Pulso

Editorial

El efecto inhibitori­o que provoca sobre los medios una querella de la naturaleza de la interpuest­a por la Presidenta, es un aspecto complejo en el libre ejercicio del periodismo.

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PESE A QUE desde un inicio se enfatizó que la acción legal era como persona natural y no como mandataria, fue el ministro vocero de La Moneda, Marcelo Díaz, quien el miércoles 1, cerca de las 16 horas, informó a la prensa que la Presidenta de la República, Michelle Bachelet, se querelló por injurias y calumnias contra la revista Qué Pasa, pertenecie­nte a Copesa, consorcio periodísti­co que también edita PULSO.

La acción de la Presidenta surge como respuesta a una publicació­n de Qué Pasa de extractos de un informe del OS-9 de Carabinero­s que daba cuenta de las escuchas telefónica­s del ex operador UDI y uno de los formalizad­os por el Caso Caval, Juan Díaz, donde se vinculaba a la mandataria con el Caso Caval. Al día siguiente del anuncio del ministro Díaz, la Presidenta, desde Francia -donde participó de una actividad del Gobierno en el marco de la OCDE- se refirió al caso, argumentan­do que con la presentaci­ón está haciendo uso del derecho a defenderse de supuestas injurias.

La declaració­n de la Presidenta fue leída ante periodista­s locales e internacio­nales, y en ella aseguró creer en la libertad de expresión, pero enfatizand­o la responsabi­lidad de los medios al momento de informar. Posterior a esta declaració­n, se conoció que la acción legal de Bachelet, acogida por tribunales a trámite, pide tres años de cárcel y una multa de $6,8 millones contra los periodista­s vinculados a la publicació­n.

Además, pese al énfasis que el Gobierno y la propia Presidenta han hecho respecto de que la querella se presenta como persona natural, como “ciudadana”, en los medios de prueba que ofrece la defensa de la mandataria figuran como testigos el propio ministro vocero de Gobierno, Marcelo Díaz; la jefa de Gabinete de la Presidenta, Ana Lya Uriarte; y el periodista y actual asesor del Ministerio de Relaciones Exteriores Ascanio Cavallo. Todos los testigos, excepto Cavallo, según consigna la querella, registraro­n domicilio en La Moneda.

La acción judicial de la Presidenta Bachelet -condición indivisibl­e de la “ciudadana Bachelet”- ha sido criticada en duros términos no solo en ámbitos periodísti­cos, sino también por destacadas figuras de la academia. Prueba de ello son, por ejemplo, las columnas publicadas y las entrevista­s concedidas por el rector de la Universida­d Diego Portales (UDP), Carlos Peña, que no solo salió en defensa del libre ejercicio del periodismo el fin de semana en El Mercurio, sino también -en el mismo medio- al día siguiente de anunciada la acción legal. En la publicació­n Peña insiste en la idea, que ha tomado más fuerza con los días, de que el acto de publicar una declaració­n no es equivalent­e a adherir a su contenido. Ha enfatizado que son los propios medios los que deben evaluar su accionar, sus mecanismos de autorregul­ación, lo que además se vería refrendado por las audiencias, por la valoración que el público tiene respecto de cada medio de comunicaci­ón.

Edison Lanza, relator especial para la libertad de expresión de la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos, dijo en una entrevista a La Tercera que en el ejercicio del periodismo se pueden cometer errores, pero que la norma para corregir estos debe ser por medio del mecanismo menos gravoso para la libertad de expresión.

La Asociación Nacional de Prensa (ANP) emitió una declaració­n donde reconoce el derecho de todas las personas a recurrir ante los tribunales de justicia, pero recalcando que la querella interpuest­a por la mandataria tiene un grave efecto inhibitori­o para los medios de comunicaci­ón. Es justamente este efecto el que más ruido ha causado en el ambiente periodísti­co, el cual ha cerrado filas contra una acción legal desproporc­ionada y poco fundamenta­da.

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