“Hay que educar en el feminismo” MAITE ORSINI
Estuvo en teleseries y programas juveniles, y luego de estudiar Derecho, comenzó a ligarse a la política y al feminismo. Hoy, como diputada de Revolución Democrática, defiende la Ley de Aborto, respalda las tomas universitarias y presentó -junto a otras p
Desde pequeña tendía a hacer muchas cosas al día: fue voluntaria de la 20° Compañía de Bomberos de Santiago y, si no estaba ahí, integraba un grupo scout. Estudió Derecho y, cuando se tituló, la premiaron como la mejor de su promoción. Solía dividir su tiempo entre el Código Penal, los partidos de fútbol en un equipo amateur y la política universitaria. A pesar de que ahora tiene una mayor carga laboral y que ha debido posponer otras de sus pasiones, la diputada Maite Orsini, de Revolución Democrática (RD), se siente cómoda.
Cuando juró como parlamentaria, llevaba una piocha con el símbolo de la sororidad en la solapa de su chaqueta y, en lo que va de año, sus intervenciones no pasan inadvertidas, como lo demostró tras el anuncio de la agenda de género del Presidente Sebastián Piñera. Si bien valoró la iniciativa, también criticó la ausencia de otros proyectos, como la ley de acoso callejero y la resolución del protocolo de objeción de conciencia de la Ley de Aborto.
¿Cómo han sido estos meses como diputada?
-La campaña fue de mucha intensidad, y este año ha sido la continuidad de un trabajo que llevo haciendo hace seis años, desde que nació el movimiento que hoy es Revolución Democrática. Si bien mi vida ha cambiado, no ha sido radical. Ahora tengo más carga laboral, entre el trabajo legislativo y la política, mis jornadas son de 14 a 15 horas diarias. Tuve que dejar el fútbol, por ejemplo, porque no puedo estar en un lugar a una hora fija todas las semanas, pero reservo los viernes para relajarme y aprender a tocar el ukelele y la guitarra. Ha sido duro, pero lo disfruto, porque soy de esas mujeres que tienden a llenar su vida de actividades.
¿Has percibido alguna forma de discriminación por ser mujer?
-Me pasó hace poco que en una comida con parlamentarios de distintos sectores políticos -la mayoría, hombres-cuando llegó la cuenta, uno de ellos les dijo: “¿Dividamos la cuenta entre nosotros e invitemos a las señoritas?”. Le respondí: “Soy tu colega, gano exactamente lo mismo que tú. ¿Por qué crees que me tienes que pagar la cuenta?”. Nadie entendió…, decían que era un acto de generosidad, caballerosidad y cariño, pero yo quiero que me traten igual como a otro compañero. Quisieron pagar la cuenta por mi género y eso no es cariño, para mí es violento. También me ha pasado que me dicen “niñita”, pero tengo 30 años, soy diputada y represento a miles de personas. No soy una niña.
Con las denuncias como la de Herval Abreu, el abuso sexual puede estar en todas partes. ¿Cómo las mujeres podrían sentirse más respaldadas?
-Quiero solidarizar con las actrices que lo denunciaron, fueron muy valientes, y el primer paso es superar el miedo. Los empleadores creen que sus trabajadoras les deben “algo más” y pasa en todas partes. Hasta en el Ministerio Público se destapó un caso terrible, recientemente. Es por eso que las mujeres que estamos en el parlamento tenemos la responsabilidad de pensar en
actualizar la reglamentación, porque no está siendo del todo efectiva. Así es en el mundo laboral, pero en el caso de las universidades es diferen- te, y por eso hay más de 20 movilizadas, ya sea en toma o paro.
-Los profesores se aprovechan de su condición de superioridad para salir con alumnas. El problema es que esas conductas no caben dentro de acoso sexual laboral, porque no se trata de un empleador. Además, como las jóvenes son mayores de edad, tampoco califica como estupro. Lo que pasa entre un profesor y una alumna no tiene un consentimiento libre porque el egreso de la estudiante depende de él. Por eso estoy con las compañeras que se tomaron las universidades, porque no hay sanción legal para los casos y, pese a que sólo algunas tienen protocolos, los autores de los abusos quedan impunes de igual forma. Las estudiantes están defendiendo los derechos de las mujeres y eso hay que hacer: educar en el feminismo.
¿Es posible crear un ambiente en que niñas y mujeres nos sintamos seguras?
-El año pasado, mientras se discutía la Ley de Aborto, algunos dijeron que había “violaciones no violentas”, que las mujeres “iban a inventar que habían sido violadas para hacerse abortos”. También están los que todavía creen que la víctima tiene la culpa porque “andaba con minifalda de noche”; eso es algo que las mujeres tenemos que combatir desde todos los espacios. Para eso, todas las políticas públicas que se firmen en este país deben tener una perspectiva de género, y eso es un cambio cultural. Es la revolución feminista.
¿Cómo contribuir a este cambio cultural?
-Partiendo por enseñar a niños y niñas que tienen las mismas oportunidades. Además de no cortarles los sueños, no decirle a una niña que quiere ser astronauta “mejor piensa en el ballet”. Es clave mostrarle que puede ser deportista, bombera o presidenta, y hay que generar políticas en esa línea. Por ejemplo, no concibo que la selección femenina de fútbol no reciba remuneración por su trabajo. Me enteré que les pagaban el transporte y la comida, y el resto corría por su cuenta, mientras que los hombres futbolistas tienen sueldos millonarios.
“En nuestra historia no hemos tenido mejor momento para dar un giro feminista”