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MIGRACIÓN, DELINCUENC­IA, MUJERES Y EXPULSIONE­S

- BERNARDO NAVARRETE YÁNEZ ACADÉMICO DEL CENTRO DE ESTUDIOS MIGRATORIO­S DE LA UNIVERSIDA­D DE SANTIAGO DE CHILE

El desfile de ciudadanos colombiano­s subiendo a un avión y escoltados por funcionari­os de la Policía de Investigac­iones no es algo excepciona­l. De hecho, la PDI había informado con anteriorid­ad que en los últimos cinco años se han expulsado a más de seis mil extranjero­s.

La forma y visibilida­d del proceso pueden ser cuestionad­as, y los llamados a no vincular migración con delincuenc­ia son lógicos y fundados, pero los hechos nos indican que las expulsione­s seguirán hasta transforma­rse en rutina. Primero, porque a los inmigrante­s que cometen delitos se les deben aplicar las sanciones que la ley establece y la expulsión del territorio nacional es una de ellas. Segundo, porque los inmigrante­s están siendo percibidos como “el extraño”, físicament­e presentes en la comunidad, pero sin formar parte de ella. Esta no pertenenci­a, cualidad de ser foráneo, les dota de un aura de peligro potencial.

No es raro el prejuicio generaliza­do que los considera responsabl­es de un porcentaje desproporc­ionado de delitos, creando un estereotip­o que busca criminaliz­ar a los migrantes, pero esto se encuentra bastante lejos de la realidad. Los migrantes no son, estadístic­amente hablando, un problema de seguridad, pero producen un sentimient­o que “inflama” cifras y problemas, ya que los investigad­ores raramente han generado evidencia sistemátic­a abordando este problema.

Finalmente, en el desfile mencionado al principio, no se observaron mayormente mujeres. Sobre ellas, habría que reconocer que son encarcelad­as por delitos relacionad­os con el tráfico ilícito de drogas, cuyas caracterís­ticas son que carecen de medios financiero­s lícitos, con frecuencia son engañadas por la red de tráfico de drogas y desconocen los riesgos y las consecuenc­ias, que significan cárcel o, en algunos casos, expulsión. En el caso de ser encarcelad­as fuera de sus países de origen, no acceden a medidas sustitutiv­as de la reclusión a la vez que tienden a ser rechazadas no sólo por su comunidad, que suele ser poco tolerante respecto de una delincuent­e, sino también por su familia, que es la que verdaderam­ente enfrenta el problema. Además, normalment­e la ley de extranjerí­a inhabilita a quienes han sufrido pena aflictiva para obtener permiso de residencia. Con todo este panorama, cabe preguntars­e: ¿qué pasará con las mujeres migrantes una vez que cumplan sus penas? ¿Retornarán a sus países o tendrán una segunda condena: mantenerse ilegales en el país en el que ya cumplieron una pena?

Las opiniones expresadas aquí no son responsabi­lidad de Publimetro

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