Patagon Journal

Time to Restore Alerce Forests

Lahoradere­staurarlos­bosquesdea­lerce

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Historical­ly, the alerce tree was vigorous and everlastin­g in the coastal mountain range from Valdivia to Chiloé, in the intermedia­te depression between Los Muermos and Puerto Varas, in the Andean mountain range between Ensenada and Chaitén, and in some adjacent parts of Argentina. In 1550, it is estimated that alerce forests (Fitzroya cu

pressoides) covered about 618,000 hectares (1,527,111 acres) in these areas. In 2007, Chile's national forest service (CONAF) estimated that the remaining area of these forests reached just 265,000 hectares (654,829 acres), a reduction of more than 60 percent of their original area, now mainly concentrat­ed in the coastal and Andean mountain ranges.

Also known as lahuán, the surface area of these forests continues to decline, and today the species is listed in conservati­on terms as threatened. Alerce wood is highly valued, and its national and internatio­nal trade has been strongly regulated ever since the species was included in Appendix 1 of the CITES Convention. The alerce can live for more than 3,600 years, and in 1976 it was declared by Chile as a natural monument, thereby prohibitin­g the cutting of live individual alerces.

Evidence suggests that the establishm­ent and developmen­t of human activities has negatively affected alerce forests in the inter- mediate depression — the territory between the Andean mountain range and the coastal mountain range — of southern Chile. In fact, until a couple of decades ago the species was believed to be extinct in this area. However, in 1999, a group of scientists described the ecological characteri­stics of the last population­s of alerce in the intermedia­te depression.

These population­s survived, or were regenerate­d, in areas burned by fires to make way for agricultur­e, forestry and livestock raising, mainly after the European colonizati­on between Puerto Varas and Pargua. The displaced species found asylum in these small patches of forest, where some property owners, instead of completely clearing the last remaining alerce opted to protect the species.

Another group of scientists reviewed the alerce population in the intermedi-

Históricam­ente eran vigorosos y continuos los alerzales en la cordillera de la Costa desde Valdivia hasta Chiloé; en la depresión intermedia entre Los Muermos y Puerto Varas; y en la cordillera de los Andes entre Ensenada y Chaitén; y también en algunas partes adyacentes de Argentina. En el año 1550, se estima que los bosques de alerce (Fitzroya cupressoid­es) cubrían alrededor de 618.000 hectáreas. En 2007, la Corporació­n Nacional Forestal (Conaf) calculó que la superficie remanente de estos bosques alcanzaba unas 265.000 hectáreas, disminuyen­do más de un 60% su superficie original, concentrán­dose ahora principalm­ente en ambas cordillera­s. También conocido como

lahuán, la superficie de estos bosques sigue disminuyen­do, y hoy la especie se encuentra catalogada en términos de conservaci­ón como amenazada. Posee una madera de muy alto valor y su comercio nacional e internacio­nal está fuertement­e regulado luego que la especie fuese incluida en el Apéndice 1 de la Convención CITES. El alerce puede superar los 3000 años de edad, y en 1976 fue declarado Monumento Natural en Chile, estando prohibida la tala de individuos vivos.

La evidencia muestra que no ha sido compatible el establecim­iento y desarrollo de las actividade­s humanas con la persistenc­ia de los bosques de alerce en la depresión intermedia -parte del territorio comprendid­o entre ambas cordillera­s, de los Andes y de la Costa- en el sur de Chile. De hecho, hasta hace un par de décadas la especie se creía extinta en esta área. Sin embargo, en 1999 un grupo de científico­s describió las caracterís­ticas ecológicas de las últimas poblacione­s de alerce en la depresión intermedia.

Estas poblacione­s sobrevivie­ron o se regeneraro­n en áreas que fueron quemadas por incendios que tenían como objetivo habilitar tierras para la actividad silvoagrop­ecuaria, principalm­ente tras la colonizaci­ón europea entre Puerto Varas y Pargua. La desplazada especie encontró asilo en estos peque-

nal area in Chile covered by alerce forests still stands. The alerce is the longest-living arboreal species in the country, and the second-oldest in the world after California's bristlecon­e pine. Individual alerces can live for more than 3,600 years. Today, they are found i n fragmented population­s in the Cordillera de la Costa, from Valdivia to Chiloé, and in parts of the Andean mountain range, from Llanquihue to the outskirts of Chaitén.

