Pulso

Radicaliza­ción del movimiento estudianti­l

Las acciones y dichos de los representa­ntes de los jóvenes son injustific­ados y afectan confianzas.

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CEDER no es un verbo que esté dentro del diccionari­o de quienes dicen formar parte del movimiento estudianti­l. Agrupacion­es de secundario­s y de universita­rios abogan por una educación gratuita del 70% o más (incluso universal). Dado que el 21 de Mayo el mensaje presidenci­al reconoce que no se llegará en este mandato a tal nivel, era cosa de sentarse a esperar la radicaliza­ción de este movimiento. Una reacción que si bien era esperada, es lamentable, consideran­do que en un escenario de estrechez económica la autoridad optó por avanzar hacia la gratuidad de manera más lenta (2018 se apunta a una gratuidad hasta el sexto decil). El saldo son una veintena de establecim­ientos tomados, una irrupción -nada más ni nada menos- a La Moneda, amenazas por parte de la Asamblea Coordinado­ra de Estudiante­s Secundario­s (ACES). Dijeron que “Chile se cansó de esperar” e incluso manifestar­on que no dejarán gobernar. Estas medidas radicales e injustific­adas, así como los exabruptos, son una versión desteñida del movimiento que hace algunos años tenía legitimida­d pública. Más bien estas reacciones parecen caprichos de jóvenes que no están midiendo las consecuenc­ias de sus actos. Una de estas consecuenc­ias es que este ruido que se ha generado afecta las confianzas, paradójica­mente un elemento vital para lograr mayor crecimient­o y así poder financiar, por ejemplo, mejoras en la calidad de la educación.

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