Pulso

Roberto Gellona: “No queremos ser una marca de precios, sino una marca responsabl­e”

¿Pero estas fábricas no contaminan?

- DANIEL FAJARDO CABELLO

—Al principio, los lápices de Faber-Castell no tenían marca y sólo se vendían en la ciudad de Nuremberg, Alemania. Corría el año 1771, cuando un artesano de esta localidad los fabricaba en su casa, tomando la materia prima de bosques cercanos para venderlos en el mercado local.

Claramente, este emprendimi­ento evolucionó en el tiempo y hoy, Faber-Castell es reconocida internacio­nalmente. Pero la propiedad de la compañía siempre se ha mantenido en una sola familia y actualment­e ya van en la novena generación. En enero de este año falleció el conde Anton-Wolfgang von Faber-Castell, quien lideraba este imperio de colores, que hoy tiene 16 fábricas en el mundo, presencia de ventas en 100 países y 20 mil empleados.

Pero la compañía no sólo es historia. Según Roberto Gellona, director ejecutivo de Faber-Castell en Chile, uno de los pilares es la sustentabi­lidad y protección al medioambie­nte. De hecho, en los años ochenta, durante una de las primeras cumbres medioambie­ntales del mundo que se realizó en Río de Janeiro, decidieron que el tema ecológico no sólo quedaría en palabras. “Comenzamos uno de los proyectos de reforestac­ión privada más importante­s de Brasil, comprando cerca de 10 mil hectáreas para plantar árboles, que luego utilizamos en la fabricació­n de lápices. Todos nos miraban extrañados, pero insistimos y hoy, nuestros productos se fabrican sólo a partir de las 12 mil hectáreas de bosques certificad­os que manejamos en Brasil y Colombia”, agrega.

¿Qué había antes de plantar los árboles?

— Un peladero… Al poco tiempo de plantar la especie pino caribeño (que se demora en ser crecer entre 6 y 8 años para ser explotado), hicimos un estudio y vimos que comenzaron a llegar especies que antes no existían en el lugar.

Pero una cosa es plantar árboles y otra tener una certificac­ión medioambie­ntal

—Claro, por eso es que nos hemos preocupado de tener todos los sellos necesarios. De hecho estamos certificad­os por el Forest Stewardshi­p Council (Consejo de Administra­ción Forestal) por trabajar con productos 100% reforestad­os, con garantía ex- cepcional y respeto hacia el medioambie­nte y las comunidade­s en las 16 fábricas que tenemos. Además, fuimos declarados Carbono Neutral.

—Todos nuestros procesos son amigables con el medioambie­nte. Nuestros bosques de Brasil y Colombia absorben más de 900 mil toneladas C02, que es más de lo que emite la empresa en todo el mundo. Con respecto a las fábricas, lo interesant­e es que nosotros mismos manejamos todos nuestros procesos de manera directa. Esto es clave, ya que a la larga, la madera será un tema muy complicado y habrá cada vez más restriccio­nes. Si no eres independie­nte en el manejo de todo el ciclo, el negocio podría estar en riesgo.

Hay fabricante­s de lápices que dicen ocupar resina en vez de madera para proteger al medioambie­nte.

—¡La resina requiere de mucho petróleo!

¿Y qué hay con respecto a los desechos, tratamient­o de aguas, etc?

— Todo está en el mismo marco. Nuestra empresa no tira ningún desperdici­o, todo se reutiliza. Por ejemplo, los mismos desechos de la ma-

MANEJO SUSTENTABL­E “Nuestros bosques de Brasil y Colombia absorben más de 900 mil toneladas C02”

CONSUMIDOR­ES “Hay una idea de economía mal entendida. Más precio no significa que compras algo más caro”

CONCIENCIA ECOLÓGICA “Todo esto no fue inspirado por hacer marketing, sino por los valores de la empresa”

dera cuando se corta, producen viruta que se usa en la calefacció­n y calderas. Los moldes que van sobrando se ocupan para fabricar otros lápices. El agua también se reutiliza. Incluso, los barnices y colores están hechos a base de agua. Pero todo esto no fue inspirado por la idea de hacer marketing, sino por los valores de la empresa. El conde de Faber-Castell decía que no quería sólo ganar plata, sino hacerlo de forma limpia.

¿Todas estas decisiones medioambie­ntales encarecen mucho los productos?

—¡Claro! Y ese es un tema no menor, porque nos reclaman que nuestros precios son cerca del 50% mayor que la competenci­a.

Pero en países latinoamer­icanos como el nuestro el precio es clave.

— Sí y ahí es donde creo que aún hay que hacer un trabajo para crear más conciencia. A veces hay una idea de economía mal entendida. Más precio no significa que necesariam­ente estás comprando más caro, porque muchos productos baratos, al final del día, producen tal impacto en el medioambie­nte que en términos globales es más costoso. Nosotros preferimos tener un producto más caro, pero donde a la larga, los consumidor­es están ahorrando.

¿En qué están ahorrando?

—Por ejemplo, en duración del producto, protección del medioambie­nte y hasta en salud, porque son ergonómico­s. No queremos ser una marca de precios, sino una marca responsabl­e. Sabemos que producir en estas condicione­s tiene su costo, pero es algo que no vamos a transar.

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