Científicos abordan el cambio climático en la Patagonia
Pocos días después que estallaran las protestas sociales en Santiago, varios científicos internacionales y nacionales se reunieron el 21 y 22 de octubre en Coyhaique para discutir sobre el cambio climático y sus efectos en los ecosistemas de la Patagonia. En el evento organizado por el Centro de Investigación en Ecosistemas de la Patagonia (CIEP), los expositores abordaron los temas de mayor urgencia para asegurar el cuidado de la Patagonia chilena.
Hoy en día, la región patagónica concentra el 64% del área total de los lagos de Chile, el 75% de la escorrentía de los ríos, y el 72% de los glaciares. Los Campos de Hielo Patagónicos se estudian a través de fotografías que permiten observar cuánto cambian en su forma año a año; también los lagos son especialmente útiles para buscar evidencia de los cambios que ha provocado el calentamiento global en el último tiempo. “Se ven menos transparentes a medida que han pasado los años”, señala el Dr. Brian Reid, quien ha participado en programas de monitoreo de lagos desde Puerto Montt a Cabo de Hornos por más de una década. Reid dice que las muestras que estudia están cambiando fuertemente en términos de productividad, transparencia y límites de nutrición.
Respecto al estado de la criósfera en la Patagonia, hay una disminución significativa en el hielo marino del territorio antártico y del hielo glaciar, lo que podría provocar inundaciones en zonas costeras y afectar espacios habitados por seres humanos. El deshielo produce además el aumento de las temperaturas del mar y una disminución en la salinidad del agua, lo que altera directamente la población del fitoplancton. “Este es un organismo que absorbe dióxido de carbono y libera oxígeno, y eso afecta la dinámica de los gases en la atmósfera”,
dice la Dra. Irene Schloss, del Instituto Antártico Argentino. Este organismo es la base de la red trófica oceánica y el aumento o disminución de su población impacta a los peces que se alimentan de él y a toda la cadena.
Durante 25 años, la investigadora ha realizado estudios en Caleta Potter, ubicada al sudoeste de la isla Rey Jorge. La isla solía estar rodeada por el glaciar Fourcade, que “en 2016 pasó de ser un glaciar que directamente caía a pique al agua, a uno que está completamente sobre tierra. Pasó de ser un Tidewater Glacier a Land Glacier, y la tasa de retroceso fue de aproximadamente 40 metros por año. Es realmente impresionante”, afirma Schloss.
En cuanto a los océanos, se sabe que la vida marina de la zona es altamente diversa. “Por eso se llama a la Patagonia un hotspot de biodiversidad”, detalla la Dra. Vreni Haussermann, quien lleva más de 20 años realizando estudios en este territorio. Sin embargo, los organismos deben desarrollarse en un ambiente lleno de complejidades. Hay una gran cantidad de factores abióticos, como la temperatura y la salinidad del mar, que interfieren con su crecimiento.
Esto se suma a la presión que ejercen las actividades económicas, como la cada vez más creciente industria de la acuicultura, que ha provocado la muerte en masa de arrecifes de corales. “Hay grandes áreas donde tenemos sólo corales muertos”, revela la investigadora, y cuenta que en la Isla Madre de Dios había un arrecife de hidrocorales que se asemejaba a un arrecife tropical, pero que de un año a otro dejó de existir. “Los pescadores locales dicen que de repente hay áreas donde muere todo”, agrega Haussermann. También se han visto afectados moluscos, anémonas, algas gorgonians, sardinas y medusas, entre otras especies. Por eso la relevancia de la creación de áreas de protección marítima en la Patagonia, sobre todo porque son precisamente las zonas de mayor conflicto las que no están resguardadas.
El cambio climático alterará las condiciones de vida de los seres vivos y ecosistemas en todo el mundo. “Van a surgir más enfermedades producto de bacterias que antiguamente funcionaban en una cierta temperatura y ahora se están movilizando en nuevas temperaturas”, afirma el Dr. Russel Death, del Instituto de Ecología y Medio Ambiente de Nueva Zelanda, quien ha experimentado de cerca las consecuencias de privilegiar actividades económicas contaminantes en desmedro de los beneficios que traería cuidar los alucinantes paisajes que cautivan a millones de turistas cada año en ese país. Para él, la Patagonia es como Nueva Zelanda hace 20 años atrás, y espera que aquí no se cometan los mismos errores.
“Respecto al estado de la criósfera en la Patagonia, hay una disminución significativa en el hielo marino del territorio antártico y del hielo glaciar, lo que podría provocar inundaciones en zonas costeras y afectar espacios habitados por seres humanos”.