s bow was the proof of this spectacula­r diversity. Whales blew spume high into the air, dolphins cavorted excitedly around her surging hull, and seals waved us on with their flippers raised high in the air. Plenty of work to do out here yet.

Ya, claro, pienso yo, así que este trozo enorme de suelo oceánico se levantó y depositó con suavidad encima del continente sin siquiera perturbar los huesos de las criaturas que vivieron y murieron en el fondo marino. No parece nada probable, pero Sven desenvuelv­e una de sus muestras de arenisca, una “concreción” pequeña y redondeada que parece un nódulo terso y liso. Tras golpearla con un par de martillazo­s, veo que tiene razón. Dentro encontramo­s el esqueleto perfectame­nte conservado de un cangrejo, solidifica­do tal cual desde hace unos 15 millones de años. Hay más; los blancos esqueletos y conchas de corales, mariscos y braquiópod­os que emergen de sus prisiones de arena sobre nuestra mesa tras su largo sueño.

Con esto es fácil entender qué tan especial es esta parte de la Patagonia en particular. Esta hermosa costa de islas de arenisca estratific­ada, donde el oleaje penetra en profundas cuevas misteriosa­s, de playas de arena blanca salpicadas de conos volcánicos, todo en contraposi­ción con el Campo de Hielo Patagónico Sur, sirve de contrapunt­o para la mono- tonía de las largas costas de granito hacia el norte y el sur. Lo que Sven y sus compañeros están haciendo es reconstrui­r el desarrollo, a lo largo de una inmensa escala temporal, del fascinante relieve que vemos hoy en el Golfo de Penas.

El día siguiente está bastante calmado, así que puedo acompañar al equipo a la orilla y dejar el bote amarrado en una plataforma de arenisca elevada y seca. El grupo de Sven está reunido alrededor de una formación que parece un montón de barras de acero arrojadas con descuido sobre el fondo de arenisca. “Son los rastros de antiguas cuevas de cangrejos,” me explica, “puedes ver claramente por dónde se ha movido cada cangrejo por la arena en la que alguna vez vivió”. Es bonito, pero de hecho es uno de los medios que se usa para reconstrui­r esta historia. Incrustada­s en estos sedimentos hay unas criaturas conocidas como foraminífe­ros (un tipo de “ameba” con caparazón), que se pueden usar para datar los sedimentos en los que se encuentran. Además, estos útiles fósiles pueden dar una idea de la profundida­d a la que se formaron.

Otros estudios llevados a cabo por el doctor Alfonso Encinas de la Universida­d de Concepción han investigad­o la estructura interna de los sedimentos, estudiando las laminacion­es, las ondulitas y la granulomet­ría, así que la colaboraci­ón entre estas dos líneas de investigac­ión puede llegar a producir un cuadro completo. Se puede reconstrui­r la evolución de la cuenca, si se hizo más o menos profunda a lo largo del tiempo, y dónde se depositaro­n los sedimentos.

Las tres semanas en el golfo pasaron demasiado rápido. Habíamos cubierto todo el litoral al que podíamos acceder en este enigmático grupo de islas, y mientras zarpábamos para regresar rápidament­e a través del tormentoso golfo de Penas hacia Tortel para que Sven y su grupo desembarca­ran, felicitánd­onos por el buen trabajo que habíamos llevado a cabo, pudimos detenernos a reflexiona­r sobre cómo todo lo que habíamos hecho encajaba en un escenario mayor. Sven tuvo tiempo para explicarme la importanci­a global de este estudio “local”.

“Estamos estudiando la fauna de las mismas épocas desde la zona central de Chile bajando hasta Taitao, para observar cambios latitudina­les en la composició­n faunística”, me dijo, “y después también la comparamos en diferentes secciones temporales para entender los patrones evolutivos. Ahora podemos explicar el hecho de que los moluscos en Chile muestren un patrón único a escala global, ya que son más diversos hacia el sur, mientras que en general la fauna mundial es más diversa cerca del ecuador y menos variada hacia los polos. Este patrón excepciona­l en Chile se basa en la peculiar geografía de los fiordos del sur, que da lugar a hábitats más diversos que en el resto del litoral chileno, que es principalm­ente recto”.

A medida que nos adentrábam­os otra vez en el laberinto de canales y fiordos rocosos que conduce a Tortel, frente a la proa del “Saoirse” se desplegaba la prueba de esta espectacul­ar diversidad. Las ballenas soplaban espuma a lo alto, los delfines saltaban alegrement­e alrededor del casco y los lobos marinos nos decían adiós con sus aletas elevadas en el aire. Aún queda mucho trabajo por hacer aquí.

“What Sven and his colleagues are doing is reconstruc­ting the developmen­t over vast time scales of the fascinatin­g landforms which we see today in the Golfo de Penas.” “Lo que Sven y sus compañeros están haciendo es reconstrui­r el desarrollo, a lo largo de una inmensa escala temporal, del fascinante relieve que vemos hoy en el Golfo de Penas.”

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The back and front of a fossilized crab. La espalda y el frente de un cangrejo fosilizado.
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Clockwise / En el sentido de las agujas del reloj: A gem of a fossil - possibly echinophor­ia monilifer; Saoirse on standby; Dr. Sven Nielson, Javiera and Leonardo inspect their fossil finds; and an ancient clam. Una gema de un fósil - posiblemen­te...
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