ÍDOLO HISTÓRICO
El ciclo es prácticamente sistematizable entre los grandes ídolos de Viña del Mar: Un debut de estallido, como un cataclismo que arrasa con todo a su paso; un primer regreso que intenta emular esa postal épica, y que termina en una réplica de un grado inferior; y finalmente, nuevas visitas instaladas en un estándar alto, aunque ya no tan sorprendente.
De esto supieron figuras como Juan Gabriel, con las presentaciones posteriores a 1996, o Marco Antonio Solís, con lo visto tras su “debut” en
2005 ( asumamos que 1998 forma parte de su prehistoria con el Festival). Y, desde anoche, quedó claro, Marc Anthony forma también parte de este grupo histórico.
El salsero arribó a Viña 2019 ya no como un fenómeno de tintes huracanados, de ésos que llevan consigo el vértigo de lo incontrolable, sino como absoluta prenda de garantía. Se acude a él con un objetivo claro, para terminar recibiendo exactamente lo que se busca.
Eso fue lo que sucedió en la Quinta Vergara con la tercera visita del neoyorquino, luego de sus estruendosos pasos de
2009 y 2012 por la cita. Una navegación segura por éxitos como “Tu amor me hace bien”, “Hasta ayer”, “Vivir mi vida” y “Te conozco bien”, entre otros que aquí mismo ya hemos escuchado.
Un libreto a estas alturas conocido en repertorio, calidad y emocionalidad, pero sin que ello merme en ninguna medida su efectividad. La conexión con el público y los puntos de rating cosechados este martes fueron la prueba reciente, que nos dice que Marc Anthony puede que ya no sorprenda tanto como antes, aunque siempre termine encantando y sumiendo a la audiencia en una propuesta apetecible y segura.
Como hacen los que integran el elenco estable de ídolos en Viña del Mar. Ésos que, más temprano que tarde, terminarán regresando para seguir haciendo de las suyas, simplemente porque se transforman en ineludibles.
“Un repertorio a estas alturas conocido en repertorio, calidad y emocionalidad, pero sin que ello merme en ninguna medida su efectividad”
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