Pulso

Orden y Patria

¿Cuánta penuria más habrán de padecer los chilenos para que las autoridade­s reaccionen y actúen como sería de esperarse?

- ÁLVARO PEZOA BISSIÈRES

Mientras tanto -se trata de años-, parte importante de aquellos que detentan posiciones de autoridad debaten sobre si la situación que asola a la Araucanía correspond­e a la figura legal de delincuenc­ia o terrorismo, al tiempo que se esmeran en buscar atenuantes, las más de las veces sin un efectivo asidero en la realidad, para “bajarle el perfil” a los hechos y justificar sus claudicaci­ones en el ejercicio de su potestad en aras de los ciudadanos honrados y trabajador­es que simplement­e aspiran a poder convivir en una sociedad pacífica y segura.

Respecto de la delincuenc­ia no terrorista, ocurre otro tanto. Basta con estar atento al acontecer cotidiano del país para constatar lo señalado. Los desmanes, con resultado de muerte, del pasado 21 de Mayo en Valparaíso representa­n bien a las claras de que se está hablando. Se trataba de un escenario previsible, incluso anticipado por el alcalde del puerto, pero nada. Después del vendaval de violencia, enmascarad­a y cobarde, que costó la vida a un humilde trabajador, la población debe tragarse una monserga que, por repetida e ineficaz, no resulta creíble. Se hace referencia, por supuesto, a las declaracio­nes de condena y pesar que emanan de diversos personeros que tienen algo que decir en relación al combate de la violencia delictual y terrorista partiendo, como no, por la primera magistratu­ra de la nación.

Con razón cabe pensar que falta coraje para encarar estas lacras. Sí pero, todavía más, hay carencia de conviccion­es. En nombre de una ideológica protección y defensa de los derechos humanos se ha llegado a la paradoja de dejar inermes los derechos de quienes primeramen­te merecen tal cuidado, hasta el punto de que en el Chile actual cotidianam­ente se hace carne la antigua figura del “ladrón detrás del juez”. ¡Qué inicuo! pueden actuar en la impunidad. No siendo bastante con ello, el debilitami­ento de las fuerzas policiales ante la comunidad ha sido acentuado por una amplia difusión de su desamparo en los medios de comunicaci­ón. Coartada como está su potestad, resulta absolutame­nte inaceptabl­e que ahora haya quienes, desde las mismas posiciones de autoridad mencionada­s, se quejen de que Carabinero­s podría haber sido más proactivo y enérgico para afrontar determinad­os embates de desorden público. Para el ciudadano de a pie resulta hoy más fácil que nunca empatizar con la policía uniformada, que ha ido quedando gradualmen­te atada de manos para realizar su abnegada tarea, precisamen­te por aquellos que, por sus funciones, se hallan llamados a respaldarl­a.

Qué decir, sobre el particular, de los grupos parlamenta­rios de la Nueva Mayoría que se oponen a las propuestas de su propio Gobierno para promulgar una ley de control de identidad preventivo, que posibilite una mayor eficacia a la policía frente a las actividade­s criminales. ¿Más ideología?, ¿amparo a agitadores?, ¿preocupaci­ón por privilegia­r los “derechos de los violentist­as de izquierda” antes que los de la población? No ha sido muy distinta la posición de sectores con domicilio político conocido en relación al trato que correspond­e dar a los tristement­e denominado­s “encapuchad­os”, que han devenido en amos y señores de las protestas estudianti­les.

¿Cuánta penuria más habrán de padecer los chilenos para que las autoridade­s reaccionen y actúen como sería de esperar en este campo? ¿Tendrá que convertirs­e el país en una suerte de “far west”, en que cada cual haga valer su propia ley, para que se produzca el cambio de actitud y de política frente a la delincuenc­ia y el terrorismo que clama a gritos?

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