RAPHAEL: EL LÍMITE SUPERIOR
Sus antecedentes previos esta vez podían no ser del todo halagüeños, no por asuntos artísticos, sino numéricos: Con su sexta visita a Viña, las dos más recientes en la última década, Raphael se integró a esa acotada lista de figuras que más veces han venido al Festival. Una posición ambivalente, valorable por quienes ven en ello la pasta de un hombre infalible, y criticable por los que reparan en la evidente reiteración que su presencia puede tener en el certamen.
Sin embargo, si su confirmación generó algún tipo de resquemor en los críticos habituales del Festival, el español las borró de un plumazo la noche del lunes 25, cuando recaló en la Ciudad Jardín con un espectáculo que califica por lejos como el mejor de los seis que ha traído al evento (y quizás a Chile también, cosa no menor, considerando la incontable cantidad de visitas que aquí registra).
Desde luego, buena parte de las razones para ello radican en la sola presencia de la Orquesta Filarmónica de Chile, una de las más importantes agrupaciones clásicas de nuestro país, y capaz de engalanar lo que sea. Pero ni eso sería suficiente si al frente no estuviera un artista que usa el paso de los años para ennoblecer su madera, y que traduce su trayectoria en oficio, para arremeter con propiedad ante desafíos a todas luces mayores.
Esta noche, no sólo el de desplegar versiones sinfónicas de clásicos inolvidables, sino además otras “resinphónicas”, como reza su último proyecto, donde mezcla las orquestaciones con bases electrónicas. Una cara épica y avasalladora presente en piezas como “Digan lo que digan”, y que tuvo en el reverso la emotividad y la conmoción provocada por himnos como “En carne viva”, ambas comandadas por una figura sin parangón, que deja una vara casi imposible de superar en un Festival que recién comienza. LAS OPINIONES EXPRESADAS AQUÍ NO SON RESPONSABILIDAD DE PUBLIMETRO
“Recaló con un espectáculo que califica por lejos como el mejor de los seis que ha traído al evento”