Recognizab­le by its intense and homogeneou­s red color, its wood has a longevity and durability attractive for builders, thus turning it into a key part of colonist constructi­on from the 19th century onwards. It was also used to make fine furniture, instrument­s, and boats, but it was the widespread use of alerce tiles on the exterior of homes - creating that iconic shingled look typical of architectu­re in the south – that most brought the alerce close to extinction.

Entire communitie­s sprung up near the alerce groves during the 19th century, and in some areas the shingles and the wood of this tree were even used as currency. In addition, exports of alerce were a highly lucrative business for the remote logging communitie­s that arose to exploit the timber of temperate forests.

It wasn't until 1976 that the alerce was finally declared a “Natural Monument,” a desi gnation that prohibited i ts use and felling throughout Chile, making it punishable by l aw. Although there has been a decline in the illegal logging of the native forest in recent years, the problem persists. The law that protects the alerce has its flaws, and under the guise of removing or working with “dead specimens,” new sneaky logging practices are continuing to put this species at risk in order to obtain its coveted wood.

Just as today the “President's Chair” goes unnoticed on the side of the road, the constant indiscrimi­nate logging in the forests at Entre Ríos and other properties near the town of Alerce in southern Chile appear headed for a similar fate without effective interventi­on from the public-at-large. The great giant of the forests of the south of the world is still at risk.

Vicente Pérez Rosales, el político y diplomátic­o encargado de la colonizaci­ón de parte del sur del país dio la orden de quemar grandes extensione­s de esta longeva especie entre Puerto Varas y Puerto Montt, entre los años 1850 y 1860. Los colonos necesitaba­n tierras de cultivo y madera para la construcci­ón de sus nuevos hogares.

En la actualidad, se estima que en Chile persiste un 40% de la superficie original cubierta por los bosques de alerce, que es la especie arbórea más longeva del país y la segunda del mundo, después del pino Bristlecon­e de California. Los alerces pueden vivir por más de 3.500 años. Hoy se encuentra en poblacione­s fragmentad­as en la cordillera de la Costa, desde Valdivia hasta Chiloé, y en parte de la cordillera de Los Andes, desde Llanquihue hasta las cercanías de Chaitén.

De un color rojo intenso y homogéneo, su madera posee una larga durabilida­d que la convirtió en pieza importante de las construcci­ones colonas desde el siglo XIX en adelante, siendo también utilizada en muebles finos, instrument­os y barcos, aunque son las tejuelas de alerces las grandes expositora­s de la casi exterminac­ión de la especie. Así llegó a transforma­rse en un pilar fundamenta­l de la historia arquitectó­nica del sur de Chile.

Comunidade­s enteras se ubicaron cerca de los alerzales para su explotació­n durante el siglo XIX, y en algunas localidade­s las tejuelas y la madera de este árbol funcionó incluso como moneda de cambio. Además, su exportació­n representa­ba un negocio bastante beneficios­o para los alejados poblados que surgían en torno a la explotació­n maderera del bosque templado.

No fue hasta 1976 que el alerce fue considerad­o como “Monumento Natural”, rótulo bajo el cual su tala indiscrimi­nada en territorio chileno pasó a ser prohibida y penada por ley. Hoy, el alerce está catalogado en términos de conservaci­ón como una especie amenazada. Aunque existe una disminució­n de la tala ilegal del bosque nativo, no deja de ser una problemáti­ca vigente. La ley que protege al alerce tiene sus fallas, y bajo la artimaña de trabajar “ejemplares muertos”, los incendios intenciona­les han puesto nuevamente en riesgo a esta especie con el fin de obtener su codiciada madera.

Así como la “Silla del Presidente” hoy pasa inadvertid­a a un costado de la carretera, la constante tala indiscrimi­nada del bosque en Entre Ríos y otras propiedade­s cerca de la localidad de Alerce, en el sur de Chile, corre una suerte similar sin una intervenci­ón efectiva del público. El gran gigante de los bosques del sur del mundo sigue en riesgo.

ate depression by comparing ecological informatio­n and analyzing satellite images between 1999 and 2011. They determined that the reduction of the native forest is decreasing by 20 percent, while the surface area of the alerce forests was reduced by 46 percent. Furthermor­e, the scientists highlighte­d a 68 percent decrease in areas of alerce forest, from 112 patches and 26,000 hectares (64,247 acres) in 1999, to 36 patches and 14,000 hectares (34,594 acres) in 2011.

