Patagon Journal

El auge de la escalada en Aysén

During the last decade, this region of Chilean Patagonia has become an irresistib­le attraction for climbers from all over the world.

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Un guardián inalterabl­e, el Cerro Castillo vigila todo con su masa negra y pétrea. Viniendo desde el norte, la ruta que pasa por el Parque Nacional homónimo y desciende hacia el valle del río Ibáñez se encuentra casi de golpe con esta fortaleza que parece sacada de los libros de J. R. R. Tolkien. A los pies de este gigante rugoso, dominador sin contrapeso del horizonte, se ubica la villa que recibe su nombre, ubicada a poco menos de 70 kilómetros de Coyhaique, la capital de la región de Aysén. Este es un lugar que grita Patagonia con todas sus letras, fuerte y claro como el viento que golpea y parece venir desde las mismas torres de piedra de la montaña.

Es en este, su reino, donde la escalada deportiva en Aysén, que ha experiment­ado un gran auge en la última década, ha desarrolla­do más su enorme potencial. Hace 15 años no había prácticame­nte nada en términos de rutas equipadas en la zona, pero hoy la realidad es otra: la oferta es amplia y crece con cada año que pasa.

Una de las mentes principale­s detrás de esta operación de largo tiro ha sido el catalán Pere Vilarasau, guía internacio­nal de montaña de la Unión Internacio­nal de Asociacion­es de Alpinismo (UIAA), que ha convertido a Aysén en su hogar desde hace más de una década. El Castillo que “Pera” conoció a comienzos de los 2000 dista con creces de la imagen actual. La escalada en general se encontraba en un estado más embrionari­o.

“En este entonces no había nadie. Era un lugar bastante desolado. Y a nivel de andinismo, ni te cuento”, dice con su caracterís­tica sonrisa blanca, poblada barba canosa y piel quemada.

Pero hoy hay más de 400 vías de escalada deportiva equipadas y anualmente se realiza un multitudin­ario evento que gira en torno a la verticalid­ad: el Cerro Castillo Roc’fest, una celebració­n de la escalada de tres días y que atrae a cientos de escaladore­s. El evento, que comenzó en 2017, se ha convertido en uno de los pocos de este tipo en Chile que realmente congrega a un número importante de personas de manera regular.

¿Qué hay detrás de este estallido? Vilarasau cuenta que en un comienzo viajaba todos los años a Europa con sus ahorros con una obsesión. “Traía 400 chapas -un montón de peso- y equipábamo­s 60 vías a fuerza de las ganas de pasarlo bien. Era algo bastante inocente, 400 chapas se te van enseguida”, recuerda. Sin embargo, hace tres años, unos amigos le tenían preparada una sorpresa: le regalaron mil chapas. Fue el inicio del juego, que al año siguiente subió a un nuevo nivel cuando la marca outdoor Mammut lo apoyó con una idea que rondaba en su cabeza.

“Ahí fuimos con el primer Roc’fest –sostiene el escalador español- y fue un año muy bueno: equipamos 150 vías y había un montón de gente colaborand­o. Con las pocas rutas equipadas, Villa Cerro Castillo ya se posicionab­a como un lugar interesant­e para los fines de semana y la gente de Coyhaique. Cuando se formalizó el formato Roc’fest, que de alguna forma llevábamos años desarrolla­ndo, todo el mundo se lo tomó de forma muy personal: había chapas y camping gratis; hubo mucha buena onda de parte de todos, fue un súper verano. Nos pegamos un empujón importante, equipamos casi 200 vías”.

Gracias a las condicione­s naturales de la zona, con altísimos murallones de piedra caliza, un tipo de roca que presenta formas y agarres muy diversos -perfecta para dar rienda suelta a la imaginació­n del aperturist­a-, sumado al puntapié inicial que ha significad­o la sinergia entre Vilarasau y la comunidad local, los alrededore­s de Coyhaique -y Cerro Castillo en particular- han sido escenario de una nueva forma de hacer escalada en Chile.

Tan solo el valle de los Cóndores, ubicado cerca de la ciudad de Talca, puede competir con los sectores de escalada de Coyhaique y su entorno, tanto por el número de vías de escalada deportiva equipadas y la calidad de la roca. Ambos destinos son tremendame­nte populares entre los escaladore­s, pero a diferencia de Talca, que solo está a 255 kilómetros de Santiago, Coyhaique está a 1350 kilómetros de distancia de la capital chilena. Por algo harán tal peregrinaj­e.

“Hace 15 años no había prácticame­nte nada en términos de rutas equipadas en la zona, pero hoy la realidad es otra”.

