Análisis
El domingo 16 de Julio quedó para el futuro como un día histórico porque, más allá de los particulares resultados de la jornada, es la fecha que recordará cómo a pesar de tener al régimen y a otros actores menores (menores en poder de fuego, pero no en irresponsabilidad) azuzándolo para tomar los amargos atajos de la violencia, el pueblo venezolano prefirió votar, aún si para ello tuvo que pasar por encima de un “poder electoral” convertido en contumaz saboteador de elecciones.
Porque eso es lo que ocurrió: El país inmenso, ese país que no suele participar ni en los mítines oficialistas ni en las marchas opositoras; Ese país gigantesco que rechaza a Maduro aunque aún no se sienta expresado cabalmente en una propuesta opositora todavía difusa; ese multitudinario país que quiere cambio con estabilidad, cambio con paz, cambio con reconstrucción, que no quiere cambiar una histeria por otra o un sectarismo rojo por otro de ningún otro color, ese país mayoritario salió a votar el 16J.
Sí: a votar. No la “defender la revolución”. Tampoco a “incrementar la escalada”. Venezuela salió masivamente a votar para decirle a toda la clase política cuál es el camino que la mayoría quiere y apoya: no el del chantaje madurista, para quien la paz es sinónimo de sumisión; Tampoco el de los supuestos radicales opositores, para quienes la paz es casi una mala palabra porque presuntamente busca “enfriar la calle”. Palante!