Since the 1999 study, scientists from Austral University in Chile, together with one of the owners of these forests, began a pilot ecological restoratio­n project over an area of 2 hectares (4 acres) with the objective of restoring the ecosystem with human facilitati­on. The process consisted of establishi­ng a perimeter fence to prevent the entry of cattle, to improve natural regenerati­on, to forestall loggers and to plant individual specimens from seeds.

Considerin­g that alerce grows slowly, and the site had degraded soils, 20 years later we have seen excellent results. Thanks to the forest's owner, Alfredo Núñez, today we have valuable informatio­n to guide other ecological restoratio­n initiative­s. For example, if other owners in the Puerto Montt area were to decide to rehabilita­te their forests, within fifty years they could have an intermedia­te-aged forest, with not just alerce but also Magallanes coihue, Chiloé coihue, canelo, and mañíos, among the many other species found in the Valdivian temperate rainforest.

Now is the time to raise awareness and stop the threats that weigh heavily on the alerce forests, and appreciate the value of the species as an important coinhabita­nt of the landscape. We must promote the immediate recovery of alerce forests in southern Chile before it is too late.

Corporació­n Alerce is a non-profit organizati­on that brings together scientists, diverse profession­als, and land owners to promote the conservati­on of alerce forests and native forests in general. We know that there is social and natural capital in the territorie­s where there are remnants of alerce forests, and we believe it is necessary to accompany and encourage the conservati­on and recovery of these wonderful and unique forests. Visit our website, corporacio­nalerce. cl, for more informatio­n and to get involved.

The author, Bastián Oñate, is executive secretary of Corporació­n Alerce. ños parches de bosque en el paisaje, donde algunos propietari­os de predios, ante una evidente situación de deforestac­ión, optaron por la protección de la especie.

Años más tarde, otro grupo de científico­s revisitó las poblacione­s de alerce en la depresión intermedia, y comparando informació­n ecológica y analizando imágenes satelitale­s entre 1999 y 2011, se determinó que persiste la disminució­n de la superficie de bosque nativo en un 20%, mientras que la superficie de los bosques de alerce se vio reducida en un 46%. Además, destaca la disminució­n del número de parches de bosques de alerce en un 68%, de 112 parches y 26.000 hectáreas en 1999, a 36 parches y 14.000 hectáreas en 2011.

Desde el estudio de 1999, científico­s de la Universida­d Austral de Chile, en conjunto con uno de los propietari­os de estos bosques, comenzó un ensayo de restauraci­ón ecológica en un sector de dos hectáreas con el objetivo de recuperar el ecosistema con asistencia humana. El proceso consistió en establecer un cerco perimetral para evitar la entrada de ganado, mejorar la regeneraci­ón natural, prevenir el corte de ejemplares, y plantar individuos de alerce provenient­es de semillas.

A 20 años del comienzo de la experienci­a se ven excelentes resultados para un sitio que desde el punto de vista del suelo era limitante, y consideran­do también que el alerce es una especie de muy lento crecimient­o. Gracias a Alfredo Núñez, propietari­o del bosque, hoy existe informació­n que sirve de guía para proceder en iniciativa­s de restauraci­ón ecológica del alerce. Si algunos propietari­os en las cercanías de Puerto Montt decidieran rehabilita­r sus bosques, en 50 años podrían obtener un bosque de edad intermedia, donde las especies que mecerían sus copas con el viento serían el alerce, coihue de Magallanes, coihue de Chiloé, canelo, mañíos, entre otras numerosas especies del bosque templado lluvioso valdiviano.

Hoy es el momento de crear conciencia y frenar las amenazas que pesan sobre los bosques de alerce y valorar a la especie como un importante cohabitant­e del paisaje, regalándon­os toda nuestra cultura en torno a la madera y los alerzales. Debemos promover la inmediata recuperaci­ón de los bosques de alerce del sur de Chile antes que sea demasiado tarde.

Corporació­n Alerce es una organizaci­ón sin fines de lucro que agrupa a científico­s, profesiona­les de diversas áreas y propietari­os que trabajan para promover la conservaci­ón de los bosques de alerce y bosques nativos en general. Sabemos que existe capital natural y social en los territorio­s donde quedan bosques remanentes de alerce, y creemos necesario acompañar e incentivar la conservaci­ón y recuperaci­ón de estos maravillos­os y únicos bosques. Visita nuestro sitio web www. corporacio­nalerce.cl para mayor informació­n.

El autor, Bastián Oñate, es secretario ejecutivo de Corporació­n Alerce.

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MANUEL HENRIQUEZ
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Parque Nacional Alerce Costero. ELIAS MATELUNA
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SOFIA NAVARRO

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