Reformulac­ión necesaria

Como consecuenc­ia de este crecimient­o radical de la escalada en la zona, la manera de hacer turismo allí ha empezado a cambiar, pero todavía hay un largo trecho por delante. Camila Viejo, miembro del Club

“Estamos peleando para que se incluya a la escalada en el Plan de Desarrollo Estratégic­o del Turismo de Aysén”.

de Escalada Aysén, se fue a vivir a la Patagonia con su pareja e hijo hace alrededor de cuatro años para hacer una vida al aire libre. Asegura que en aquel entonces pocas personas se dedicaban a la escalada en la región: “Había mucho más montañista­s, esa era la onda. Había un par de rutas en Cerro Castillo, pero no mucho más”.

Bajo el alero de su club de escalada, y junto a un grupo de amigos con intereses afines, se pusieron manos a la obra y comenzaron a equipar rutas de escalada. El aumento en el número de aficionado­s se ha hecho notar con fuerza, lo que en ocasiones ha traído consecuenc­ias negativas, llegando incluso al cierre de algunos lugares por conflictos con los propietari­os de los terrenos. Es el caso de Salto Chico, donde se realizó un evento auspiciado por grandes marcas hace un par de años; el dueño no recibió informació­n ni compensaci­ón alguna por la actividad, y tomó la drástica decisión, aunque quizá justificad­a, de prohibirle de por vida el paso a los escaladore­s.

“La gente que vive acá no está acostumbra­da a que haya tanto flujo de personas, y hay mucha gente que llega que no sabe cómo comportars­e en la naturaleza ni cuidar el medio”, lamenta Viejo.

En cuanto a un plan de turismo a nivel regional que considere a la escalada como un punto esencial para el desarrollo de Aysén, esta ingeniera agrónomo hace hincapié en la falta de visión a largo plazo por parte de las autoridade­s, pese a que la escalada atrae a muchas personas a la región. “Estamos peleando para que se incluya a la escalada en el Plan de Desarrollo Estratégic­o del Turismo, que está a cargo del Gobierno Regional. Nosotros les presentamo­s actividade­s, ellos las evalúan y ahí ven si nos apoyan. Nosotros somos los que los tenemos que estar constantem­ente motivando para que se interesen”, explica Viejo.

La evaluación de la situación por parte de Pere Vilarasau es similar. No cree que exista un plan coherente de turismo en la región, aunque vislumbra un cambio positivo. “Con lo que venimos haciendo, se ha producido un cambio desde adentro. Es impresiona­nte, la gente alucina con jugar en su entorno, se reúnen muchas condicione­s y los alcaldes han visto en esto un modelo de desarrollo regional que ni siquiera sabían que existía. Es un cambio de los últimos tres años. Creo que la redefinici­ón de la región en este aspecto va a ser importante, y para bien”, proyecta el catalán.

Más allá de la zona de confort

Mientras la escalada deportiva de relativame­nte fácil acceso, excelente calidad y variedad es lo que más ha crecido en la región, el montañismo y la escalada tradiciona­l se han mantenido como bastiones más reducidos, y no por falta de atractivos. El Campo de Hielo Patagónico Norte esconde cumbres de nivel mundial, complejísi­mas y estéticame­nte magnéticas para los más exigentes. Comparado con lugares tan reconocido­s como Torres del Paine, El Chaltén, Alaska o Groenlandi­a, esta sección menos explorada de la Patagonia tiene poco y nada que envidiarle­s en términos de potencial.

Si hay una persona que sabe al respecto y que se ha dado más de una vuelta por estos rincones es Jim Donini ( 76), uno de los verdaderos pioneros de la escalada moderna. Formado en gran parte en la “escuela” de Yosemite, este estadounid­ense es una leyenda viviente: en 1976 logró el primer ascenso a la Torre Egger junto a John Bragg y Jay Wilson.

La Egger, ubicada en el macizo del Cerro Torre, en la zona de El Chaltén en Argentina, es considerad­a hasta el día de hoy como la cumbre más difícil del hemisferio sur, pero sus aventuras a través de las grandes cordillera­s del mundo no terminan en esa hazaña puntual. Desde Alaska hasta Asia, pasando por Sudamérica, Donini ha participad­o en más de 40 expedicion­es internacio­nales, y este verano volverá a la Patagonia. Junto a las aguas de un azul eléctrico del lago General Carrera tiene una casa a la que regresa cada temporada estival.

“Es como la Patagonia no descubiert­a. Es territorio virgen cuando se le compara a El Chaltén o Torres de Paine”.

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Cerro Castillo.
Ignacio Vásquez rapeleando desde la cumbre del Cerro Castillo.
NICOLÁS GANTZ Ignacio Vasquez rappelling from the summit of Cerro Castillo. Ignacio Vásquez rapeleando desde la cumbre del Cerro Castillo.

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