“Mucha tele”: Libro recoge historia de la televisión durante la dictadura
Hitos. La publicación narra, con testimonios de los protagonistas, lo que pasó en la industria a partir del 11 de septiembre del 73. Para los autores, Don Francisco es uno de los rostros más relevantes de ese período.
Figuras. Cecilia Gutiérrez
“Una generación que nace con el televisor prendido en la casa”. Así describen los autores de “Mucha tele” a todos aquellos que crecieron no solo bajo una dictadura en Chile, sino que también bajo a una televisión a medida del régimen.
El relato escrito por los periodistas Rafael Valle y Marcelo Contreras comienza la mañana del 11 de septiembre de 1973, donde en primera persona los protagonistas de los canales de televisión cuentan cómo sucedieron los hechos a partir del bombardeo a la Moneda, repasando hitos como los noticieros, programas de entretención y el auge de las teleseries.
Valle cuenta que la idea de hacer este libro nace “adelantándonos a lo que sería la concargo memoración del medio siglo del Golpe de Estado, pensamos en un proyecto que abordará el periodo de Pinochet desde un flanco de cultura popular. Con Marcelo somos de una generación que nació con un televisor prendido en la casa y vimos mucha TV en una época donde había mucha producción en la pantalla chica, que sufrió al menos dos grandes transformaciones entre 1973 y 1990, como fueron el hecho de que en 1977 la TV chilena debe empezar a autofinanciarse y tiene un gran vuelco comercial, y la llegada de TV en colores en 1978”.
Añade que “a eso se agregan hitos como ‘La Madrastra’, que da partida a las teleseries en horario vespertino y los aportes que Teleonce (hoy Chilevisión) realiza al traer formatos como el de los matinales, poner teleseries nocturnas, etc. Fue un periodo de crecimiento para esa TV de cuatro canales (a veces uno o dos en provincias) y en un contexto sociopolítico donde hubo censura y autocensura, y donde el régimen se hace de TVN”.
Contreras destaca que la obra tiene un valor adicional: recuperar la memoria histórica del país: “El pasado siempre contiene claves del presente y el futuro. Si bien la industria televisiva de hoy tiene escasa relación con la que abordamos en nuestra investigación -bastante más atomizada por cierto-, permite comprender el país bajo Pinochet en cuanto a cómo el régimen permeó distintas capas de la sociedad, y cómo se afrontó a un medio de comunicación tan gravitante como la pantalla chica”.
A lo largo de las páginas, se realizan entrevistas a diferentes protagonistas de la historia, tanto personas que trabajaron frente y tras las cámaras.
Para los autores, entre las figuras más relevantes “el más importante es –se adivinaDon Francisco, pero también hay gente que siempre es citada como Jorge Pedreros, Raúl Matas y Raquel Argandoña. Alfredo Lamadrid es otro nombre relevante, ya que el hacerse cargo de ‘Teleonce’ como gerente de programación prueba fórmulas como la del matinal, la teleserie nocturna, un estelar de folclor (“Chilenazo”)”, cuenta Valle, agregando que “Patricio Bañados es otro personajes con rasgos distintivos: una suerte de díscolo que siempre termina un poco enfrentado a quienes dirigen los canales en que trabaja. Eliodoro Rodríguez, en Canal 13, es una persona a la que se la hace un reconocimiento casi transversal por el éxito que logra la estación en su periodo como director ejecutivo”.
En ese sentido, destacan citas como la de Mario Kreutzberger: “Yo no me daba cuenta en ese entonces- tenía solamente 30 años- de que a lo mejor la idea del gobierno de Pinochet era dedicarse más al entretenimiento y menos a las noticias”.
A lo que Contreras suma el rol que el animador tuvo no solo como conductor, sino también como productor. “Claramente Don Francisco es una figura pivote; la industria se desarrolla en torno a su temprana concepción de buscar financiamiento mediante avisaje, que fue la imposición más inmediata de la dictadura al suprimir los aportes estatales, y liberar la publicidad a partir de 1977”, remarca Contreras y reitera que “otros nombres relevantes son Alfredo Lamadrid como gestor de nuevos formatos, como el formato matinal, concepto que nace en el antiguo Canal 11 de la Universidad de Chile y que persiste hasta hoy; Sonia Fuchs y Nené Aguirre en el desarrollo de las áreas dramáticas de TVN y C13 respectivamente; y Eliodoro Rodríguez, el mandamás de C13, que convirtió a la estación en la más relevante del ciclo, con mano firme y decidida frente a la dictadura -el canal estuvo bajo amenaza de salir del aire en instancias álgidas a mediados de los 80-, a pesar de ser de derecha”.
Tras realizar más de cien entrevistas y rearmar la historia de la televisión post década de los ‘70, los autores analizan cuál fue el rol de los medios durante la dictadura. “Los medios televisivos se orientan fundamentalmente a la entretención porque ahí puedes generar contenidos que no traen problemas con la autoridad. En TVN hay mucha censura y control, especialmente en Prensa, pero tampoco se puede decir que todo era rigurosamente controlado. Hay valiosos espacios de creatividad que nacen más a partir de una suerte de autocensura de quienes realizan programas más que por una orden de hacer ‘circo’ o evasión. El mejor ejemplo, quizás, es el ‘Jappening con Ja’, un proyecto de cinco personas que coinciden en un programa previo (‘Dingolondango’), que tratan de hacer un programa de humor que fracasa en una radio (los echan) y que terminan proponiendo esto a TVN, que un par de años más tarde también los despide”, relata Valle, a lo que su compañero agrega: “La televisión fue férreamente intervenida desde el punto de vista informativo -sobre todo en TVN-; sin embargo, en términos programáticos, la dictadura cívico-militar no tenía un plan maestro para embriagar a las masas y así, eventualmente, desatender las brutalidades que estaban ocurriendo. El régimen desconocía las características del medio, así que la única alternativa era confiar en los equipos que conformaban los distintos canales. Eso permitió que la fórmula de ensayo y error permeara la programación. La paradoja es que hubo relativa libertad -insistimos, dejando fuera el área informativa- para crear programación destinada a diversas audiencias. ¿Resultado? La TV en dictadura fue, paradojalmente, más variada que la actual en términos de programación”.*
“LA TV EN DICTADURA FUE, PARADOJALMENTE, MáS VARIADA QUE LA ACTUAL EN TéRMINOS DE PROGRAMACIóN”
MARCELO CONTRERAS Periodista y autor