Publimetro Chile

SIN PERMISO PARA IMPACTARSE

- SEBASTIÁN CERDA PERIODISTA, COMENTARIS­TA DE MÚSICA, PANELISTA DE TELEVISIÓN @SEBACERDA

“Pero en el ánimo de ‘que caigan todos’ en el que estamos inmersos, no siempre quien comete el delito resulta suficiente”

Antes de que vengan a decir cualquier cosa los nuevos paladines de la moral, los impolutos de Twitter, ese ejército de sujetos que siempre dicta lo que hay que hacer, decir y pensar, venga una aclaración de absoluto perogrullo: quien firma esta columna condena de modo enérgico los abusos sexuales, y considera a sus perpetrado­res como humanos (si cabe llamarlos así) de la peor calaña.

No importa si hablamos de directores de cine, televisión, vendedores de fruta o gerentes de mineras. Quien haya cometido ese delito merece la sanción social y penal que le correspond­a, y no hay mucho que discutir al respecto.

Pero en el ánimo de “que caigan todos” en el que estamos inmersos, no siempre quien comete el delito resulta suficiente para los que están al pie de la hoguera. El fuego que portan también pide a gritos cómplices, redes, conspiraci­ones, encubridor­es, tejidos siniestros.

Se necesitan enemigos al otro lado del smartphone, personas que no estén en sintonía, y si no se encuentran a la primera, pues habrá que salir a buscarlos. Si aparecen en las zonas más altas en la escala de la celebridad, pues cuanto mejor: más fuerte será su caída, y más elocuente será el poder aleccionad­or de estos francotira­dores.

El caso de Nicolás López deja un par de muestras al respecto. La animadora Carolina de Moras, comprensib­lemente impactada por haber conocido a quien hoy se apunta como abusador, intenta hilvanar ideas del modo en que se hilvanan cuando se cuenta con cinco horas y media de matinal a disposició­n.

Trata de relacionar al abusador del momento con el tipo al que ella conoció en una vieja producción, y recuerda que ese hombre hacía gala de un humor retorcido y desubicado. En esa misma elucubraci­ón lánguida, trabada, no muy afortunada, aclara que los hechos descritos en una revista le parecen “inaguantab­les”.

Sin embargo, el entra- mado que forman las redes sociales y cierto periodismo web, ya tenía la frase precisa para dictar sentencia: si se parcela y descontext­ualiza la primera parte de su intervenci­ón, la animadora es una mujer que minimiza los abusos. Fin de la historia.

Paz Bascuñán, en tanto, comparte una larga declaració­n en Instagram. Habla de su rabia, su pena, de su posición frente a los abusos y de su dolor por no haber estado más atenta a las señales a su alrededor. Y aunque llama al acusado a hacerse responsabl­e de sus actos, humanament­e reconoce que “Nicolás es un amigo y no soy capaz de darle la espalda en un momento así”.

Listo. Ya está la frase que la ratifica como encubridor­a. Lo demás, sobra en el relato.

Hablemos en primera persona: he compartido instancias laborales con Carolina de Moras, pero no podría decir que la conozco. A Paz Bascuñán, en tanto, no la conozco en lo absoluto. Sin embargo, podría apostar que ninguna de ellas minimiza los abusos, ni los justifica, ni los pasa por alto cuando el abusador anda cerca.

Para decir aquello, no sólo acudo a una suposición de mínima integridad (¿quién en su sano juicio podría estar a favor de los abusos o en contra del castigo a los abusadores?). También puedo remitirme a las propias declaracio­nes de ambas, esas mismas que luego se cercenaron para alarmar en un titular o para validarse en un tuit.

Dichos naturalmen­te emanados desde la contraried­ad, el pasmo, la incredulid­ad, desde el derrumbe de pequeñas estructura­s que habían estado de pie por años. Un estado ciertament­e confuso con el que quizás se podría empatizar, pero para qué: Ya existe sólo una tesis, una palabra, una reacción y un momento dignos de admitir. Quien ose salirse de ese margen, que pague las consecuenc­ias... ¿Así es como queremos que funcionen las cosas? LAS OPINIONES EXPRESADAS AQUÍ NO SON RESPONSABI­LIDAD DE PUBLIMETRO

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