Pulso

Fallo empresaria­l, parte del ciclo del emprendimi­ento

- MATÍAS NAVARRETE

MUCHOS hablan de emprendimi­ento, del riesgo de apostar por un camino independie­nte y los beneficios que hay detrás de ser “el propio jefe”. Sin embargo, pocos se refieren a las opciones de “falla” y las escasas posibilida­des que ofrece el sistema para reemprende­r. Existen patrones de conducta que tienden a repetirse entre los emprendedo­res que “fracasan”. Uno de los errores más comunes es querer escalar el negocio antes de lograr una madurez que permita sustentar un crecimient­o explosivo. La lógica es simple: con un lanzamient­o en grande, la caída puede ser igual de grande, mientras que partir con algo más chico puede significar un daño más acotado. Tomando en cuenta que 50% de los emprendimi­entos de menos de cinco años termina fallando, reemprende­r es parte del ciclo de vida de estos empresario­s. Entonces, ¿cómo disminuir los riesgos para ser parte de la otra mitad? En primer lugar evitar la concentrac­ión de clientes. Lo ideal es tener una cartera atomizada para no depender de uno o dos. El capital de trabajo también es un punto clave para el funcionami­ento del negocio. Si bien el acceso a fuentes de financiami­ento es clave para asegurar la continuida­d de las operacione­s de la empresa, es importante no estresar el flujo de caja con una carga que destruye la capacidad de generar utilidades. Aunque no hay recetas infalibles para asegurar el éxito de un emprendimi­ento, existen varias señales de alerta y errores comunes que -detectados a tiempo- pueden evitar una crisis o un “fallo empresaria­l”. Más allá de los consejos, el fracaso es parte del ciclo vital de un emprendimi­ento. Hemos podido ver muchas buenas ideas que tropiezan en una primera etapa y que por falta de apoyo no tienen un impulso para seguir adelante. La invitación entonces es a convertir el “fallo empresaria­l” en una experienci­a más dentro del camino de un emprendimi­ento exitoso.

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