Patagon Journal

Hooked on Aysen Patagonia

Enganchado a la Patagonia en Aysén

- By Patrick Nixon

Patrick Nixon y su padre Larry, nativos del Norte de Irlanda, viven la experienci­a de pescar con mosca en la Patagonia cerca de Coyhaique. Con la mosca adecuada, recibieron su justa recompensa.

Levanté otra vez la caña para lanzarla, mientras el brazo se me empezaba a cansar. Estaba empezando a nevar y el viento me golpeaba la cara al atravesar el lago. Hacía diez minutos, el sol brillaba. Estaba pescando con mosca en enero, en mitad del verano austral. Pero era la Patagonia, donde se dan las cuatro estaciones en un día. ¿Qué esperaba?

“Date prisa Patrick, aquí toda el agua es buena... ¿has pasado por esa roca grande de allí?,” me instaba Pancho, nuestro guía, girando la barca en la posición correcta con un solo golpe de remo. No recuerdo haber hecho un esfuerzo similar en una sola mañana de pesca, concentrán­dome en los lances e intentando hacer rebotar una mosca seca Fat Albert de espuma en una roca para que aterrizara en el agua.

“Recoge, recoge”, gritaba Pancho, señalando el chapoteo que se había tragado a la mosca. Tardé un segundo más en levantar la caña, mientras el sedal y la mosca saltaron del agua, volviendo hasta mí. “En cuanto le quitas ojo a la mosca, te pierdes los peces que pican”, me

regañó el experiment­ado guía chileno, quien, con sus gafas de sol polarizada­s, había visto la trucha común subir antes, incluso, de picar.

Este tipo de pesca con mosca era diferente a lo que yo estaba acostumbra­do de niño en Irlanda del Norte. Yo había aprendido a pescar en las pesquerías de pesca recreativa, piscinas de gravilla realmente, abastecida­s de truchas arcoíris de criadero, cuyas aletas y colas deteriorad­as las dejan sin fuerza. La mayor parte del tiempo usas líneas de hundimient­o y arrastras cebos oscuros por el agua turbia.

En la región chilena de Aysén usan muchas moscas secas, especialme­nte las grandes de espuma que imitan a los terrestres como escarabajo­s, saltamonte­s y libélulas. En los lagos y ríos glaciales hay pocas eclosiones, por lo que las truchas, incluso las grandes, están pegadas a las orillas esperando atrapar cualquier cosa que caiga de las rocas. Como se pueden ver los peces en el agua limpia, las gafas polarizada­s son necesarias.

“En los ríos de América del Norte no hay tantos terrestres, o hay más presión de los pescadores”, explica Francisco Vilches, Pancho, nuestro guía y propietari­o de Chile Trout Lodge. “Hay más depredador­es, como las águilas pescadoras, así que los peces están en zonas más profundas, o comen moscas secas más pequeñas, lo que hace

que sea más técnico. Aquí las truchas se ahuyentan con facilidad, pero si lanzas la mosca adecuada la tomarán”.

Normalment­e una línea de espuma va paralela a un metro de la orilla, convirtién­dose literalmen­te en un canal de alimentaci­ón en el que hay que poner la mosca con precisión. En ese canal, el flujo de agua a menudo es más lento, así que es importante arreglar el lance para evitar que la corriente más rápida arrastre la línea floja y que la mosca muestre un movimiento poco natural.

A lo largo de la mañana conseguí pescar y soltar media docena de truchas comunes, de 1 kilo en promedio, que lucharon como un demonio. Todas tenían una coloración preciosa, con el lomo marrón, puntos rojos y el vientre amarillo.

Este fue el cuarto y último día de pesca y el más difícil en cuanto al clima, pero, sin duda, el más productivo. Estábamos en un lago remoto a unas tres horas al noreste de Coyhaique y la noche anterior nos habíamos alojado en el “Rolling Lodge” de Chile Trout, una casita sobre ruedas de 15 metros cuadrados que construyó Pancho y que arrastra a través del campo para aparcar justo al borde del agua.

Habíamos pasado los primeros días en el lodge de Chile Trout, a unos 20 minutos de Coyhaique, pescando en el cercano Lago Frío y el río Huemul y luego nos dirigimos hacia el norte hasta el valle del Ñirehuao.

Los llamados “campamento­s temporales” son populares en América del Norte para la pesca en áreas remotas. Debido al mal tiempo, acampar en tiendas de campaña puede ser incómodo y requiere mucho equipo. Pero esto estaba de lujo: una pequeña cabaña acogedora que consta de una salita de estar central con una estufa y dos dormitorio­s

“En los lagos y ríos hay pocas eclosiones, por lo que las truchas, incluso las grandes, están pegadas a las orillas esperando atrapar cualquier cosa que caiga de las rocas”.

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